¿Cómo
debe ser la santidad externa según la Biblia?
En este aspecto
hay muchas opiniones encontradas, polémicas y discusiones entre creyentes, pastores,
predicadores y en general, entre las iglesias cristianas; sin embargo, es
indispensable que analicemos bien la historia bíblica, la historia de la
Iglesia Cristiana, la historia universal y la condición actual del Cristianismo
en el mundo moderno. El enfoque de este análisis debe ser integral, mirando la
importancia de la santidad interna como base para la santidad externa; en otras
palabras, pidamos a Dios sabiduría y claridad para que demos priori dad a
limpiar y sanar el corazón y la mente, y luego podremos limpiar y sanar lo que
hay en la conducta (todo lo que involucra la parte exterior).
En el A.T.
encontramos que Dios planteó principios muy claros sobre la santidad para darle
a Israel una identidad como su pueblo entre todas las naciones de la tierra,
pero ellos fracasaron porque no entendieron el verdadero sentido de la Ley de
Dios y aún, añadieron a los mandamientos de Dios, doctrinas de hombres,
conceptos erróneos, interpretaciones personales y actitudes que Dios mismo
reprendió a través de los profetas; a pesar de eso, ellos no quisieron obedecer
al Señor.
En el tiempo que
Cristo se manifestó al mundo, él ratificó los mismos principios de santidad
para Israel y para la Iglesia que él mismo fundó, la cual se compone de todos
aquellos que creen en su nombre, en su mensaje y en su obra de salvación. No
obstante, él estableció un nivel de exigencia para la santidad en una forma más
profunda y más práctica para que fuera genuina (no solo por la aceptación de un
precepto o por la identidad con una comunidad de creyentes); esto lo hizo para
dar a conocer el verdadero diseño de Dios para los hombres en cuanto a sus
mandamientos y su voluntad. Asimismo, los escritores del N.T. confirmaron las
demandas de Dios con respecto a que el pueblo de Dios debe ser santo y
diferente a todos los demás. Así pues, la ley moral de Dios sigue vigente y la
gracia no le quita fuerza a las demandas de Dios en cuanto a este aspecto;
antes bien, Cristo reivindica la necesidad de obedecer a Dios y jamás es
tolerante con el pecado. Quien vea en Cristo flexibilidad con el mal, ha
perdido el norte y realmente no conoce el carácter radical y santo del Maestro;
además, en sí mismo, esta persona refleja una inclinación positiva hacia el
pecado y trata de justificarse con la excusa de que Dios es todo amor y que es
permisivo con el pecado, lo cual es un insulto al Creador.
Partiendo de
estas verdades, y leyendo la historia de la Iglesia Cristiana a través de los
siglos, hallamos un sinnúmero de situaciones, controversias y sinsabores que
muestran los cambios que ha tenido la comunidad cristiana universal a lo largo
de estos 20 siglos, pero especialmente en el siglo XX y en las últimas décadas.
Cabe resaltar
que la Iglesia de Cristo es santa y sin mancha porque es su cuerpo (Ef. 1:22,
23); sin embargo, en torno al cuerpo de Cristo, hay muchos mal llamados “cristianos”
que han dado un pésimo testimonio y que han traído vergüenza al evangelio
(entre ellos, muchos predicadores, pastores, evangelistas, líderes de iglesias,
etc.) y muchos creyentes nominales y carentes del conocimiento de la Biblia los
siguen y los apoyan.
Damos gracias a
Dios porque él siempre ha conservado un remanente que se mantiene fiel a las
verdades bíblicas y que es guiado por el Espíritu Santo (1 Rey. 19:18; Rom.
8:14). Así pues, toda norma que la Iglesia de Cristo acepta y establece tiene
que estar fundamentada en verdades bíblicas. Ahora bien, pueden existir
diferencias de pensamiento pero la Palabra de Dios es clara en asuntos de fe y
obediencia. Sin embargo, es probable que algunos difieran en temas de
conciencia y que no compartan ciertos aspectos que se van a plantear en este
estudio.
La posición de
la IGLESIA CRISTIANA SIÓN es clara y conservadora pero no es sectarista ni
pretende ser mejor ni más santa por guardar y defender los valores y los
principios que enseña y practica; es nuestro deseo que todos lleguemos a un
mejor entendimiento de las Escrituras y que vivamos de acuerdo a la voluntad
perfecta de Dios, y por eso, si alguien no está de acuerdo con las normas que
determinamos (con base en la verdad bíblica), respetamos el libre albedrío,
esperamos en la obra del Espíritu Santo, valoramos a cada persona por lo que
Dios hace en su vida y si alguien decide no congregarse con nosotros por alguna
razón o desacuerdo, le seguimos amando y esperamos que el Señor guíe sus pasos
y que encuentre un lugar donde Dios le permita seguir adelante con Cristo;
también oramos por todas las iglesias alrededor del mundo que cumplen la Gran Comisión,
instruyendo a los creyentes en una fe genuina en Cristo y en una sana doctrina
porque son nuestros hermanos; así pues, nosotros predicamos la Biblia con el
amor de Dios y no necesitamos ejercer presiones ni imposiciones porque
confiamos en la gracia de Dios que nos lleva a ser cada día más como Cristo,
fieles, obedientes y constantes en el camino del Señor.
En cuanto a los
principios bíblicos acerca de costumbres, formas de vestir, normas de conducta
y otros puntos, vamos a considerar los siguientes temas a fin de conocer mejor
al respecto:
a. La vestimenta del hombre y de la mujer que honran
a Dios
Ya hemos
entendido a la luz de la Biblia que lo externo no se puede desligar de lo
interno; en cuanto al uso de prendas de vestir para el hombre cristiano y la
mujer cristiana, la Biblia y la historia tienen mucho qué decir al respecto. A
continuación, miremos los siguientes puntos a fin de comprender esta parte:
Uso del pantalón en la mujer
¿Debe la mujer
usar pantalones? ¿Qué dice la Biblia?
Esta pregunta ha
causado polémica y división entre las iglesias cristianas pues la Biblia NO
dice nada acerca del pantalón, pero TAMPOCO dice nada acerca de la falda; no
obstante, sí tiene principios que nos ayudan a discernir lo que conviene en
cada situación.
La Biblia fue
escrita para todas las épocas pero hay versículos que tienen un contexto
histórico y cultural y hay otros que se aplican a todas las épocas de la
historia del hombre; lo más sabio es conocer los principios que Dios nos da en
su Palabra para practicarlos en nuestro tiempo.
Hay quienes
desechan un versículo porque se encuentra en el A.T. o sencillamente no se han
tomado el tiempo suficiente para escudriñar los principios de Dios que podemos
aplicar a nuestra vida hoy. El hecho de que un versículo se encuentre en la Ley
de Moisés no descarta una lección importante para el creyente que sigue a
Cristo; antes bien, en el A.T. hallamos verdades y enseñanzas maravillosas que
siguen vigentes porque el N.T. ratifica su valor y vigencia.
Otro lenguaje
errado que se utiliza es decir: “eso era para la ley y yo estoy bajo la gracia
y no bajo la ley”. Sin embargo, debemos comprender que la ley tiene diversos
aspectos: está la ley moral, la ley ceremonial y la ley civil. Obviamente, la
ley moral nunca será abrogada ni cambiada, pero la ley ceremonial y la ley
civil tuvieron su aplicación y su contexto para el pueblo de Israel. Entonces,
la ley moral es buena y nos conduce a Cristo (Gál. 3:19-24) porque señala
nuestras imperfecciones y nos deja sin excusas ante un Dios santo. Ahí es
cuando la ley nos señala a Cristo como el único hombre perfecto y como la única
solución para reconciliarnos con Dios. En este sentido, no debemos desconocer
el valor de toda la Escritura para formar nuestro carácter a la imagen de
Cristo.
Volviendo a la
pregunta sobre el pantalón, tomemos una cita interesante en Dt. 22:5 “No vestirá la mujer traje de hombre, ni el
hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera
que esto hace”
En este texto se
establece un principio de separación (santidad) en la identidad social y sexual
del hombre y la mujer con respecto a la forma de vestir; el contexto de esta
regla divina señala que en tiempos del A.T., la vestidura general del hombre y
de la mujer se diferenciaba por un cinto que usaba la vestidura del hombre.
Además, la vestidura que usaba el hombre desde tiempos antiguos es lo que hoy
podemos llamar un vestido ancho. El llevar el cinto mostraba una autoridad y
responsabilidad especial que Dios dio al hombre. En los tiempos de Jesús, aún
el hombre usaba esa vestidura y el cinto.
Obviamente, el
hombre y la mujer son iguales delante de Dios, pero él delegó en el hombre
(como varón, como esposo y como padre) una función de autoridad sobre la mujer
que todavía está vigente (Gn. 3:16; Ef. 5:22-24).
El hombre y la
mujer son diferentes en su naturaleza física, psicológica y emocional; por
tanto, el hombre no debe tener características inherentes a la mujer
(actitudes, movimientos y formas de vestir femeninas) ni la mujer debe tener
características inherentes al hombre (actitudes, movimientos y formas de vestir
masculinas). En este sentido, Dios ve como una abominación el hecho de mezclar
ambas naturalezas; es decir, un hombre con características de mujer o una mujer
con características de hombre. La palabra abominación muestra el desagrado de
Dios ante quienes proceden de esta manera.
El ser humano y
la sociedad siempre han tenido la inclinación a distorsionar la identidad
sexual que Dios diseñó para cada género (hombre y mujer) y de allí surgen las
prácticas homosexuales, donde se llega al extremo de la abominación, tomando el
lugar del otro sexo, usando prendas y artículos del sexo opuesto, hasta el
punto de llegar a prácticas sexuales que Dios aborrece y aún, se realizan
cirugías para alterar el orden natural que Dios les dio para asemejarse al otro
sexo. Lamentablemente, todo esto va en contra del diseño original de Dios.
Volviendo al
tema de las vestiduras en el A.T., la primera vez que encontramos un versículo
bíblico con un término que se pudiera asemejar al “pantalón”, es en Éx. 28:42,
donde dice: “Y les harás calzoncillos de
lino para cubrir su desnudez; serán desde los lomos hasta los muslos”. En
este versículo se habla de una vestidura especial preparada para los sacerdotes
que iban a ministrar en el tabernáculo. Este calzoncillo es diferente a lo que
hoy llamamos calzoncillos o pantaloncillos. Éste era desde los lomos (desde la espalda
o la cintura) y se extendía hasta los muslos (antes de la rodilla). Quizás
tenía algunos tirantes para sostener la prenda, o se pegaba a otra prenda de
vestir.
Historia
universal de los pantalones
En los tiempos
más antiguos de los cuales se tiene algún registro, los hombres cubrían la
región púbica con pieles sujetas a la pelvis y enrolladas en las piernas. De
este modo, protegían los genitales del frío o, como sugieren algunos antropólogos,
ocultaban las inoportunas erecciones espontáneas. Una pintura rupestre de
muchos años de antigüedad, en los abrigos de Els Secans, en la comarca
aragonesa de Mazaleón, muestra a un hombre con lo que podría ser un pantalón
corto.
También existen
referencias arqueológicas indiscutibles del uso de pantalones en la cultura
celta, hace unos 2.600 años. Poco después, los pueblos germanos adoptaron esta
vestimenta, que la teñían y adornaban con rayas y cuadros. Los romanos
consideraron los pantalones o bracata un atuendo propio de bárbaros, y su uso
fue prohibido hasta el año 400.
Los romanos, en
la antigüedad, no llevaban medias ni calzas (calzones o calzoncillos). Ellos
aprendieron el uso de calzoncillos y bragas de los germanos, quienes las
utilizaban para protegerse del clima hostil reinante en su región. Los romanos
no tomaron el nombre de los germanos, sino que las denominaron con un derivado
del término con el cual designaban el calzado; así pues, calceus (zapato, en
latín) dio lugar a calcea (calza, en latín).
En los siglos
medievales, con la evolución de la moda, se hicieron cada vez más largas pero
su nombre no fue alterado.
En el siglo XVI,
la prenda se dividió en dos partes: la que cubría el abdomen y parte de los
muslos se siguió llamando calza; y la que cubría los pies y las pantorrilas, se
llamó calcetas o medias calzas (actualmente, calcetines y medias).
Respecto a las
bragas, se piensa que tuvieron su origen en la voz celta braqui, que es el
nombre de una tribu celta que se asentó en el sureste de la actual Francia y en
el noroeste de la actual Italia. Ellos vestían una especie de calzones de cuero
que no utilizaba ninguna otra tribu de la zona. Más tarde, se reforzó la parte
delantera de manera ostensible en las armaduras, otorgando a tal sector el
nombre de bragueta. Ambos nombres, pues, estaban referidos a prendas
masculinas. Así pues, las bragas de los pueblos galos y celtas son el
antecedente de los pantalones.
Cuando los
bárbaros llegaron al Imperio Romano se popularizó su uso aunque entre gente
sencilla y campesina.
Las personas
importantes usaban bombachos cortos o medias ajustadas y una túnica suelta que
les llegaba hasta la rodilla. Esto fue así hasta el siglo XVII.
El término
pantalón apareció a finales del siglo XVIII, y fue tomado del francés pantalon.
El término francés deriva del nombre de Pantalone, personaje de la Commedia
dell'Arte italiana.
Este personaje
vestía capa y pantalones semejantes a los de ahora, largos y amplios que le
llegaban hasta la rodilla. El pantalón, que durante mucho tiempo fue una prenda
exclusivamente masculina, dio origen a la frase "Llevar los
pantalones" por mandar y ser muy hombre.
Los pantalones y
las mujeres
Una de las
primeras mujeres (o quizás la primera mujer) en querer introducir los pantalones
como uso femenino fue la feminista Amelia Bloomer (1818-1894) quién diseñó una
falda a la altura de la rodilla que se usaría con unos pantalones anchos
debajo, inspirada en el traje tradicional turco. Esta prenda no tuvo aceptación
porque el movimiento feminista en esa época era considerado como una amenaza.
Aunque hoy la
mujer viste el pantalón con naturalidad, durante siglos fue prohibido. En
nuestros días, el uso del pantalón en las mujeres es lo más normal del mundo,
pero aún existen lugares de trabajo donde no se permite su uso por no
considerarlo femenino.
Según la
historia, las mujeres, a pesar de las prohibiciones sociales y culturales, se
atrevieron a masculinizar su ropa hasta feminizarla y lucirla abiertamente.
En Francia,
hasta el año de 1880, el uso del pantalón estaba prohibido para la mujer pero
luego se volvió popular y se permitió su uso.
Muchos artículos
y libros se escribieron alrededor de este tema: “El pantalón, como
politización”; “La prohibición de vestirse como hombre”; “La utopía del
pantalón”; “Mi traje le dice al hombre: soy igual que tú”; “El irresistible
ascenso del pantalón”; “La consagración del pantalón femenino”; y “Está
prohibido prohibir”. No obstante, la postura conservadora siempre mantuvo su
reserva.
La socióloga
Christine Bard cuenta la “Historia política del pantalón”.
“Sucesor del
calzón, el pantalón simbolizó la masculinidad y el poder. Durante la Revolución
Francesa expresó los valores republicanos y se convirtió en un elemento clave
de nuevo orden político… en el Antiguo Régimen la mujer fue privada de todos
sus derechos, incluso de lucir pantalón”
A lo largo de la
historia, el pantalón, más que como una prenda práctica y cómoda, se ha erigido
como símbolo de poder político y libertad. Prueba de ello es que aunque la
mujer logró la igualdad civil y laboral, el hombre ni consintió ni aceptó que
se vistiera como él.
Así el 07 de
noviembre de 1800, “una ordenanza de la jefatura de policía de París, prohíbe a
las mujeres el uso de prendas del sexo opuesto”, detalla Bard.
Humanamente
hablando, ya se sabe que lo prohibido siempre se desea más, y medio siglo
después, por iniciativa de las mujeres feministas, el pantalón adquiere todo su
valor y por vez primera se utiliza como arma política para desafiar el dominio
masculino.
“Si una mujer
salía a la calle con pantalones la tachaban de travesti”, cuenta la autora.
Hubo un cantante
de rock and roll llamado Boy George. Él se vestía con ropa de mujer, usaba
cosméticos, se ponía arreglos de cabello femenino, y se veía y hablaba como
mujer cuando cantaba. Una publicación lo describe como “el mezclador de géneros
de los años 80”.
Dios nunca tuvo
la intención de que tuviéramos una mezcla de géneros, y es bastante claro en la
Biblia porque el Señor estableció diferencias específicas entre el hombre y la
mujer en el cuerpo, en la forma de pensar, hablar y sentir, pero también hay
diferencias culturales en el cabello, la forma de vestir y las prendas de
vestir.
Gracias a la
militante feminista Madeleine Pelletier y a la deportista olímpica Violette
Morris, que peleó ante la justicia francesa su derecho a lucir pantalones, en
1820 la mujer con pantalones comenzó a tener cierta aceptación.
Coco Chanel
(1883-1971), diseñadora de moda francesa y creadora de la marca Chanel, fue una
de las mayores precursoras del pantalón para la mujer, dándole un toque
femenino y popularizándolo en todas las clases sociales.
El jean comenzó
a usarlo la mujer en 1935 cuando apareció la marca Lady Levi´s y desde ese
tiempo no se ha separado de ella, haciéndolo un elemento muy común en el
guardarropa femenino.
El uso del
pantalón en las mujeres se remonta a siglos pasados, sobre todo en los pueblos
y naciones donde hombres y mujeres trabajaban en el campo.
En muchos países
del mundo los pantalones formaron parte de la indumentaria de la mujer desde
hace siglos, pero en países de Europa y Norteamérica estas prendas no se
consideraron femeninas hasta el año de 1920.
Durante la
Segunda Guerra Mundial (de 1941 a 1945) las mujeres empezaron a trabajar en
fábricas para sustituir a los hombres ausentes y se acostumbraron a llevar
monos y otras prendas “masculinas”. A las mujeres las dotaron de uniformes y
overoles antes usados solo por hombres. Los monos consisten en trajes de una
sola pieza que cubren todo el cuerpo y tienen la forma del pantalón en la parte
de abajo.
La mujer fue
llamada a asistir a los soldados en los campos de batalla y ellas tomaron la
costumbre de llevar monos y otras prendas “masculinas”. A partir de ese
momento, el pantalón se convierte en el compañero de viaje de la liberación
femenina.
En este sentido,
la moda cumplió un papel secundario. En esos años, el hombre había partido a la
guerra y la mujer asumió funciones que antes eran propias del sexo masculino.
Ligado a esto, surgió un nuevo estilo para vestir en el que el pantalón fue el
protagonista.
Cuando terminó
la guerra, las mujeres no renunciaron a estas prendas y comenzaron a usarlas
con mucha frecuencia. Así pues, el uso generalizado del pantalón en la mujer se
desarrolló especialmente después de 1945.
Las
transformaciones que ha sufrido el pantalón han sido múltiples; desde los más
anchos a los más ajustados, pasando por todos los largos.
En su
elaboración también se ha usado toda clase de material; desde seda, linos,
chalis, dril, dacrones, franelas, cueros, etc.
Otro factor
importante en el uso del pantalón y otras prendas (que eran catalogas como
inadecuadas o inmorales) fue el movimiento de liberación femenina.
La mujer fue
encontrando un espacio social diferente en el cual tuvo mayor participación y
desde 1928 tuvo el derecho a votar (en México fue desde 1954).
El célebre
pensador Stuart Mill, autor de “La esclavitud femenina”, y Mary Shelley, autora
de “Frankenstein” y “El moderno Prometeo”, lucharon fuertemente por la
emancipación política femenina; en este campo, el pantalón apuntaló esta lucha
y enriqueció la democracia electoral. Una de las primeras en usarlo y en
desafiar las críticas fue Georg Sand, seudónimo de la novelista Amandine Aurore
Lucie Dupin, y quien más se envolvió de fama por su amorío con el genio de la
música, Federico Chopin.
El uso del
pantalón en las mujeres se dio en los pueblos y naciones donde las mujeres
comenzaron a trabajar en el campo, a la par de los hombres. En este caso, los
pantalones eran utilizados por las mujeres para asemejarse a los hombres y
poder hacer su trabajo, pero en muchos países de Europa y Norteamérica los
pantalones no formaron parte de la indumentaria de la mujer hasta el año 1920.
“A pesar de
estos logros, son una minoría las mujeres que en aquella época llevan
pantalones” relata Christine Bard.
El cine no
ignora el auge del pantalón sobre la silueta femenina y en el filme “La
Costilla de Adán” aparece Katharine Hepburn vestida con pantalones. Además, la
actriz Audrey Hepburn encarna el nuevo estilo de mujer moderna… un estilo que
la convierte en la embajadora del pantalón.
Otro icono
femenino de la modernización es Brigitte Bardot, actriz que luce el pantalón
pirata de “vichy”, modelo que solo el modisto Hubert Givenchy proponía y
destinaba para los días de descanso y vacaciones.
En plena guerra
fría, el pantalón se inscribe en un campo llamado libertad, “aunque la Unión
Soviética lo califica de prenda de carácter deportivo, útil para el trabajo en
la industria y para viajar”, escribe Bard.
Por la década de
1960, la diseñadora inglesa Mary Quant presentó en Londres “unos pequeños
pedazos de tela que apenas tapaban el muslo” a la que bautizó como “minifalda”.
El pantalón y la
minifalda adquirieron aceptación mundial (salvo en países musulmanes y con
dictaduras), especialmente entre las adolescentes; sin embargo, estas prendas
las utilizan mujeres de todas las edades.
Como la moda no
ignora la emancipación de la mujer, el pantalón femenino brilla tanto en las
colecciones de Alta Costura que en el año 1965 su producción supera a la de las
faldas. Así pues, Yves Saint Laurent (diseñador de moda y empresario francés)
implantó el pantalón en el guardarropa de la mujer.
“Poco a poco
hice un guardarropa calcado al del hombre”, decía Yves Saint Laurent.
En la década de
los 70, con la llegada de los vaqueros y el movimiento hippy, el pantalón
abraza por igual a ambos sexos.
“Hoy una mujer
con pantalón, pelo corto y zapatos planos no se percibe como una travesti; sin
embargo, si un hombre luce vestido y tacones, es llamado un travesti”, concluye
Bard.
En esta última
frase tenemos mucho qué reflexionar pues hay una contradicción social
impresionante: la mayoría de las mujeres visten con traje de hombre y es
socialmente aceptado pero si la mayoría de hombres se vistieran con ropa de
mujer sería algo anormal y extraño.
Históricamente,
vemos pues que el pantalón se ha caracterizado por ser una prenda masculina, y
que las mujeres empezaron a usarlo solo para ser como los hombres, y
eventualmente hacer el trabajo de hombres, pero antes jamás se habló del
pantalón como una prenda femenina, o como un distintivo de la mujer.
Este es el punto
de vista histórico y en este sentido, concuerda con el principio bíblico antes
mencionado: “no vestirá la mujer traje de
hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer” (Dt. 22:5). Por tanto, la
posición conservadora (basada en esta verdad bíblica) tiene una distinción
entre las prendas de vestir masculinas y femeninas en este aspecto; sin
embargo, oramos a Dios que guíe a las mujeres creyentes a través de la Palabra
para considerar su manera de vestir y ajustarse a lo que Dios exige; no se
trata de imponer ni de condenar, sino de exponer argumentos bíblicos, lógicos y
espirituales, pero la obra la hace el Espíritu Santo en los corazones.
A nadie se le
debe obligar a cambiar en nada, mucho menos en aspectos externos como la forma
de vestir porque primero es el Espíritu Santo quien debe renovar el
entendimiento interno y luego se reflejará en la conducta externa (éste es su
trabajo, no el nuestro); lo que sí debemos enseñar como cristianos celosos de
la Palabra de Dios son los principios bíblicos en relación con el vestido. Cada
persona asumirá su responsabilidad ante Dios y dará cuentas a él de lo que hizo
con su cuerpo (sea bueno o malo).
La salvación del
alma no depende de nuestra vestimenta porque ya sabemos que es por fe y por
gracia (no por obras), pero es importante conocer los parámetros que Dios
plantea en la Biblia para dar un buen testimonio al mundo de que vivimos de
acuerdo a la voluntad perfecta de Dios.
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