- Oísteis que fue dicho
En el libro de
Mateo encontramos que Cristo usó un estilo de enseñanza en el cual mostraba una
afirmación de la Ley de Moisés y luego emitía una afirmación que trascendía
para acentuar que los mandamientos que el Padre le dio (es decir su Palabra y
su mensaje) estaban por encima de la Ley de Moisés:
“Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y
cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera
que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga:
Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga:
Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego” (Mt. 5:21, 22).
“Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero
yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con
ella en su corazón”
(Mt. 5:27, 28).
Cristo dijo: “Y yo os digo” (Mt. 19:9). Si su palabra
trasciende y cumple la Ley de Moisés (en cuanto a las leyes que Dios le dio),
¿será que la Palabra de Cristo puede trascender las concesiones de Moisés (no
establecidas por Dios)?
En realidad,
existe gran confusión en torno a lo que dijo Jesús cuando habló acerca del
divorcio en Mateo capítulo 19. Muchos piensan que Jesús estaba respaldando o
estableciendo una “nueva” causa para permitir el divorcio pero en realidad no
es eso lo que ocurre.
La verticalidad
y la rectitud de Cristo en su enseñanza son razones inquebrantables para
entender que Jesús no altera los principios divinos ni favorece la
desobediencia a lo establecido en su palabra; un ejemplo clarísimo de esto lo
hallamos en el contexto de la enseñanza del Sermón del Monte en Mateo capítulo
5.
Jesús dijo: “No penséis que he venido para abrogar la
ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de
cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una
tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que
cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a
los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera
que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos”
(Mt. 5:17-19).
El Señor
establece que él no vino a abrogar (eliminar) la ley sino para cumplirla.
Cristo recalca la importancia de la ley y los mandamientos; esto nos indica lo
serio que es Dios con respecto a sus ordenanzas. Así pues, él continúa diciendo
algo que nos debe hacer entender mejor su enseñanza: “Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los
escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt. 5:20).
Jesús les
propone a sus oyentes que la entrada al reino de los cielos no es tan fácil
como ellos piensan o como pensarían “los escribas y fariseos”. Jesús dice que
la justicia debe ser mayor que la de los escribas y fariseos para poder entrar
al cielo. Pero ¿por qué dice esto Jesús? Él lo dice porque la gente creía que
los escribas y los fariseos eran “los más santos de todos” y pensaban que
verdaderamente cumplían con los requerimientos de “la ley de Dios” y que
ciertamente ellos seguían todo lo que ésta requería, pero Jesús dice lo
contrario. ¡Vaya decepción! Estos religiosos no habían entendido el verdadero
significado de la ley divina porque la tomaban a su manera, pero Cristo les da
una sorpresa cuando les aclara cuál es el verdadero significado de lo que Dios
requiere. Recordemos las palabras de Jesús: “oísteis
que fue dicho... mas yo os digo”. En verdad, Cristo no está cambiando los
mandamientos sino que él está aclarando el verdadero significado del
mandamiento. Lo que Cristo está haciendo aquí es declarando la verdadera
interpretación a la ley dada por Moisés, la cual dijo al comienzo que no había
venido a abrogar sino a cumplir. Veamos a continuación la enseñanza de Jesús y
los siguientes puntos en paralelo:
La ley de Moisés (oísteis que fue
dicho)
|
La aclaración de Jesús (mas yo os
digo)
|
“No matarás” (Éx. 20:13).
“Oísteis que
fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable
de juicio”
(Mt. 5:22).
|
“Pero yo os
digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio;
y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y
cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego” (Mt. 5:22).
|
“No cometerás
adulterio”
(Éx. 20:14).
“Oísteis que
fue dicho: No cometerás adulterio” (Mt. 5:27).
|
“Pero yo os
digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con
ella en su corazón”
(Mt. 5:28).
|
“El que
repudia a su mujer dele carta de divorcio” (Dt. 24:1)
|
“Y yo os digo
que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se
casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera” (Mt. 19:9).
|
“Y no juraréis
falsamente por mi nombre, profanando así el nombre de tu Dios. Yo Jehová” (Lv. 19:12)
“Además habéis
oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus
juramentos”
(Mt. 5:33).
|
“Pero yo os
digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de
Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén,
porque es la ciudad del gran Rey. Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes
hacer blanco o negro un solo cabello. Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no,
no; porque lo que es más de esto, de mal procede” (Mt.
5:34-37).
|
“Mas si
hubiere muerte, entonces pagarás vida por vida, ojo por ojo, diente por
diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por
herida, golpe por golpe.” (Éx. 21:23-25).
“Oísteis que
fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente” (Mt. 5:38).
|
“Pero yo os
digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la
mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y
quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a
llevar carga por una milla, vé con él dos. Al que te pida, dale; y al que
quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses” (Mt.
5:39-42).
|
“No te
vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu
prójimo como a ti mismo. Yo Jehová” (Lv. 19:18).
“Oísteis que
fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo” (Mt. 5:43).
A
la frase “amarás a tu prójimo” los
judíos añadieron después (de forma incorrecta) “y aborrecerás a tu enemigo”, quizás interpretando mal algunas
expresiones como las del salmista David: “¿No
odio, oh Jehová, a los que te aborrecen, y me enardezco contra tus enemigos?
Los aborrezco por completo; los tengo por enemigos” (Sal. 139:21, 22).
|
“Pero yo os
digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a
los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que
seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol
sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si
amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo
los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de
más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como
vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mt. 5:44-48)
|
El que piense
que la Ley de Moisés era más exigente que Jesús, está completamente equivocado
porque no conoce el carácter santo, celoso y vertical del Maestro. Así pues,
los “escribas y fariseos” entendían y enseñaban sobre el divorcio, haciendo que
el hombre repudiara a su mujer por cualquier causa, como lo indicaron al
preguntarle a Jesús si era lícito “repudiar
a la mujer por cualquier causa” (Mt. 19:7) a lo que Jesús contestó de forma
recta y sabia. Ahora bien, Jesús dice que la única causa para dar carta de
divorcio a la mujer (bajo la ley de Moisés) es la “fornicación”. Como vemos,
Jesús no está dando una nueva concesión sino que está diciendo cuál es la razón
por la que el divorcio fue permitido en la ley de Moisés.
Al leer el
evangelio de Mateo en contexto, Cristo lo que hizo fue hacer entender a todos
sus oyentes que ellos no eran lo suficientemente justos (con una justicia mayor
que la de los escribas y fariseos) como para poder entrar al reino de los
cielos, pues si “los más santos” no son los suficientemente justos, ¿en dónde
queda entonces el resto del pueblo?... no tiene esperanza. Asimismo hoy: todos
los que promueven y justifican el divorcio y el recasamiento no tienen una
justicia mayor que la de los escribas y fariseos del tiempo de Jesús; por
tanto, no podrán entrar al reino de los cielos.
Para cerrar el
discurso, Cristo les dice: “Sed, pues,
vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mt.
5:48). En otras palabras, el estándar es más alto de lo que ellos pensaban, más
alto aún que lo que los escribas y fariseos pensaban; el estándar es ser
perfecto como Dios es perfecto; sin embargo, la interpretación de perfecto
apunta hacia el amor y la misericordia de Dios (Lc. 16:36) y no hacia la
infalibilidad divina, pues ningún hombre podría alcanzar esta condición de
perfección, pero sí podría con la gracia de Dios a través de Cristo, inclinar
su corazón al amor verdadero y a la misericordia divina hacia el prójimo y
cuánto más hacia el cónyuge (en caso de que cometiera algún acto de inmoralidad
antes de que llegara la boda y aún en el trayecto del matrimonio).
Qué difícil se
les puso la situación a los hombres machitas que solo querían aplicar la Ley a
la mujer. Por eso es que necesitamos a Cristo, pues solamente a través de él es
que tenemos acceso al reino de los cielos, tanto los hombres como las mujeres
porque somos iguales ante Dios. Debemos recordar que Jesús cumplió la ley en
toda su perfección y en la cruz dijo: “consumado
es” (Jn. 19:30). La ley, como medio de justificación, no logró cumplir las
demandas de Dios y nadie halló justificación ante Dios por medio de la ley,
pero en Cristo podemos cumplir con las demandas de Dios y en él somos
justificados por su sangre.
Cuando Cristo da
la respuesta sobre el divorcio, lo que está haciendo es aclarar de lo que Dios
demanda. Si se interpreta que Cristo está estableciendo una causal de divorcio
como norma, él se estaría contradiciendo a sí mismo, pues primero dice que en
el principio Dios determinó una unión permanente mientras ambos viven y que
luego Moisés toleró el divorcio. Recordemos por milésima vez que dicha
concesión fue hecha por Moisés y no por Dios; el hecho de que Dios permita (en
su soberanía sobre la voluntad del hombre) que algo suceda o se establezca como
regla en una comunidad o sociedad específica, no quiere decir que Dios esté de
acuerdo con ello. Así pues, Cristo saca a luz el motivo por el cual la
concesión fue hecha: POR LA DUREZA DEL CORAZÓN.
Si consideramos
de nuevo la reacción de los discípulos y la respuesta final dada por Jesús,
podemos estar seguros que Cristo no estaba dando ninguna vía de “salida humana”
del matrimonio.
“Le dijeron sus discípulos: Si así es la condición
del hombre con su mujer, no conviene casarse. Entonces él les dijo: No todos
son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes es dado. Pues hay eunucos
que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que son hechos eunucos
por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa
del reino de los cielos. El que sea capaz de recibir esto, que lo reciba” (Mt. 19:10-12).
El que alguien
se pueda divorciar de su esposa por causa de inmoralidad sexual y luego casarse
con otra es cosa fácil de recibir… los corazón inclinados al mal lo reciben con
alegría porque podrían divorciarse y casarse todas las veces que ellos
quisieran. Ahora, decir que un hombre y una mujer van a luchar por mantener el
amor y la unidad a pesar de todas las situaciones que se puedan presentar, es
algo que no todos pueden recibir, sino solo aquellos a quienes es dado (es
decir, aquellos que tienen un corazón lleno del amor y la misericordia de Dios,
que son perfectos en el amor de Dios). Así que es mejor, según Cristo, ser
eunuco o no tocar mujer, como también dice el apóstol Pablo (2 Cor. 7:1), y de
esa manera no se corre el riesgo de caer en adulterio o estar ligado toda la
vida a un cónyuge dado a la inmoralidad sexual.
- La dureza del corazón
Tristemente
muchos cristianos y teólogos no han entendido el verdadero significado de las
palabras de Jesús sobre el matrimonio.
Podríamos
preguntarnos: ¿a quién o a qué se refirió Jesús cuando dijo estas
palabras? Muchos dicen que Jesús se
estaba refiriendo a los varones que querían dejar sus esposas “por cualquier
causa”. En parte, el machismo se ve reflejado en estos temas pero Dios no
cambia ni ajusta sus leyes de acuerdo a los antojos de nadie o para conformarse
a los gustos del hombre.
Más allá de la
dureza del corazón del hombre hacia la mujer, también existe una dureza del corazón
hacia Dios y hacia sus leyes; en otras palabras, la nación de Israel tenía un
corazón terco y rebelde para hacer su propia voluntad y no la voluntad divina
que se ajusta solo a los principios de la Biblia. Asimismo, la mayoría de
cristianos de hoy tienen un corazón duro para rechazar la santidad y la
obediencia a Dios, y anteponen sus sentimientos, sus miedos y sus deseos al
llamado supremo del Creador del universo: “Ahora,
pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que
andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo
tu corazón y con toda tu alma; que guardes los mandamientos de Jehová y sus
estatutos, que yo te prescribo hoy, para que tengas prosperidad?” (Dt.
10:12, 13).
Si Cristo lo entregó
todo por nosotros, y obedeció al Padre en todo, ¿será mucho pedir que lo
entreguemos todo por él y que obedezcamos al Padre en todo?
Recordemos que
Dios tomó la ilustración del matrimonio para enseñar a Israel el vínculo
espiritual que le unía con ellos. Dios era el esposo (Is. 54:5) e Israel era la
esposa (Jer. 3:20). No obstante, Israel endureció su corazón y esto le llevó a
cometer toda clase de pecados que Dios miró como fornicación o prostitución
(Dt. 31:16; Os. 4:12) y adulterio (Ez. 16:30-32) en el sentido espiritual. En
este contexto, la palabra fornicación también está asociada a los términos
prostitución e inmoralidad sexual.
Ante la
infidelidad de Israel, Dios usa la concesión de Moisés como ilustración para
enseñar sobre su misericordia con Israel: “Así
dijo Jehová: ¿Qué es de la carta de repudio de vuestra madre, con la cual yo la
repudié? ¿O quiénes son mis acreedores, a quienes yo os he vendido? He aquí que
por vuestras maldades sois vendidos, y por vuestras rebeliones fue repudiada
vuestra madre” (Is. 50:1).
Sión es “la
madre”; los judíos, los hijos; y Dios, el Marido y el Padre (Jer. 3:14). Dios
utiliza el simbolismo del matrimonio y la carta de repudio tolerada por Moisés
para expresar su desagrado hacia Israel, pero esto no quiere decir que él
apruebe el divorcio. Ahora bien, si Israel se volvía a Dios, él estaría
dispuesto a perdonar su infidelidad y a recibirla de nuevo; aún hoy, Dios
muestra su amor y su paciencia porque Israel será restaurado según las
profecías bíblicas cuando el Mesías vuelva a reinar sobre la tierra.
Dios hubiera
podido aplicar simbólicamente la ley que sentenciaba la infidelidad conyugal
con la pena de muerte hacia Israel, pero tuvo misericordia. Si así no hubiera
sido, la nación de Israel hubiera desaparecido desde la primera infidelidad
pues Dios mismo, siendo su marido, con todo derecho le hubiera aplicado la
sentencia de muerte sobre ella, por sus fornicaciones (relacionas con la
idolatría) que ocurrieron en toda su travesía por el desierto hasta la tierra
prometida y siguieron mucho tiempo después que Josué les hubo introducido en
Canaán. Dios pudo haber destruido la nación de Israel desde la primera
infidelidad pero no lo hizo para preservarla con vida, para tener misericordia
de ellos porque era un pueblo duro de corazón y finalmente, después de ser
paciente con ellos, les da carta de repudio; esto sigue siendo una ilustración
en el contexto de una cultura que practicaba el divorcio y no es una excusa
para que el hombre invalide el pacto matrimonial y pretenda recasarse.
Estos asuntos
van mucho más allá de lo físico y visible; son ilustraciones que Dios hace con
un fin espiritual en mente y hasta que no veamos eso, no podemos entender la
profundidad de la Palabra de Dios. Ahora, bajo el Nuevo Pacto prometido, Dios
ha dado un corazón de carne (contrario al corazón de piedra) a su pueblo y por
lo tanto, su corazón de piedra es transformado en un corazón nuevo (Jer. 32:39,
40).
Dios hizo lo que
tenía que hacer: solucionó el problema; cambió el corazón de piedra por un
corazón de carne. Por eso, ya no hay dureza de corazón en el verdadero pueblo
de Dios y al contrario, el mandamiento ahora es que el “amor cubra las faltas”
(1 Ped. 4:8; Pr. 10:12), que el esposo ame a su esposa como Cristo ama la Iglesia
“incondicionalmente” y como a sí mismo, restaurando su corazón constantemente
(Ef. 5:25-27, 33) y que la esposa ame y respete a su marido (Ef. 5:33). Por eso
Pablo dijo con respecto al matrimonio: “Grande
es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia” (Ef.
5:32).
Cristo y la Iglesia
forman una unión indisoluble que trascenderá a la eternidad; aquí está el
ejemplo perfecto que Cristo quiero darnos:
* El esposo ama,
cuida y protege a su esposa (como Cristo); nunca la abandona y es siempre fiel.
* La esposa ama
y respeta a su esposo (como la Iglesia pura y santa de Cristo); nunca lo
abandona y es siempre fiel.
* El ideal de
Dios en la Biblia es que si Cristo mora en el corazón del esposo y de la
esposa, entonces la unión será por toda la vida, hasta que la muerte los
separe. Si alguno de los dos falla, el ideal divino es que haya perdón y
reconciliación; si no es posible una reconciliación, Dios nos enseña con su
palabra cómo debemos conducirnos pero jamás tolerará el divorcio y mucho menos
el recasamiento.
Espero que este
estudio bíblico haya dado suficientes argumentos para comprender la posición de
Dios frente al divorcio y el recasamiento; decida usted a quién va a obedecer:
a Dios o a los hombres… a una sana interpretación de la Biblia o a los
conceptos errados de quienes buscan pretextos para vivir a su manera y no a la
manera que Dios manda. Por mi parte, seguiré practicando, predicando y poniendo
en alto lo que la Biblia declara: “Honroso
sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a
los adúlteros los juzgará Dios”
(Heb. 13:4).
- Casos
especiales
Ya se ha expuesto lo que la Biblia presenta acerca del
divorcio; sin embargo, debemos considerar algunos casos especiales que aunque
la Biblia no los registre, sí debemos tenerlos en cuenta. Lo más importante es
que siempre estemos en armonía con la Escritura y honremos los principios de
Dios, orando y buscando la guianza del Espíritu Santo.
* Si una persona se casa con otra y fue engañada en el
siguiente aspecto: la otra persona ya estaba casada legalmente y con mentiras,
buscó otra relación sentimental pero ante Dios todavía está casada; por tanto,
este segundo matrimonio no tiene validez ante Dios.
* Si una persona se casa con otra y fue engañada en el
siguiente aspecto: la otra persona es consciente de que tiene problemas a nivel
sexual que le impiden brindarle a su cónyuge una relación sexual
satisfactoria pero por miedo a ser
rechazado o rechazada oculta esta situación y se casa, simulando su capacidad
para asumir el deber conyugal; por tanto, después del matrimonio, el cónyuge
que desconoce este tema se da cuenta de la situación y obviamente esto impide
una primera relación sexual que consume la unión matrimonial como lo enseña la
Biblia: “Por tanto, dejará el hombre a su
padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Gn.
2:24). Por tal motivo, el afectado o afectada está en su derecho en ese momento
(porque no ha tenido una unión sexual con su cónyuge) y debe manifestar ante un
ministro del evangelio o una autoridad espiritual correspondiente lo que ha
sucedido como testimonio de su integridad ante Dios. Así pues, dado que no hubo
una consumación del matrimonio, esta unión no tiene validez ante Dios y no se
debe obligar al afectado o a la afectada a que permanezca con una persona que
le ha engañado en algo que es supremamente importante y vital para la vida en
pareja.
Es muy probable que este caso no se presente en
personas que nunca han tenido una relación sexual ya que no conocen su
incapacidad sexual, a no ser que hubiesen indicios psicológicos o físicos para
dudar; por consiguiente, si alguien tuviera dudas al respecto, su obligación moral
con su futuro cónyuge (antes del matrimonio) es consultar a un especialista y
verificar si es idóneo para una vida sexual activa como lo demanda el
matrimonio; además, en el noviazgo debe existir una comunicación suficiente al
respecto y en la iglesia local debe haber una enseñanza bien diseñada y
fundamentada en la Biblia que brinde información esencial para parejas que
buscan llegar al matrimonio.
Otro caso que se puede presentar es que después de
estar casados, se den dificultades psicológicas o físicas a nivel sexual y su
deber es apoyarse mutuamente con amor, sabiduría y dirección de Dios, buscando
una orientación profesional y espiritual al respecto pero esto no invalida el
matrimonio porque ya hubo una primera relación sexual que consumó el pacto
matrimonial y una vida sexual activa durante determinado tiempo.
* Si una persona es forzada a casarse y es menor de
edad, en unas condiciones en las cuales no tiene la capacidad de decidir por sí
mismo (a), este matrimonio no debería ser considerado como algo válido ante
Dios porque no ha sido hecho bajo la voluntad dispuesta y consciente sino bajo
presión y por amenazas o intereses de terceros. Según la Biblia, el matrimonio
es un compromiso formal, consciente y voluntario pero en el caso expuesto no
existe un carácter voluntario. Ahora bien, sea un menor de edad o un adulto, es
necesario evaluar en oración y en un diálogo abierto con la persona implicada
para saber en qué condiciones reales ocurrieron los hechos para juzgar si es
válido ante Dios o no; sin embargo, si la persona está mintiendo en este
aspecto, tendrá que rendir cuentas ante Dios y él no tendrá por inocente al
culpable.
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