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lunes, 29 de junio de 2015

Divorcio y recasamiento Parte VI


- Oísteis que fue dicho
En el libro de Mateo encontramos que Cristo usó un estilo de enseñanza en el cual mostraba una afirmación de la Ley de Moisés y luego emitía una afirmación que trascendía para acentuar que los mandamientos que el Padre le dio (es decir su Palabra y su mensaje) estaban por encima de la Ley de Moisés:

“Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego” (Mt. 5:21, 22). 

“Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mt. 5:27, 28). 

Cristo dijo: “Y yo os digo” (Mt. 19:9). Si su palabra trasciende y cumple la Ley de Moisés (en cuanto a las leyes que Dios le dio), ¿será que la Palabra de Cristo puede trascender las concesiones de Moisés (no establecidas por Dios)?

En realidad, existe gran confusión en torno a lo que dijo Jesús cuando habló acerca del divorcio en Mateo capítulo 19. Muchos piensan que Jesús estaba respaldando o estableciendo una “nueva” causa para permitir el divorcio pero en realidad no es eso lo que ocurre.

La verticalidad y la rectitud de Cristo en su enseñanza son razones inquebrantables para entender que Jesús no altera los principios divinos ni favorece la desobediencia a lo establecido en su palabra; un ejemplo clarísimo de esto lo hallamos en el contexto de la enseñanza del Sermón del Monte en Mateo capítulo 5.

Jesús dijo: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos” (Mt. 5:17-19).

El Señor establece que él no vino a abrogar (eliminar) la ley sino para cumplirla. Cristo recalca la importancia de la ley y los mandamientos; esto nos indica lo serio que es Dios con respecto a sus ordenanzas. Así pues, él continúa diciendo algo que nos debe hacer entender mejor su enseñanza: “Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt. 5:20).

Jesús les propone a sus oyentes que la entrada al reino de los cielos no es tan fácil como ellos piensan o como pensarían “los escribas y fariseos”. Jesús dice que la justicia debe ser mayor que la de los escribas y fariseos para poder entrar al cielo. Pero ¿por qué dice esto Jesús? Él lo dice porque la gente creía que los escribas y los fariseos eran “los más santos de todos” y pensaban que verdaderamente cumplían con los requerimientos de “la ley de Dios” y que ciertamente ellos seguían todo lo que ésta requería, pero Jesús dice lo contrario. ¡Vaya decepción! Estos religiosos no habían entendido el verdadero significado de la ley divina porque la tomaban a su manera, pero Cristo les da una sorpresa cuando les aclara cuál es el verdadero significado de lo que Dios requiere. Recordemos las palabras de Jesús: “oísteis que fue dicho... mas yo os digo”. En verdad, Cristo no está cambiando los mandamientos sino que él está aclarando el verdadero significado del mandamiento. Lo que Cristo está haciendo aquí es declarando la verdadera interpretación a la ley dada por Moisés, la cual dijo al comienzo que no había venido a abrogar sino a cumplir. Veamos a continuación la enseñanza de Jesús y los siguientes puntos en paralelo:
  
La ley de Moisés (oísteis que fue dicho)
La aclaración de Jesús (mas yo os digo)
“No matarás” (Éx. 20:13).
“Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio” (Mt. 5:22).
“Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego” (Mt. 5:22).
“No cometerás adulterio” (Éx. 20:14).
“Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio” (Mt. 5:27).
“Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mt. 5:28).
“El que repudia a su mujer dele carta de divorcio” (Dt. 24:1)
“Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera” (Mt. 19:9).
“Y no juraréis falsamente por mi nombre, profanando así el nombre de tu Dios. Yo Jehová” (Lv. 19:12)
“Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos” (Mt. 5:33).

“Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede” (Mt. 5:34-37).
“Mas si hubiere muerte, entonces pagarás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe.” (Éx. 21:23-25).
“Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente” (Mt. 5:38).

“Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, vé con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses” (Mt. 5:39-42).
“No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová” (Lv. 19:18).
“Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo” (Mt. 5:43).
A la frase “amarás a tu prójimo” los judíos añadieron después (de forma incorrecta) “y aborrecerás a tu enemigo”, quizás interpretando mal algunas expresiones como las del salmista David: “¿No odio, oh Jehová, a los que te aborrecen, y me enardezco contra tus enemigos? Los aborrezco por completo; los tengo por enemigos” (Sal. 139:21, 22).
“Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mt. 5:44-48)


El que piense que la Ley de Moisés era más exigente que Jesús, está completamente equivocado porque no conoce el carácter santo, celoso y vertical del Maestro. Así pues, los “escribas y fariseos” entendían y enseñaban sobre el divorcio, haciendo que el hombre repudiara a su mujer por cualquier causa, como lo indicaron al preguntarle a Jesús si era lícito “repudiar a la mujer por cualquier causa” (Mt. 19:7) a lo que Jesús contestó de forma recta y sabia. Ahora bien, Jesús dice que la única causa para dar carta de divorcio a la mujer (bajo la ley de Moisés) es la “fornicación”. Como vemos, Jesús no está dando una nueva concesión sino que está diciendo cuál es la razón por la que el divorcio fue permitido en la ley de Moisés.

Al leer el evangelio de Mateo en contexto, Cristo lo que hizo fue hacer entender a todos sus oyentes que ellos no eran lo suficientemente justos (con una justicia mayor que la de los escribas y fariseos) como para poder entrar al reino de los cielos, pues si “los más santos” no son los suficientemente justos, ¿en dónde queda entonces el resto del pueblo?... no tiene esperanza. Asimismo hoy: todos los que promueven y justifican el divorcio y el recasamiento no tienen una justicia mayor que la de los escribas y fariseos del tiempo de Jesús; por tanto, no podrán entrar al reino de los cielos.

Para cerrar el discurso, Cristo les dice: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mt. 5:48). En otras palabras, el estándar es más alto de lo que ellos pensaban, más alto aún que lo que los escribas y fariseos pensaban; el estándar es ser perfecto como Dios es perfecto; sin embargo, la interpretación de perfecto apunta hacia el amor y la misericordia de Dios (Lc. 16:36) y no hacia la infalibilidad divina, pues ningún hombre podría alcanzar esta condición de perfección, pero sí podría con la gracia de Dios a través de Cristo, inclinar su corazón al amor verdadero y a la misericordia divina hacia el prójimo y cuánto más hacia el cónyuge (en caso de que cometiera algún acto de inmoralidad antes de que llegara la boda y aún en el trayecto del matrimonio).

Qué difícil se les puso la situación a los hombres machitas que solo querían aplicar la Ley a la mujer. Por eso es que necesitamos a Cristo, pues solamente a través de él es que tenemos acceso al reino de los cielos, tanto los hombres como las mujeres porque somos iguales ante Dios. Debemos recordar que Jesús cumplió la ley en toda su perfección y en la cruz dijo: “consumado es” (Jn. 19:30). La ley, como medio de justificación, no logró cumplir las demandas de Dios y nadie halló justificación ante Dios por medio de la ley, pero en Cristo podemos cumplir con las demandas de Dios y en él somos justificados por su sangre.

Cuando Cristo da la respuesta sobre el divorcio, lo que está haciendo es aclarar de lo que Dios demanda. Si se interpreta que Cristo está estableciendo una causal de divorcio como norma, él se estaría contradiciendo a sí mismo, pues primero dice que en el principio Dios determinó una unión permanente mientras ambos viven y que luego Moisés toleró el divorcio. Recordemos por milésima vez que dicha concesión fue hecha por Moisés y no por Dios; el hecho de que Dios permita (en su soberanía sobre la voluntad del hombre) que algo suceda o se establezca como regla en una comunidad o sociedad específica, no quiere decir que Dios esté de acuerdo con ello. Así pues, Cristo saca a luz el motivo por el cual la concesión fue hecha: POR LA DUREZA DEL CORAZÓN.

Si consideramos de nuevo la reacción de los discípulos y la respuesta final dada por Jesús, podemos estar seguros que Cristo no estaba dando ninguna vía de “salida humana” del matrimonio.

“Le dijeron sus discípulos: Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse. Entonces él les dijo: No todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes es dado. Pues hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que son hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos. El que sea capaz de recibir esto, que lo reciba” (Mt. 19:10-12). 

El que alguien se pueda divorciar de su esposa por causa de inmoralidad sexual y luego casarse con otra es cosa fácil de recibir… los corazón inclinados al mal lo reciben con alegría porque podrían divorciarse y casarse todas las veces que ellos quisieran. Ahora, decir que un hombre y una mujer van a luchar por mantener el amor y la unidad a pesar de todas las situaciones que se puedan presentar, es algo que no todos pueden recibir, sino solo aquellos a quienes es dado (es decir, aquellos que tienen un corazón lleno del amor y la misericordia de Dios, que son perfectos en el amor de Dios). Así que es mejor, según Cristo, ser eunuco o no tocar mujer, como también dice el apóstol Pablo (2 Cor. 7:1), y de esa manera no se corre el riesgo de caer en adulterio o estar ligado toda la vida a un cónyuge dado a la inmoralidad sexual.

- La dureza del corazón
Tristemente muchos cristianos y teólogos no han entendido el verdadero significado de las palabras de Jesús sobre el matrimonio.

Podríamos preguntarnos: ¿a quién o a qué se refirió Jesús cuando dijo estas palabras?  Muchos dicen que Jesús se estaba refiriendo a los varones que querían dejar sus esposas “por cualquier causa”. En parte, el machismo se ve reflejado en estos temas pero Dios no cambia ni ajusta sus leyes de acuerdo a los antojos de nadie o para conformarse a los gustos del hombre.

Más allá de la dureza del corazón del hombre hacia la mujer, también existe una dureza del corazón hacia Dios y hacia sus leyes; en otras palabras, la nación de Israel tenía un corazón terco y rebelde para hacer su propia voluntad y no la voluntad divina que se ajusta solo a los principios de la Biblia. Asimismo, la mayoría de cristianos de hoy tienen un corazón duro para rechazar la santidad y la obediencia a Dios, y anteponen sus sentimientos, sus miedos y sus deseos al llamado supremo del Creador del universo: “Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma; que guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que tengas prosperidad?” (Dt. 10:12, 13).

Si Cristo lo entregó todo por nosotros, y obedeció al Padre en todo, ¿será mucho pedir que lo entreguemos todo por él y que obedezcamos al Padre en todo?

Recordemos que Dios tomó la ilustración del matrimonio para enseñar a Israel el vínculo espiritual que le unía con ellos. Dios era el esposo (Is. 54:5) e Israel era la esposa (Jer. 3:20). No obstante, Israel endureció su corazón y esto le llevó a cometer toda clase de pecados que Dios miró como fornicación o prostitución (Dt. 31:16; Os. 4:12) y adulterio (Ez. 16:30-32) en el sentido espiritual. En este contexto, la palabra fornicación también está asociada a los términos prostitución e inmoralidad sexual.

Ante la infidelidad de Israel, Dios usa la concesión de Moisés como ilustración para enseñar sobre su misericordia con Israel: “Así dijo Jehová: ¿Qué es de la carta de repudio de vuestra madre, con la cual yo la repudié? ¿O quiénes son mis acreedores, a quienes yo os he vendido? He aquí que por vuestras maldades sois vendidos, y por vuestras rebeliones fue repudiada vuestra madre” (Is. 50:1).

Sión es “la madre”; los judíos, los hijos; y Dios, el Marido y el Padre (Jer. 3:14). Dios utiliza el simbolismo del matrimonio y la carta de repudio tolerada por Moisés para expresar su desagrado hacia Israel, pero esto no quiere decir que él apruebe el divorcio. Ahora bien, si Israel se volvía a Dios, él estaría dispuesto a perdonar su infidelidad y a recibirla de nuevo; aún hoy, Dios muestra su amor y su paciencia porque Israel será restaurado según las profecías bíblicas cuando el Mesías vuelva a reinar sobre la tierra.

Dios hubiera podido aplicar simbólicamente la ley que sentenciaba la infidelidad conyugal con la pena de muerte hacia Israel, pero tuvo misericordia. Si así no hubiera sido, la nación de Israel hubiera desaparecido desde la primera infidelidad pues Dios mismo, siendo su marido, con todo derecho le hubiera aplicado la sentencia de muerte sobre ella, por sus fornicaciones (relacionas con la idolatría) que ocurrieron en toda su travesía por el desierto hasta la tierra prometida y siguieron mucho tiempo después que Josué les hubo introducido en Canaán. Dios pudo haber destruido la nación de Israel desde la primera infidelidad pero no lo hizo para preservarla con vida, para tener misericordia de ellos porque era un pueblo duro de corazón y finalmente, después de ser paciente con ellos, les da carta de repudio; esto sigue siendo una ilustración en el contexto de una cultura que practicaba el divorcio y no es una excusa para que el hombre invalide el pacto matrimonial y pretenda recasarse.

Estos asuntos van mucho más allá de lo físico y visible; son ilustraciones que Dios hace con un fin espiritual en mente y hasta que no veamos eso, no podemos entender la profundidad de la Palabra de Dios. Ahora, bajo el Nuevo Pacto prometido, Dios ha dado un corazón de carne (contrario al corazón de piedra) a su pueblo y por lo tanto, su corazón de piedra es transformado en un corazón nuevo (Jer. 32:39, 40).

Dios hizo lo que tenía que hacer: solucionó el problema; cambió el corazón de piedra por un corazón de carne. Por eso, ya no hay dureza de corazón en el verdadero pueblo de Dios y al contrario, el mandamiento ahora es que el “amor cubra las faltas” (1 Ped. 4:8; Pr. 10:12), que el esposo ame a su esposa como Cristo ama la Iglesia “incondicionalmente” y como a sí mismo, restaurando su corazón constantemente (Ef. 5:25-27, 33) y que la esposa ame y respete a su marido (Ef. 5:33). Por eso Pablo dijo con respecto al matrimonio: “Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia” (Ef. 5:32).

Cristo y la Iglesia forman una unión indisoluble que trascenderá a la eternidad; aquí está el ejemplo perfecto que Cristo quiero darnos:

* El esposo ama, cuida y protege a su esposa (como Cristo); nunca la abandona y es siempre fiel.
* La esposa ama y respeta a su esposo (como la Iglesia pura y santa de Cristo); nunca lo abandona y es siempre fiel.
* El ideal de Dios en la Biblia es que si Cristo mora en el corazón del esposo y de la esposa, entonces la unión será por toda la vida, hasta que la muerte los separe. Si alguno de los dos falla, el ideal divino es que haya perdón y reconciliación; si no es posible una reconciliación, Dios nos enseña con su palabra cómo debemos conducirnos pero jamás tolerará el divorcio y mucho menos el recasamiento.

Espero que este estudio bíblico haya dado suficientes argumentos para comprender la posición de Dios frente al divorcio y el recasamiento; decida usted a quién va a obedecer: a Dios o a los hombres… a una sana interpretación de la Biblia o a los conceptos errados de quienes buscan pretextos para vivir a su manera y no a la manera que Dios manda. Por mi parte, seguiré practicando, predicando y poniendo en alto lo que la Biblia declara: “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios”  (Heb. 13:4).

- Casos especiales
Ya se ha expuesto lo que la Biblia presenta acerca del divorcio; sin embargo, debemos considerar algunos casos especiales que aunque la Biblia no los registre, sí debemos tenerlos en cuenta. Lo más importante es que siempre estemos en armonía con la Escritura y honremos los principios de Dios, orando y buscando la guianza del Espíritu Santo.

* Si una persona se casa con otra y fue engañada en el siguiente aspecto: la otra persona ya estaba casada legalmente y con mentiras, buscó otra relación sentimental pero ante Dios todavía está casada; por tanto, este segundo matrimonio no tiene validez ante Dios.

* Si una persona se casa con otra y fue engañada en el siguiente aspecto: la otra persona es consciente de que tiene problemas a nivel sexual que le impiden brindarle a su cónyuge una relación sexual satisfactoria  pero por miedo a ser rechazado o rechazada oculta esta situación y se casa, simulando su capacidad para asumir el deber conyugal; por tanto, después del matrimonio, el cónyuge que desconoce este tema se da cuenta de la situación y obviamente esto impide una primera relación sexual que consume la unión matrimonial como lo enseña la Biblia: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Gn. 2:24). Por tal motivo, el afectado o afectada está en su derecho en ese momento (porque no ha tenido una unión sexual con su cónyuge) y debe manifestar ante un ministro del evangelio o una autoridad espiritual correspondiente lo que ha sucedido como testimonio de su integridad ante Dios. Así pues, dado que no hubo una consumación del matrimonio, esta unión no tiene validez ante Dios y no se debe obligar al afectado o a la afectada a que permanezca con una persona que le ha engañado en algo que es supremamente importante y vital para la vida en pareja.

Es muy probable que este caso no se presente en personas que nunca han tenido una relación sexual ya que no conocen su incapacidad sexual, a no ser que hubiesen indicios psicológicos o físicos para dudar; por consiguiente, si alguien tuviera dudas al respecto, su obligación moral con su futuro cónyuge (antes del matrimonio) es consultar a un especialista y verificar si es idóneo para una vida sexual activa como lo demanda el matrimonio; además, en el noviazgo debe existir una comunicación suficiente al respecto y en la iglesia local debe haber una enseñanza bien diseñada y fundamentada en la Biblia que brinde información esencial para parejas que buscan llegar al matrimonio.

Otro caso que se puede presentar es que después de estar casados, se den dificultades psicológicas o físicas a nivel sexual y su deber es apoyarse mutuamente con amor, sabiduría y dirección de Dios, buscando una orientación profesional y espiritual al respecto pero esto no invalida el matrimonio porque ya hubo una primera relación sexual que consumó el pacto matrimonial y una vida sexual activa durante determinado tiempo.

* Si una persona es forzada a casarse y es menor de edad, en unas condiciones en las cuales no tiene la capacidad de decidir por sí mismo (a), este matrimonio no debería ser considerado como algo válido ante Dios porque no ha sido hecho bajo la voluntad dispuesta y consciente sino bajo presión y por amenazas o intereses de terceros. Según la Biblia, el matrimonio es un compromiso formal, consciente y voluntario pero en el caso expuesto no existe un carácter voluntario. Ahora bien, sea un menor de edad o un adulto, es necesario evaluar en oración y en un diálogo abierto con la persona implicada para saber en qué condiciones reales ocurrieron los hechos para juzgar si es válido ante Dios o no; sin embargo, si la persona está mintiendo en este aspecto, tendrá que rendir cuentas ante Dios y él no tendrá por inocente al culpable.

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