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martes, 2 de junio de 2015

Santidad interna y externa Parte XII


h. Uso de maquillaje

¿Cuál es la verdad acerca del maquillaje? La mayoría de las mujeres (aún algunas niñas pequeñas) lo usan; de igual forma, hay hombres que han tomado el hábito de maquillarse. No obstante, pocos conocen su historia; aún menos, se ha estudiado o se ha comprobado lo que la Palabra de Dios podría hablarnos al respecto de este tema que es polémico en muchas iglesias cristianas.

Alguien podría preguntar: ¿es importante saber sobre la historia del maquillaje? ¿se habla de los cosméticos en la Biblia? ¿aprueba la Biblia su uso? ¿es malo el maquillaje? ¿qué principios aplicar en este caso? Miremos algunas respuestas en la historia y en la Biblia.

Mientras pensamos en estas cosas, la industria de los cosméticos gana miles de millones de dólares cada año. La moda y Hollywood han puesto el estándar para la belleza y la mayoría de las personas están de acuerdo con este sistema porque muchas mujeres de todas las edades usan maquillaje. Para ellas es importante estar a la moda, pero ¿es una práctica congruente con los principios de Dios que se encuentran en la Biblia? ¿podría incluso ser pecado? ¿es agradable o no ante los ojos de Dios el usar maquillaje?

Por supuesto, a la mayoría de la gente no le interesa lo que Dios dice porque la Biblia no tiene significado o valor para ellos; además, no es su prioridad el honrar a Dios en cada aspecto de su vida… solamente están interesados en complacerse a ellos mismos o en ser aceptados por los demás. No obstante, hay hombres y mujeres que quieren saber lo que Dios dice en su palabra; si usted se identifica con este tipo de creyentes, le invito a que siga leyendo este estudio… de lo contrario, le garantizo que estará predispuesto al leer sobre este tema y su corazón no se abrirá para captar lo que Dios demanda. Por tanto, ore al Señor que le permita comprender cuál es su voluntad sin adulterar los principios bíblicos ni minimizar las verdades eternas de la Palabra de Dios que nunca han cambiado ni cambiarán jamás.

Recuerde que la Biblia es el Manual de Instrucciones de Dios para la humanidad (y especialmente para aquellos que dicen amarle y obedecer sus palabras). Este libro revela nuestra condición de pecado ante Dios y que no podemos agradar a Dios en nuestras propias fuerzas, nos muestra al único Salvador enviado por el Padre, nos enseña el camino para volver a Dios a través de su muerte en la cruz y nos lleva a un nuevo nacimiento en Cristo para dejar las cosas pasadas y que todas sean hechas nuevas (2 Cor. 5:17); asimismo, la Biblia nos da las pautas de Dios para tener una vida cristiana que refleje su carácter al máximo nivel. No se trata de entregar nuestra vida a Dios en un porcentaje o en las áreas que queremos; Dios pide que entreguemos todo nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo. Si Cristo lo entregó todo sin condición ni reserva, ¿por qué nos sorprende que Cristo nos pida que lo rindamos todo por amor a él?

Desafortunadamente, la mayoría de personas (y muchos cristianos incluidos) ha rechazado la Biblia como una fuente de autoridad en sus vidas; algunos ni la leen, otros la leen pero no se esfuerzan en adquirir sabiduría de Dios para su desarrollo espiritual; otros la leen pero la interpretan según su conveniencia, y otros la leen pero no quieren obedecerla. Así pues, los malos hábitos tienen más fuerza que las demandas de Dios y hay muchas cosas que no están dispuestos a rendir a los pies de Jesús.

Todo lo que se va a exponer a continuación aplica tanto para hombres como para mujeres, aunque el énfasis se haga en la mujer debido a que ella suele tener una fuerte tendencia psicológica y social hacia la vanidad (y el maquillaje tiene mucho que ver).

Usted necesita saber lo que la Biblia declara acerca de cualquier tema (incluyendo la santidad externa y el uso del maquillaje). Si un aspecto de nuestra vida es importante para Dios, este asunto se menciona en la Biblia (específicamente o mediante principios). En otras palabras, hay mandamientos claros en la Biblia; por ejemplo, “no matarás”, “no hurtarás”, etc. Sin embargo, hay cuestiones que no se encuentran de forma literal pero tenemos principios que rigen en el A.T. y en el N.T., los cuales debemos conocer y asimilar para guardar nuestra vida de todo lo que empañe el reflejo de las virtudes de Dios en nosotros.

EL CRISTIANISMO PRECISAMENTE SE CENTRA EN SEGUIR A CRISTO, DESARROLLAR SUS VIRTUDES Y REFLEJAR AL MUNDO EL CARÁCTER PERFECTO DE CRISTO EN NOSOTROS; SI ÉSTA NO ES NUESTRA PRIORIDAD Y NO ESTAMOS DISPUESTOS A QUE CRISTO SE FORME EN NOSOTROS EN CADA ASPECTO DE LA VIDA, ENTONCES NO TIENE NINGÚN SENTIDO EL PRETENDER UNA VIDA CRISTIANA QUE NO REFLEJE A CRISTO.

Volviendo al tema del maquillaje, sabemos que esta práctica se ha vuelto una costumbre mundial; no obstante, esta situación se ha dado de un modo progresivo, a medida que los antivalores han tomado un lugar preeminente en el corazón de la mayoría de las personas. Así pues, este hábito se ha vuelto socialmente aceptable más recientemente de lo que usted piensa. Por lo tanto, aún el hecho de leer o escuchar sobre este tema, en donde se cuestiona la vanidad en el uso del maquillaje, puede parecerle pasado de moda o anticuado a millones de personas (sobre todo a las mujeres); por supuesto, muchos hombres y mujeres se han acostumbrado y se sienten cómodos con su uso generalizado, pero nuestro deber como cristianos es darle prioridad al conocimiento de la voluntad divina a través de la Biblia, con el fin de asimilar y obedecer valores bíblicos inmutables en el tiempo y crecer en nuestra relación personal con Dios, para enseñar a otros todo lo que enriquece la vida cristiana y lo que hace brillar el buen testimonio a un mundo que perece porque se aleja de la palabra de Dios y porque carece de ejemplos dignos de imitar que confronten su condición de pecado ante Dios.

El objetivo de este estudio no es condenar a nadie ni mucho menos afirmar que el abstenerse del maquillaje tenga méritos para nuestra salvación pero quiero generar un espacio de reflexión.

¿Cuál es la verdad acerca del maquillaje? ¿cuáles son los argumentos para afirmar que es una práctica que no armoniza con los principios de Dios? ¿cuáles son las evidencias que se pueden encontrar al respecto?

Historia reciente
El maquillaje es usado en todas partes. ¿Cuándo fue la última vez que usted prendió la televisión, observó una película o fue a un supermercado y no vio a mujeres usando maquillaje? En esta época, probablemente nunca. Este no era el caso en una o en varias generaciones atrás porque los valores éticos y morales fueron más honrados en muchos aspectos de la vida en comparación con el tiempo presente. Sin embargo, la sociedad en general y la mentalidad moderna han asumido una flexibilidad impresionante para diferenciar lo bueno de lo malo porque cada uno hace lo que bien le parece, desconociendo la Palabra de Dios.

Lea la siguiente referencia histórica del año 1956: “Las dos últimas décadas han visto al maquillaje progresar de su temprana categoría de presunción de la mujer, a convertirse en un arte y en una parte integral de la belleza y psicología femenina. El principal crédito por este cambio radical en la aceptación del uso extendido de los cosméticos debe ir a la industria de las películas, la cual estableció nuevos estándares de belleza y trajo nuevos productos y principios de aplicación y uso al mundo de las mujeres” (Enciclopedia Americana, Vol. 18, Edición de 1956, p. 157).

A principios del siglo XX, el maquillaje era visto como algo que solo las mujeres presumidas, vanidosas y orgullosas usaban. Con la invención de las películas y la televisión, Hollywood enfocó la atención pública en la imagen del rostro de una aspirante a actriz cinematográfica cubierta con cosméticos. Una vez que esta imagen fue aceptada por las masas, los cosméticos se tornaron comunes y socialmente aceptados como normales. Así pues, quien se pronuncie en contra de este sistema de vanidad sufre una estigmatización de fanático, anticuado, santurrón, pasado de moda y toda clase de palabras despectivas; obviamente, el exponer la superficialidad de la vanidad siempre generará reacciones de aquellos que se sienten cómodos con esta conducta y que no quieren salir de su zona de comodidad, pero gracias a Dios todavía hay hombres y mujeres que estamos dispuestos a enseñar con argumentos razonables los principios de la Palabra de Dios sin importar el precio. Si quieres seguir el ejemplo de Cristo y predicas la verdad, siempre tendrás gente en tu contra. Gloria a Dios por este privilegio.

Volviendo al tema central, notemos que la industria del cine ha sido la principal responsable de asociar el maquillaje con la belleza ideal al presentar a las actrices de Hollywood como un modelo de belleza superior. Se volvió normal que chicas jóvenes y mujeres busquen ser tan atractivas y deseables como las mujeres que se convirtieron en sus ídolos. Cientos de millones de fanáticas quieren verse como sus estrellas favoritas del cine; incluso niñas pequeñas pueden obsesionarse con ser bonitas, cuando deberían estar disfrutando de su niñez y jugando sanamente. Ellas pueden fácilmente convertirse en esclavas de las tendencias de la moda que son inseparables del uso del maquillaje.

Si damos una mirada al pasado, fue solo después de la 2ª Guerra Mundial que la industria de los cosméticos comenzó a promover, a través de publicidad, el falso concepto de la belleza perfecta. De manera relativamente rápida, este pensamiento fue aceptado alrededor del mundo, con mujeres y niñas enamorándose de la idea de que podían ser más atractivas.

La vanidad (el deseo desmedido de sentirse más hermosa, deseada y admirada) es lo que causa que las mujeres usen todo tipo de maquillaje para mostrar una apariencia supuestamente más agradable y éste es quizás el más poderoso de los impulsos humanos porque todo gira en torno al yo y a la autoaceptación. Por esta razón, quienes promueven y defienden el uso del maquillaje reflejan en su actitud que viven en busca de la aprobación social de los demás; aunque muchas digan que lo hacen para sentirse bien y para verse más bonitas, estas excusas no pueden ocultar que hay un sistema social que ha establecido paradigmas mentales muy fuertes en relación con la belleza, alimentando el apetito voraz de la vanidad que es un deseo insaciable que jamás se cansa de gastar y de afanarse por una apariencia física ideal que tarde o temprano se desgasta y que deja muchos sinsabores en un corazón humano vacío de Dios.

“He aquí, diste a mis días término corto, y mi edad es como nada delante de ti; ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive. Ciertamente como una sombra es el hombre; ciertamente en vano se afana; amontona riquezas, y no sabe quién las recogerá” (Sal. 39:5, 6)

La palabra vanidad aquí tiene un significado complementario en este contexto de la Biblia y aplica a lo mismo: todo pasa, todo cambia, todo es momentáneo; así es la vida del hombre. En cuanto al pecado de la vanidad, podríamos decir que es una fuerza poderosa en todos los seres humanos, y es mucho más fuerte de lo que la mayoría entiende porque todos tenemos un amor propio natural y humano, pero el pecado de la vanidad opera cuando salimos de los límites de un amor propio equilibrado y perdemos el verdadero sentido de la vida, olvidando lo que Dios honra: la humildad, la sencillez, la modestia, el pudor, el recato, la moderación, la naturalidad, la trasparencia, la verdad, la santidad y la pureza. En cambio, la vanidad realza todo lo que Dios aborrece: la soberbia, la arrogancia, la presunción, la vanagloria, la hipocresía, la falsedad, lo artificial, el materialismo, el egoísmo y la rebeldía.

Quien honra la santidad puede decir con confianza:
…no me apego a mis conceptos personales
…rindo mi vida a Dios cada día y pido dirección para entender y hacer su voluntad
…entrego mi corazón y mis pensamientos al Señor para que su Palabra gobierne en cada área de mi vida

Recordemos el consejo de Dios: “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Cor. 10:3-5)

Quien honra la vanidad dirá:
…Dios no se interesa por la apariencia externa sino que él mira el corazón
…nadie puede decirme cómo vestir o qué cosas hacer con mi cuerpo
…soy libre y puedo hacer lo que yo quiera con tal que mi conciencia esté tranquila
…si para mí algo no es malo, entonces no hay problema

Si usted todavía tiene dudas de que Dios honra la santidad y que aborrece la vanidad, le recomiendo que lea mejor las Sagradas Escrituras, con un corazón sencillo para ser renovado por el Espíritu Santo y con una actitud de oración honesta para entender quién es Dios y cuáles son sus virtudes morales porque él no es un Dios que se complace en la maldad (Sal. 5:4). Dios llama al pecado por su nombre y no se anda por las ramas. Nosotros somos los que buscamos evasivas y excusas para no enfrentarnos con el espejo de la palabra y ver nuestra verdadera condición delante de Dios.

Tengamos cuidado de que no acontezca lo que Dios dijo a través del profeta Isaías y que es la triste realidad de muchos hoy en día: “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!” (Is. 5:20).

Cada persona debe tener precaución porque la vanidad trabaja en nuestro interior de formas muy sutiles. Sea honesto consigo mismo y admita que esta tendencia está dentro de usted; si se descuida, lo llevara a cometer muchos errores que afectarán su vida espiritual.

Por eso alguien dijo que el pecado favorito de Satanás es la vanidad… y esto fue lo que lo condujo a la rebelión contra Dios porque cuestionó la autoridad de Dios, pretendiendo ser semejante a él y su fin fue la corrupción de su dignidad y la separación eterna de Dios. El pudo haber aceptado el señorío de Dios en su vida pero prefirió hacer su propia voluntad; éste es el principio de la vanidad: preferir nuestro deseo al deseo de Dios, nuestro concepto al concepto de Dios, nuestra forma de pensar, hablar y actuar por encima de la Palabra de Dios. Esta estrategia fue la que la serpiente utilizó en el huerto de Edén para engañar a Eva: sembrar en ella la semilla de la rebelión al cuestionar la bondad de Dios, poner duda frente a la veracidad de su Palabra y estimular el deseo de hacer lo contrario a lo que Dios estableció.

Notemos algo: el orgullo y la vanidad son la razón por la cual la Enciclopedia Británica define “cosméticos” como “…productos que nadie necesita — pero quererlos es naturaleza humana. Hoy, el deseo de lucir mejor, oler mejor y así sentirse mejor causa que los consumidores alrededor del mundo — principalmente mujeres — gasten aproximadamente $65 mil millones al año en el mejoramiento personal — cosméticos” (Enciclopedia Británica, 2001). Quienes escribieron la Enciclopedia Británica no están vendiendo cosméticos. Sus ganancias y medio de vida no están en juego si ellos le dicen a usted la verdad acerca de por qué la gente compra maquillaje puesto que su reputación como una autoridad de lo que escriben está en juego pero ellos no pueden permitirse ser menos que honestos.

Por otra parte, se ha reportado que “un estimado de 1,282 tubos de lápiz labial y 2,055 tarros de productos para el cuidado de la piel son vendidos cada minuto” (“Belleza en la mente y en la cartera del espectador”, Minnesota Daily Online, 7 de marzo de 2001).

Todos quieren verse o ser considerados bonitos y hermosos. La atracción de la vanidad comienza temprano en la vida. La sociedad moderna coloca un énfasis desmedido y falso sobre la belleza. Como resultado, estudios recientes demuestran que aún las pequeñas niñas son infelices consigo mismas, hasta el punto de la depresión y otras enfermedades psicológicas y emocionales relacionadas con una baja autoestima debida a una imagen negativa sobre su cuerpo; en muchos casos, ellas contemplan el suicidio como una opción para enfrentar este asunto. Ellas sienten que no dan la talla de sus compañeras o de sus estrellas favoritas del cine. Hoy, la obsesión con ser hermosa ha llevado a cerca de 10 millones de chicas adolescentes a desórdenes alimenticios: anorexia, bulimia, entre otros y la estadística crece día tras día.

Con el mercado recaudando más de 65 mil millones de dólares al año y en aumento, una bien conocida cadena de tiendas anunció que ha “decidido recientemente expandir su línea de cosméticos de bajo precio para adolescentes y preadolescentes — niñas entre los 8 y 14 años de edad” (“Del rubor a la opulencia”, por Catherine Valenti, abcnews.com, 25 de junio de 2001).

La ampliamente publicitada muerte de una “reina de belleza” de 6 años de edad demuestra que hay una creciente cultura obsesionada con la belleza en chicas muy jóvenes y esto refleja de dónde viene el problema: la vanidad.

La Sociedad Americana de Cirujanos Plásticos reporta que más de 1.3 millones de personas tuvieron cirugía cosmética en el año 2000 y 1.2 millones fueron mujeres. Una encuesta Gallup de 1999 reveló que el 72% de las personas dicen estar complacidas con su apariencia; no obstante, la cantidad de cosméticos vendidos, así como los crecientes números de personas que se están volcando a la cirugía cosmética en los Estados Unidos, están aumentando vertiginosamente. Se reporta incluso que niñas (cada vez más jóvenes) quienes entrar a concursos de belleza y también están teniendo cirugía cosmética para tratar de ganar y para mejorar su apariencia.

Hay casos en los cuales una cirugía puede ser necesaria y en beneficio de la salud, pero estamos hablando de que la vanidad no debe ser el móvil de nuestra conducta si realmente queremos reflejar el carácter de Cristo el cual es sencillo, modesto, pudoroso, santo, espiritual y no artificial. Si leemos los evangelios tendremos la oportunidad de conocer con más detalle la conducta santa y recta del Maestro, la cual es completamente opuesta a la vanidad y al materialismo.

Es sorprendente cómo el ser humano, impulsado por la vanidad y el deseo de aprobación, recurre a todo tipo de artificios (cirugías, dietas peligrosas, modas inmorales, vestidos indecorosos, maquillaje, tintes de cabello, etc.) para pretender mejorar el diseño que Dios le dio.

Quiero aclarar que la salvación de un creyente no depende de sus obras sino de la obra de Cristo en la cruz, siendo un regalo inmerecido de Dios que se obtiene por la fe en Cristo, pero la invitación que yo hago mediante la Biblia es que los creyentes (hombres y mujeres) reflexionemos en cómo estamos viviendo… si nuestra conducta refleja los valores eternos de la Palabra de Dios… si nuestra vida es ejemplo y luz a los que están en tinieblas… si la forma cómo procedemos es coherente con todas las Escrituras y no solamente con aquellos pasajes que nos gustan o nos convienen.

La obsesión con verse joven, y regresar el reloj, ha llegado ahora más allá de lo escandaloso. Considere esto: 1.6 millones de mujeres, y aún algunos hombres, se están inyectando pequeñas cantidades de un veneno mortal llamado Botox (la toxina del botulismo); éste se ubica debajo de la piel de la cara para remover arrugas. En cuatro días, la toxina en el tratamiento paraliza literalmente los músculos faciales y suaviza temporalmente la piel pero el tratamiento solo dura 90 días. La meta es “lucir lo mejor que usted pueda, durante el tiempo más largo que usted pueda” — ¡el costo puede ser de $150 a $1000 dólares por tratamiento, dependiendo de dónde lo busque!

El Botox fue solo el comienzo de la amenaza de varios químicos y toxinas dañinas que están latentes en los cosméticos. ¡Esto ha sido entendido desde hace largo tiempo! No obstante, debido a que tantas actrices lo están usando ahora, los directores de películas se están quejando de que ya no pueden producir expresiones faciales normales. Aunque ellas puedan lucir más jóvenes, la mayoría también lucen congeladas y artificiales porque sus músculos no trabajan de forma normal ni pueden lograr la expresividad natural de las emociones humanas.

Si hablamos de la artificialidad humana, me gustaría que tomaras en cuenta algunas frases que plantean la ironía de la vanidad:

“La tecnología y los avances en el conocimiento del cuerpo humano nos han ayudado a perder más nuestra autenticidad”

“La sabiduría de que el carácter de una persona puede ser delineado en su cara, o la observación de que a los veinte usted tiene el rostro que la naturaleza le dio y a los cincuenta usted tiene el rostro que merece, ya no se aplica”.

“En esta vida la primera obligación es ser totalmente artificial. La segunda todavía nadie la ha encontrado” (Oscar Wilde)

Una vida basada en lo superficial y que se centra más en el aspecto físico y material, no tendrá un desarrollo integral a la hora de potencializar los valores morales y espirituales que son la base de nuestra conducta. Por tanto, si pensamos que el éxito y la felicidad dependen de sentirse y verse bello (según los parámetros sociales y no según la Palabra de Dios), invertiremos el orden de prioridades que Dios determinó para nosotros:

“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt. 22:37-39).

El orden incorrecto es amarme a mí mismo más de lo que amo a Dios y al prójimo… es colocar a Dios en un segundo plano y buscar verme y sentirme mejor, más santo, más bello y más inteligente que los demás; este amor desmedido hacia mí mismo se nota en la vanidad, el orgullo y la desobediencia a la Palabra de Dios.

Los principios de santidad y pureza que he estado planteando en estos estudios bíblicos no tienen como fin el despreciar a otros y sentirnos más santos que los demás; sencillamente, la intención de un verdadero cristiano que ama a Dios y que ama a su prójimo, es ser ejemplo en todo, con humildad y reconociendo que todos tenemos la posibilidad de pecar y fallar en cualquier área de la vida.

Recordemos que Jesús condenó a los fariseos porque se creían más justos que otros por el hecho de guardarse en asuntos de la conducta exterior, pero Jesús resaltó que primero que tenemos que limpiar lo de adentro para que lo de afuera también sea limpio (Mt.  23:25-28). Cristo aborrece la hipocresía y por eso, la santidad que profesamos debe ser en una actitud de sencillez y sinceridad ante Dios y ante los hombres, porque no somos perfectos. Sin embargo, el llamado del creyente fiel es a guardar y defender los valores que Dios honra y por ende, somos un pueblo celoso de buenas obras:

“Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2:11-14). 

Note usted que el plan de Dios es purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras. El que tiene oídos para oír y ojos para leer, entienda el llamamiento a santidad que el Señor nos hace porque somos su pueblo y su nación aquí en la tierra, y nuestro deber es ser fieles como representantes de Dios ante una generación flexible con el pecado, vanidosa, incrédula, rebelde, perversa y adúltera. Por ende, si no seguimos el ejemplo del Maestro, pero sí seguimos el mal ejemplo de los viven sin Cristo, entonces ¿quién ocupa el primer lugar en nuestro corazón? ¿quién está gobernando nuestra vida?

Recordemos que los creyentes fieles somos la esposa fiel del Cordero y esto demanda una vida íntegra en cada aspecto. Lo opuesto a este símbolo es la esposa infiel (desleal, ingrata, adúltera e inmoral) que se deja llevar por el pecado y que no guarda sus vestidos sin mancha y sin arruga.

La Biblia dice: “… Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Ef. 5:25-27).

Permitamos que la Palabra de Dios nos limpie y que nuestros vestidos estén sin mancha y sin arruga como la esposa que espera a Cristo para que venga a llevarla al reino de los cielos.

Mira lo que dice la Biblia: “Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos” (Ap. 19:7, 8).

Nuestras acciones sí tienen importancia porque reflejan lo que realmente somos; permita el Señor que nuestra vida cada día se ajuste más a las demandas de su Palabra.

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