g. El manejo del cabello
Otro tema bien
interesante y que genera controversia es el que tiene que ver con el cabello;
por tanto, vamos a estudiar de forma más detallada al respecto.
Recordemos que como
hijos de Dios, nacidos de nuevo y salvo por Cristo, somos templo del Espíritu
Santo; por ende, debemos andar en santidad por dentro y por fuera, y esto
incluye el cabello, el cual hace parte del cuerpo y se encuentra alrededor de una
de las zonas que reflejan nuestra personalidad de forma más visible y es el
rostro. En este sentido, se dice que el cabello es el marco de la cara. Así
pues, la cara y el cabello son la esencia de nuestra imagen ante los demás y
refleja una parte fundamental de nuestro ser. Por estos motivos, no debemos
descuidar este tema.
Dios se interesa
en nuestro cabello porque él mismo lo creó y lo diseñó; como Creador del ser
humano, Dios estableció una distinción entre el cabello del hombre y el de la
mujer para que tuviésemos una identidad propia. Miremos lo que dice la Biblia
en 1 Cor. 11:2-16: “Os alabo, hermanos,
porque en todo os acordáis de mí, y retenéis las instrucciones tal como os las
entregué. Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el
varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo. Todo varón que ora
o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su cabeza. Pero toda mujer que ora
o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza; porque lo mismo es
que si se hubiese rapado. Porque si la mujer no se cubre, que se corte también
el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer cortarse el cabello o raparse, que
se cubra. Porque el varón no debe cubrirse la cabeza, pues él es imagen y
gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón. Porque el varón no procede
de la mujer, sino la mujer del varón, y tampoco el varón fue creado por causa
de la mujer, sino la mujer por causa del varón. Por lo cual la mujer debe tener
señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles. Pero en el Señor,
ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón; porque así como la mujer
procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de
Dios. Juzgad vosotros mismos: ¿Es propio que la mujer ore a Dios sin cubrirse
la cabeza? La naturaleza misma ¿no os enseña que al varón le es deshonroso
dejarse crecer el cabello? Por el contrario, a la mujer dejarse crecer el
cabello le es honroso; porque en lugar de velo le es dado el cabello. Con todo
eso, si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni
las iglesias de Dios”
En esta carta
escrita a la Iglesia de Corinto, Pablo enfatiza que Dios es la cabeza de
Cristo, Cristo es la cabeza de todo varón y el varón es la cabeza de la mujer
(v. 3). La palabra cabeza hace
referencia a la autoridad que ejerce uno sobre otro. Este es el orden
constituido por Dios; Dios el Padre no es más que Cristo (porque ambos tienen
una naturaleza divina) pero Cristo se ha sujetado al orden que se estableció
entre las tres personas de la Divinidad (la Trinidad) y está bajo la autoridad
del Padre sin ningún problema. Asimismo, el hombre no es más que la mujer pues
como seres humanos son iguales ante de Dios; no obstante, ella debe estar
sujeta al orden que Dios estableció.
Cristo aceptó a
Dios como su cabeza, así también todo varón debe aceptar a Cristo como su
cabeza. De la misma manera, la mujer debe aceptar al varón como su cabeza. Luego
de expresar esta verdad bíblica, Pablo habla sobre el principio de cubrirse la
cabeza (v. 4-7) y lo aplica solamente a la mujer en la parte física y visible.
El varón no debe
cubrirse su cabeza al orar o profetizar porque es una afrenta a su cabeza
(Cristo) ya que es invisible (v. 4).
La palabra afrentar viene del griego kataisjúno y significa avergonzar y
deshonrar. En otras palabras, Cristo es glorificado cuando el varón lo respeta
en este principio: no cubrirse la cabeza al invocar el nombre de Dios o al
hablar en nombre de Dios… pero si el varón hace lo contrario, Cristo es deshonrado
porque no está reconociendo su autoridad divina.
Cristo glorifica
al Padre y lo respeta al máximo nivel; asimismo, el varón debe respetar a
Cristo, quien es su autoridad.
Dios el Padre es
invisible y Cristo es invisible, pero el varón es visible; por consiguiente, la
mujer debe cubrirse la cabeza al orar o profetizar; además, si la mujer no
cubre su cabeza, lo mismo es que si se hubiera rapado (v. 5). Si la mujer no se
cubre, afrenta su cabeza; en otras palabras, no está honrando al varón como la autoridad
que Dios puso sobre ella para respetarle.
Para la mujer,
cubrirse la cabeza significa someterse al orden de Dios, es decir, aceptar la
posición que Dios diseñó para ella. Así pues, cuando la mujer cubre su cabeza
significa que renuncia a ser ella misma la cabeza de sí misma.
Pablo sigue
diciendo: “Porque si la mujer no se
cubre, que se corte también el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer
cortarse el cabello o raparse, que se cubra. Porque el varón no debe cubrirse
la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del
varón” (v. 6, 7).
La cabeza de la
mujer debe estar cubierta y podría utilizar un velo para cubrirse, pero en
lugar de velo le ha sido dado el cabello (1 Cor. 11:15). ¿Quién le dio el
cabello? Por supuesto, Dios mismo fue quien diseñó para ella el método natural
del cabello abundante, de tal forma que pudiera manifestar una distinción con
el varón y como una señal de respeto al varón que es su cabeza (como autoridad
delegada por Dios).
Hagamos un paréntesis: ¿Qué diferencia tienen el
cabello del hombre y el de la mujer?
Hay
quienes afirman que el cabello de un hombre no es igual al de una mujer;
algunos dicen que el de ellas es más suave; otros aseguran que el de ellos es
más sano y no necesita demasiados cuidados o productos para arreglarlo. Lo
cierto es que en cuanto a sus componentes, el cabello del hombre y de la
mujer no tienen diferencia; la
disimilitud podría venir del cuero cabelludo de cada uno, pues debemos
recordar que los hombres cuentan con un nivel de testosterona distinto al de
la mujer, y por otro lado, la mujer manifiesta constantes cambios hormonales,
que pueden determinar la producción o distribución del cabello.
El
cuero cabelludo de los hombres suele ser más graso, debido a que la glándula
sebácea es de mayor tamaño; en el caso de las mujeres, el cabello graso
dependerá en mayor parte a sus cambios hormonales. Ahora bien, en gran
medida, el cabello se define dependiendo del cuidado del cuero cabelludo,
aunque existen otros factores que lo dañan: por ejemplo, en el caso de las
mujeres, están los tintes, los secadores y los aparatos para aplanchar el
cabello. Es por esto que el cabello de los hombres llega a necesitar de menos
cuidados.
En
cuanto al uso de tintes, es más común en las mujeres aunque también hay
hombres que lo utilizan (luego hablaremos sobre este punto).
Ahora
que sabes que la belleza de tu cabello puede determinarse por las hormonas o
el cuidado, procura mantenerlo siempre limpio, así lograrás que se mantenga
sano y sin aspecto grasoso.
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Volviendo al
estudio bíblico sobre el cabello, estamos leyendo 1 Corintios 11, donde Pablo
está diciendo que la cabeza de la mujer debe estar cubierta y que si se corta
el cabello o se rapa, igual debe cubrirse, pero el varón no debe cubrirse la
cabeza porque él es la imagen y gloria de Dios. En otras palabras, el varón fue
creado primero que la mujer y en este sentido, él debe reflejar la imagen, el
carácter, las virtudes y las cualidades que son parte de la naturaleza de Dios
y que traen gloria al nombre de Dios.
En el caso de la
mujer, ella también fue creada a la imagen de Dios y también debe reflejar el
carácter y las virtudes divinas; sin embargo, como Eva pecó primero y luego
pecó Adán, ella y todas las mujeres han sido puestas bajo sujeción al varón
(Gn. 3:16; 1 Tim. 2:13, 14). Esto no se trata de machismo; sencillamente es el
orden establecido por Dios en la Biblia.
Dios castigó la
desobediencia de ambos de forma distinta pero de manera justa y equilibrada;
sin embargo, a la mujer le dio una posición de sujeción con respecto al varón.
Pablo dice que
la mujer es gloria del varón (v. 7). Dios creó al varón y a la mujer a su
imagen y semejanza, pero a la mujer la creó a partir del varón, con la misma
sustancia del varón y para ser su ayuda idónea (Gn. 2:21-24). Así pues, la
mujer es gloria del varón, no porque él sea mayor, sino porque ella complementa
su esencia y le trae honra, cuando ella cumple con las funciones que Dios
estipuló para ella.
La
responsabilidad esencial del varón es reflejar el carácter de Dios y la
responsabilidad esencial de la mujer es ser la ayuda idónea para el varón, a
fin de que ambos expresen en su vida diaria la imagen de Dios. Lamentablemente,
cuando el varón pierde la imagen de Dios y cuando la mujer se sale del propósito
divino, todo se convierte es un caos... y eso es lo que vemos en nuestra
sociedad:
- Hombres que
maltratan a las mujeres, hombres que son un desorden a nivel sexual, hombres
infieles en el matrimonio, hombres homosexuales, hombres con malos hábitos, hombres
drogadictos… en fin, hombres que no reflejan la imagen de Dios.
- Mujeres que no
respetan a sus esposos, mujeres que llevan una vida de lujuria, mujeres
infieles en el matrimonio, mujeres homosexuales, mujeres con malos hábitos,
mujeres drogadictas… en fin, mujeres que no reflejan la imagen de Dios.
Pablo sigue
diciendo: “Porque el varón no procede de
la mujer, sino la mujer del varón, y tampoco el varón fue creado por causa de
la mujer, sino la mujer por causa del varón” (v. 8, 9).
En el principio,
el varón fue creado por Dios a partir de la tierra y la mujer fue creada por
Dios (pero usando la materia prima tomada del varón). El varón no debe
vanagloriarse de ello porque realmente fue hecho del polvo de la tierra, y la
mujer no debe sentirse inferior porque el material de ambos es el mismo.
Lo maravilloso
del método usado por Dios es que nos lleva a ambos (varones y mujeres) a estar
más unidos ya que venimos del mismo polvo y somos una familia como raza humana,
aunque somos tan diferentes en muchos aspectos.
El pensamiento
central aquí es que el varón y la mujer entendamos que Dios trazó un orden y
debemos ajustarnos a su plan que es perfecto: el varón es cabeza de la mujer
(lo cual demanda una gran responsabilidad por su bienestar integral) y la mujer
está bajo la autoridad del varón (lo cual demanda ser una ayuda idónea
integral).
El hecho de que
las mujeres cristianas se cubran la cabeza significa que ellas toman la
posición que Cristo toma ante Dios y que el varón toma ante Cristo: una
posición de sujeción en amor y obediencia para agradar a Dios. La exigencia
divina es para todos (para los varones y para las mujeres).
La intención de
Dios es que las mujeres se cubran la cabeza de modo que expresen el orden y el
gobierno de Dios sobre la tierra. Dios pide que solo las mujeres se cubran la
cabeza. La mujer no se cubre la cabeza por causa de ella misma, sino por lo que
ello significa. La mujer se cubre la cabeza por pertenecer al género femenino;
además, se cubre la cabeza como representante, pues ella representa a todo
hombre y también representa a Cristo. La mujer representa a todo hombre ante
Cristo; y ella también representa a Cristo delante de Dios.
Miremos las
implicaciones que tiene para la mujer el cubrirse la cabeza:
- El hecho de
que la mujer se cubra delante de Dios el Padre muestra que ella entiende que
Cristo se somete a Dios el Padre.
- El hecho de
que la mujer se cubra la cabeza delante de Cristo muestra que ella entiende que
cada varón se debe someter a Cristo.
- El hecho de
que la mujer se cubra la cabeza delante del varón muestra que ella entiende la
posición de respeto y honra que debe tener con respecto al varón.
- El hecho de
que la mujer no se cubra la cabeza delante de Dios el Padre, delante de Cristo
y delante del varón, muestra que ella no ha entendido este principio de
autoridad que Cristo mismo estableció y que él cumple ante el Padre.
EL SIMBOLISMO DE
LA CABEZA ES DEMASIADO IMPORTANTE EN LA BIBLIA…
Cristo no se
pone como autoridad sobre Dios el Padre aunque son iguales en su naturaleza
divina. Entre Dios el Padre y Cristo, una cabeza debe estar cubierta; es decir,
de forma simbólica, Cristo cubre su cabeza (somete su voluntad al Padre).
Por otro lado,
ningún varón debe asumir ninguna autoridad sobre Cristo porque sería una
afrenta y una deshonra. Así pues, todos los varones deben permitir que Cristo
sea la cabeza. Si un varón no se sujeta a Cristo, habrá dos cabezas. Cuando hay
dos cabezas, una de ellas debe ser cubierta (aquí está el símbolo de sujeción a
otro). Entre Cristo y todo varón, una cabeza debe estar cubierta
(simbólicamente y no físicamente) y es la del varón. De igual modo, entre el
hombre y la mujer, una cabeza debe estar cubierta. Si una de las cabezas no se
cubre, habrá dos cabezas. Así pues, aunque son iguales ante Dios, el orden
divino es que el varón sea cabeza sobre la mujer. En este sentido, la mujer
debe tener su cabeza cubierta en señal de sujeción a su cabeza y a su autoridad
inmediata (que es el varón).
No debe haber
dos cabezas en el orden de Dios. Si el Padre es la cabeza, Cristo no puede ser
la cabeza; si Cristo es la cabeza con respecto al varón, el varón no puede ser
la cabeza; y si el varón es la cabeza con respecto a la mujer, la mujer no
puede ser la cabeza.
Dios enseña en
la Biblia que las mujeres creyentes deben representar su reino y una forma de
reflejar el orden de Dios está en llevar su cabeza cubierta en señal de
sumisión al varón. Esto expresa el sistema del gobierno de Dios.
En particular,
Dios ordena que la mujer se cubra la cabeza al orar y profetizar (v. 5). Esto
se debe a que ella debe reconocer el gobierno de Dios cuando acude a Dios
(oración) o cuando habla en nombre de Dios (profetizar). Ya sea que ella ore
por los hombres ante Dios o que profetice de parte de Dios ante los hombres,
ella debe realizar estas actividades (las cuales tienen que ver con Dios) con
la cabeza cubierta. Esto tiene como propósito expresar el gobierno de Dios.
En la época de
Pablo, una mujer demostraba que era sujeta a su marido usando un velo o
dejándose crecer el cabello y esto es acorde a los principios bíblicos de
autoridad (1 Cor. 11:5, 15). Así pues, Pablo aconseja a las mujeres de Corinto
que se dejaran crecer el cabello para que de esta manera, públicamente pudieran
honrar a sus maridos.
Otra razón
importante del cabello largo de la mujer es el poder distinguir a los sexos; el
hombre no debe tener la apariencia de una mujer ni una mujer debe tener la
apariencia de un hombre. Dios hizo al hombre y a la mujer con aspectos físicos
que distinguen el uno del otro porque cada uno cumple un rol diferente dentro
de los propósitos de Dios (Ef. 5:21-33). Por eso es que el apóstol Pablo le
dice a los Corintios que el hombre no se debe dejar crecer el caballo largo y
parecerse a una mujer y la mujer no debe cortarse el cabello de tal forma que
parezca un hombre (1 Cor. 11:10-15). Hoy vemos las consecuencias de la mezcla
de características masculinas y femeninas en la sociedad, donde no hay una
identidad sexual definida y cada vez hay más homosexuales, lesbianas,
travestis, etc., lo cual está en contra de la Palabra de Dios.
El cabello largo
también era de importancia para la iglesia de Corinto porque varias mujeres que
antes servían como “prostitutas santas” en los templos griegos, se estaban
convirtiendo al Cristianismo. Antes de rendirse a Cristo estas mujeres ofrecían
sus cuerpos en prostitución para adorar a los dioses griegos y así juntar
fondos para el sostén del templo y de los sacerdotes paganos. Una
característica que distinguía a las prostitutas santas era el que se rapaban el
pelo. El apóstol Pablo les dice a estas nuevas cristianas en 1 Cor. 11 que al contrario
de las prácticas religiosas a otros dioses donde las mujeres se rapaban, una
mujer piadosa da honra al Señor dejándose crecer el cabello. Pablo le explica a
las cristianas de Corinto que el cabello es un velo natural que Dios le da a la
mujer para honra (1 Cor. 11:15). El dejar de afeitarse la cabeza y dejarse
crecer el cabello no solamente honraba a Dios sino que también era una manera
visible de mostrarle a todos que la antigua vida de pecado quedaba atrás por
una nueva vida en Cristo.
El cabello de la
mujer cristiana sigue siendo un velo de honra en el presente; además, esto
ayuda a distinguir a la mujer del hombre y trae gloria a Dios.
Una mujer
cristiana debe tener su cabello largo, de tal forma que su aspecto sea femenino
y conserve su identidad como tal. Por tanto, los cortes de cabello y los
peinados en la mujer que tienen la apariencia masculina están en contra de los
principios establecidos por Dios en la Biblia; de igual forma aplica para los
cortes de cabello y los peinados en el hombre que tengan una apariencia femenina.
Pablo sigue
diciendo: “por lo cual la mujer debe
tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles” (v.
10).
La mujer
cristiana debe tener señal de autoridad sobre su cabeza y esta señal es
cubrirse la cabeza. Otra de las razones que Pablo expresa es que los ángeles
están observando a la Iglesia, al pueblo de Dios sobre la tierra, el que ha
conocido los principios bíblicos y el que representa a Dios sobre la tierra.
Una señal de sumisión de la mujer al varón y por tanto, al principio del
gobierno de Dios y de autoridad en la Biblia, es tener su cabeza cubierta.
Las Escrituras
nos enseñan la historia de la caída de los ángeles que no guardaron su dignidad
y que se rebelaron contra el orden de Dios (Jud. 1:6). Satanás y los ángeles se
rebelaron, pero ¿cómo sucedió esto? Satanás se exaltó a sí mismo con la
intención de ser igual a Dios y muchos ángeles lo apoyaron en su desobediencia
(Ap. 12:3, 4). En Is. 14:11-15 habla figurativamente de un personaje altivo que
cuadra de forma clara con el perfil de Satanás; él se ensoberbeció y quiso
ascender a la altura de Dios. En otras palabras, Satanás descubrió su cabeza
ante Dios; no se sujetó a la autoridad de Dios. El pensamiento de Lucero o
Luzbel era: “Subiré al cielo... levantaré mi trono... en el monte del
testimonio me sentaré... sobre las alturas de las nubes subiré... seré
semejante al Altísimo” (v. 13, 14). Esta fue la ambición de Satanás. Aquí vemos
el origen de su caída: pretender asumir autoridad sin antes someterse a la
autoridad de Dios. Y esta historia se sigue repitiendo en el ser humano: en
hombres y mujeres que no quieren ajustarse a la voluntad perfecta de Dios.
Por esta razón,
los ángeles desean ver un testimonio en la tierra, de hombres y mujeres que
hacen la voluntad de Dios. En cuanto a la mujer, el tener la cabeza cubierta es
señal de sujeción a la voluntad de Dios.
Al mismo tiempo,
el guardar este principio es un testimonio a los ángeles caídos (a los
demonios) de que hay mujeres que profesan piedad y viven de acuerdo al gobierno
y a la autoridad de Dios. Al aceptar al varón como cabeza, ellas están
aceptando a Cristo como cabeza del varón y al Padre como cabeza de Cristo.
La desobediencia
ha traído caos al universo, a los ángeles rebeldes, a la tierra y a la raza
humana, pero a través de Cristo hemos aprendido a obedecer las Escrituras y
esto trae restauración del orden, paz y bendición de parte de Dios para
nosotros y para el mundo.
Cuando las
mujeres piadosas guardan este principio en la iglesia y en la sociedad, son un
testimonio claro de obediencia a Dios. Este acto proclama a los ángeles santos
y a los ángeles caídos que Dios ha obtenido en la iglesia lo que él desea:
obediencia a sus mandamientos. Así que, la mujer debe llevar señal de sumisión
sobre su cabeza por causa de los ángeles.
Cuando las
mujeres que profesan piedad no guardan este principio en la iglesia y en la
sociedad, son un mal testimonio de desobediencia a Dios. Este acto distorsiona
la imagen de Dios en su iglesia ante los ángeles santos y ante los ángeles
caídos, mostrando que Dios no es honrado en este aspecto.
En 1 Cor. 11:11,
12 Pablo dice: “Pero en el Señor, ni el
varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón; porque así como la mujer
procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de
Dios”. Aquí encontramos que el
varón no debe asumir una posición de autoritarismo, dominio, maltrato y tiranía
con la mujer, exigiendo obediencia ciega y sometimiento incondicional, porque
él mismo proviene de una mujer. Notemos que en el huerto de Edén, la mujer
procedió del varón. Pero hoy, después de la época del huerto de Edén, la mujer
es el medio por el cual nace el varón. Todo varón nace de una mujer. En
realidad, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón. Ni el varón ni
la mujer puede decir que él o ella es superior. Al final, todas las cosas
proceden de Dios. De hecho, el hombre nace de la mujer y la mujer provino del
hombre (Adán). Nadie debe enorgullecerse de sí mismo ni tampoco debe
menospreciarse a sí mismo: todos somos iguales ante Dios.
Pablo ha
expuesto argumentos bíblicos muy sólidos y luego dice: “Juzgad vosotros mismos: ¿Es propio que la mujer ore a Dios sin
cubrirse la cabeza?” (v. 13). Con estas explicaciones deberíamos ya
comprender este principio pero es muy importante que estemos convencidos por
las Escrituras y por razonamientos lógicos y espirituales.
Pablo sigue
diciendo: “La naturaleza misma ¿no os
enseña que al varón le es deshonroso dejarse crecer el cabello? Por el contrario, a la mujer dejarse crecer
el cabello le es honroso; porque en lugar de velo le es dado el cabello” (v.
14, 15). Según los principios bíblicos que estamos analizando, el hombre con el
cabello largo cubre su cabeza y afrenta a Cristo; por eso, el dejarse crecer el
cabello le es deshonroso al varón por su posición de sumisión con respecto a
Cristo. Por el contrario, la mujer con cabello largo cubre su cabeza y honra al
varón, a Cristo y al Padre. Por eso, el dejarse crecer el cabello le es honroso
por su posición de sumisión con respecto al varón.
En síntesis,
Dios cubrió la cabeza de la mujer dándole el cabello largo. Siendo éste el
caso, aquellas mujeres que aceptan la autoridad de Dios deben usar su cabello
largo para cubrir su cabeza.
Al final, Pablo
cierra este tema diciendo: “Con todo eso,
si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las
iglesias de Dios” (v. 16).
En estos puntos
sobre el cabello, hay muchos que generan contienda y tienen sus opiniones
personales; sin embargo, lo que vale no es mi opinión humana sino el principio
de Dios en la Biblia y es un asunto que no se debe negociar ni cambiar.
Pablo expresa
que las iglesias de Dios de su tiempo seguían la costumbre de que los varones
tuviesen su cabello corto y que las mujeres tuviesen su cabello largo, conforme
a la enseñanza que estamos tomando de la carta de Pablo a la iglesia de
Corinto.
Muchos piensan
que el asunto del cabello, tratado en esta carta, tiene un contexto y una
aplicación exclusiva para los lectores de la misma: los corintios. No obstante,
los argumentos expuestos anteriormente apuntan a una interpretación general
para la Iglesia de Cristo.
Recordemos que
estamos tocando el tema de la autoridad establecida por Dios: Cristo se somete
al Padre, el varón se somete a Cristo y la mujer se somete al varón (esto no es
un asunto solo para la iglesia de Corinto).
Según la
costumbre de esos tiempos, todos los judíos se cubrían la cabeza cuando
entraban en la sinagoga. Los hombres judíos y las mujeres judías se cubrían la
cabeza con un velo antes de entrar en la sinagoga. Sin ese velo, no podían
entrar en la sinagoga. La costumbre de los griegos (y Corinto era parte de Grecia)
consistía en que, al entrar en el templo, tanto los hombres como las mujeres
tenían descubierta la cabeza. En los tiempos de Pablo, ninguna raza ni país
tenía la costumbre de que los hombres se descubrieran la cabeza y que las
mujeres se la cubrieran. Todos los judíos de aquella época se cubrían la
cabeza, mientras que todos los gentiles se la descubrían; sin embargo, con
respecto a las iglesias de Dios (en Cristo), los varones deben descubrirse la
cabeza mientras que las mujeres deben cubrírsela: éste es el principio que
Pablo enseñó y que se practicaba en las iglesias de Dios (bajo la gracia en el
N.T.). Esta costumbre era diferente de las costumbres de los judíos y de los
gentiles, y venía de parte de Dios.
Si alguien no
comprende este tema o no está de acuerdo, es mi oración que el Señor le guíe a
toda verdad a través de las Escrituras; sin embargo, la salvación es individual
y es por gracia y por fe en la obra de Cristo en la cruz. Con estas enseñanzas
no pretendo decir que el hacer estas cosas nos den entrada al cielo porque no
podemos ganarnos el cielo a través de las obras; no obstante, estos principios
son de Dios y el obedecerlos hace parte de una vida de santidad y honra para
que tengamos un buen testimonio ante Dios y ante una sociedad que necesita un
ejemplo digno de imitar para volverse a Dios de todo corazón.