Introducción
El siguiente
estudio tiene como propósito servir de guía a las personas solteras, en unión
libre, casadas, divorciadas y recasadas, y a todos los cristianos que desean
comprender bien cuál es el plan de Dios para el matrimonio a la luz de las
Escrituras. Aquí usted se encontrará con una exposición bíblica sobre la
naturaleza del matrimonio y lo que dice Dios sobre su durabilidad y su
indisolubilidad. Como ha de ver, contrario a la opinión popular del
pseudo-cristianismo moderno, la Biblia no ofrece base alguna para segundas
nupcias después de un divorcio; tal acto es siempre considerado como adulterio
y eso lo profundizaremos a continuación.
Si usted es una
persona recasada, este tema se plantea para llevarle a una reflexión bíblica y
seria sobre la necesidad de obedecer a Dios antes que a normas de hombres; el
propósito de este estudio es que usted sea restaurado para entender y hacer la
voluntad de Dios y posteriormente, usted se convierta en un instrumento para
ayudar a otros en situaciones similares a la suya y no en un instrumento para
guiar a otros hacia el camino equivocado del recasamiento.
Si usted vive en
unión libre y quiere seguir de verdad a Cristo, el Señor le llama a obedecer su
palabra, buscando su dirección para que Dios le dé su compañero (a) y así honre
el matrimonio haciendo un compromiso formal ante Dios y ante las autoridades
correspondientes. Confíe en el Señor porque él contestará a su oración: si es
la voluntad de Dios, entonces se casará con su compañero (a) actual; si no es
la voluntad de Dios, usted tomará la decisión de terminar con esa relación y
consagrará su vida a Cristo, esperando el tiempo del Señor para que disfrute de
la bendición del matrimonio como él lo estableció. Por el momento, le
recomiendo seguir a Cristo, orar a Dios por su respuesta clara y ser ejemplo
para su pareja mientras Dios le contesta qué debe hacer (casarse con esa
persona o separarse). En el último caso, no espere mucho tiempo porque su vida
está en una unión ilegal delante de Dios y debe resolver su situación en el
menor tiempo posible.
En este orden de
ideas, espero que este material sirva como ayuda espiritual y que le motive a
fortalecer su relación con Dios y con la pareja con la cual vaya a constituir o
haya constituido un vínculo matrimonial bíblico. Además, deseo que desarrolle
un entendimiento claro sobre este importante tema y se preocupe por tener un
matrimonio basado sobre la verdad de la Palabra de Dios y no sobre argumentos
humanos. Si tiene problemas en su matrimonio, le aconsejo que busque la forma
de llegar a un acuerdo con su pareja y que oren a Dios para que el Espíritu
Santo les ayude a cumplir con el mandato divino de Cristo que dijo: “lo que Dios juntó, no lo separe el hombre”
(Mt. 19:6).
a. Miremos el contexto histórico actual
Nuestra sociedad
hoy en día refleja el distanciamiento del hombre con Dios y sobre todo la
tergiversación de los principios de la Palabra de Dios para justificar toda
clase de prácticas pecaminosas. La descomposición moral, espiritual, social y
familiar de la gente en la actualidad tiene muchos factores: incredulidad a
Dios y a su Palabra, cambio de valores (minimizando los principios bíblicos y
resaltando los principios humanistas, donde se pone al hombre y los
sentimientos por encima de Dios y de sus mandamientos), materialismo,
consumismo, búsqueda de poder económico, ideológico, colectivo, legal y
psicológico, drogadicción, alcoholismo, hábitos inadecuados en el manejo del
dinero, inmoralidad sexual, maltrato intrafamiliar a nivel psicológico,
emocional, físico y sexual, entre otros. No obstante, hay un factor que ha sido
determinante en esta realidad y es la desintegración familiar, donde el
divorcio ha sido uno de los factores que más ha influido en esta realidad.
Obviamente, cada persona asume de forma diferente los cambios que enfrenta en
la vida, pero los conflictos al interior de la familia siempre influyen en los
conflictos individuales y sociales.
Hace varias
décadas atrás, nuestros abuelos eran todavía jóvenes y nuestros bisabuelos
estaban en todo el vigor de su vida, los automóviles eran solo para personas
pudientes, no había televisores, ni computadoras, y mucho menos internet ni
hornos microondas. La vida era muy diferente en comparación con nuestros
tiempos porque era más simple. Un radio, una lámpara de gas y un pedazo de pan
caliente eran suficientes para vivir tranquilos. En aquellos tiempos, las
familias crecían y miraban con optimismo hacia el futuro en el cual vivirían
sus descendientes. Hacían planes para sus hijos y los hijos de sus hijos. En
ese entonces, el tema del divorcio era algo muy escaso. Las personas que se
unían en matrimonio lo hacían en su mayoría para toda la vida, pero mucho ha
cambiado desde esos días, no solamente en el mundo sino también en las iglesias
cristianas.
Las estadísticas
nos muestran que en la actualidad la tasa de divorcio es muy alta en
comparación con las generaciones anteriores. Se dice que 1 de cada 2
matrimonios termina en divorcio y la iglesia cristiana no ha salido ilesa de
este fenómeno. Son muchas las personas que, profesando ser cristianas, no solo
se divorcian, sino que se recasan una o más veces, cayendo así en pecado de
adulterio. Es tiempo de que el pueblo que teme a Dios se dé cuenta de lo que
está pasando y que no se deje llevar por las corrientes de este mundo que solo
continúan yendo en contra de la verdad bíblica y quebrantando los fundamentos
espirituales que una vez fueron establecidos por Dios y no por los hombres.
Muchos
cristianos se han recasado bajo el consejo de pastores y líderes que, en vez de
llevarlos a la verdad, los guían al pecado, y aún muchos de ellos son
divorciados y recasados. ¿Qué ejemplo o qué buen consejo pueden dar los
“supuestos” ministros cristianos que son recasados a aquellos que buscan
orientación de pareja? Y no solo aconsejan a personas divorciadas a casarse
nuevamente con otra pareja sino que le aseguran y le profetizan que Dios tiene
algo mejor para ellos y que él está en el asunto y para colmo de males, ellos
mismos ofician las ceremonias matrimoniales.
En este estudio
se demostrará claramente y de acuerdo a la Biblia que todo aquel que se recasa
comete adulterio; ésta no es una enseñanza muy popular entre los creyentes de
hoy en día, pero Cristo tampoco era popular en su tiempo, cuando enseñaba
verdades que confrontaban el pecado de la gente. Asimismo, como seguidores de
Cristo, al predicar el evangelio, no debemos buscar hacer “enemigos”, ni
tampoco “amigos”… solo debemos buscar presentar la verdad bíblica en torno a la
enseñanza del matrimonio. No se trata de evadir el tema, justificándose en la
supuesta necesidad de tener amor y misericordia por la gente; mas bien se trata
de defender la verdad bíblica por encima de los sentimientos e ideas de la
gente. Cuando las personas quitan su mirada de Dios y se dejan llevar por los
sentimientos y por los tiempos en que vivimos, entonces encontramos comentarios
como éste que alguien escribió recientemente: “¿Si el divorcio es tan malo y
está en contra de la Palabra de Dios, porque la mayoría de las iglesias
permiten el divorcio y el recasamiento? ¿no prueba eso que la posición
conservadora y legalista es incorrecta y que la mayoría de los teólogos
estudiosos no ven la regla contra el divorcio como ustedes la ven? Saben,
ustedes no son la última palabra en el Cristianismo. ¿Piensan ustedes que
alguien tiene que mantenerse en un matrimonio que les hace infeliz y miserable
por el resto de sus vidas? ¿O piensan ustedes que Dios quiere que la gente sea
feliz? ¿No es cierto que la estricta ley en contra del divorcio proviene de
interpretaciones personales, y el hecho de que la mayoría de las iglesias
muestran compasión y lo permiten, es prueba de que todos ustedes se han quedado
atrás en el tiempo?”
Esa es la manera
como piensan los supuestos creyentes modernos; sin embargo, Dios no quiere
tanto que seamos felices como que seamos obedientes a su Palabra, porque solo
así disfrutamos de la verdadera felicidad. Consideremos lo que dice la Biblia: “Los mandamientos de Jehová son rectos, que
alegran el corazón; el precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos”
(Sal. 19:8).
“Si quieres ser
popular prédica de la felicidad. Si quieres ser impopular prédica de la
santidad” — Leonard Ravenhill.
No se trata de
felicidad sino de obediencia. No es falta de compasión, sino lo contrario, es
compasión por las almas de los pecadores para que se aparten de sus pecados
porque “la paga del pecado es muerte…”
(Rom. 6:23). No es que estemos atrasados en el tiempo, sino que no nos
conformamos a estos tiempos, como dijo Pablo: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que
presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es
vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por
medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea
la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Rom. 12:1, 2).
En este sentido,
como el autor del matrimonio es Dios, entonces tomamos de su Palabra, la
Biblia, la autoridad para poder saber cuál es su voluntad agradable y perfecta
y qué es lo que él ha dicho al respecto. Por ende, no debemos colocar nada por
encima de la Palabra de Dios, ni las experiencias personales ni las ideas
humanas acerca de la felicidad del hombre.
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