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Este blog ha sido creado para brindar un espacio donde queremos compartir el mensaje de la Palabra de Dios mediante diversas herramientas: texto, audio, video, entre otras.

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miércoles, 13 de mayo de 2015

Santidad interna y externa Parte V

 

¿Cómo debe ser la santidad externa según la Biblia?

En este aspecto hay muchas opiniones encontradas, polémicas y discusiones entre creyentes, pastores, predicadores y en general, entre las iglesias cristianas; sin embargo, es indispensable que analicemos bien la historia bíblica, la historia de la Iglesia Cristiana, la historia universal y la condición actual del Cristianismo en el mundo moderno. El enfoque de este análisis debe ser integral, mirando la importancia de la santidad interna como base para la santidad externa; en otras palabras, pidamos a Dios sabiduría y claridad para que demos priorinar la mente, ad a sanar el corazdad a limpiar y sanar el corazón y la mente, y luego podremos limpiar y sanar lo que hay en la conducta (todo lo que involucra la parte exterior).

En el A.T. encontramos que Dios planteó principios muy claros sobre la santidad para darle a Israel una identidad como su pueblo entre todas las naciones de la tierra, pero ellos fracasaron porque no entendieron el verdadero sentido de la Ley de Dios y aún, añadieron a los mandamientos de Dios, doctrinas de hombres, conceptos erróneos, interpretaciones personales y actitudes que Dios mismo reprendió a través de los profetas; a pesar de eso, ellos no quisieron obedecer al Señor.

En el tiempo que Cristo se manifestó al mundo, él ratificó los mismos principios de santidad para Israel y para la Iglesia que él mismo fundó, la cual se compone de todos aquellos que creen en su nombre, en su mensaje y en su obra de salvación. No obstante, él estableció un nivel de exigencia para la santidad en una forma más profunda y más práctica para que fuera genuina (no solo por la aceptación de un precepto o por la identidad con una comunidad de creyentes); esto lo hizo para dar a conocer el verdadero diseño de Dios para los hombres en cuanto a sus mandamientos y su voluntad. Asimismo, los escritores del N.T. confirmaron las demandas de Dios con respecto a que el pueblo de Dios debe ser santo y diferente a todos los demás. Así pues, la ley moral de Dios sigue vigente y la gracia no le quita fuerza a las demandas de Dios en cuanto a este aspecto; antes bien, Cristo reivindica la necesidad de obedecer a Dios y jamás es tolerante con el pecado. Quien vea en Cristo flexibilidad con el mal, ha perdido el norte y realmente no conoce el carácter radical y santo del Maestro; además, en sí mismo, esta persona refleja una inclinación positiva hacia el pecado y trata de justificarse con la excusa de que Dios es todo amor y que es permisivo con el pecado, lo cual es un insulto al Creador.

Partiendo de estas verdades, y leyendo la historia de la Iglesia Cristiana a través de los siglos, hallamos un sinnúmero de situaciones, controversias y sinsabores que muestran los cambios que ha tenido la comunidad cristiana universal a lo largo de estos 20 siglos, pero especialmente en el siglo XX y en las últimas décadas.

Cabe resaltar que la Iglesia de Cristo es santa y sin mancha porque es su cuerpo (Ef. 1:22, 23); sin embargo, en torno al cuerpo de Cristo, hay muchos mal llamados “cristianos” que han dado un pésimo testimonio y que han traído vergüenza al evangelio (entre ellos, muchos predicadores, pastores, evangelistas, líderes de iglesias, etc.) y muchos creyentes nominales y carentes del conocimiento de la Biblia los siguen y los apoyan.

Damos gracias a Dios porque él siempre ha conservado un remanente que se mantiene fiel a las verdades bíblicas y que es guiado por el Espíritu Santo (1 Rey. 19:18; Rom. 8:14). Así pues, toda norma que la Iglesia de Cristo acepta y establece tiene que estar fundamentada en verdades bíblicas. Ahora bien, pueden existir diferencias de pensamiento pero la Palabra de Dios es clara en asuntos de fe y obediencia. Sin embargo, es probable que algunos difieran en temas de conciencia y que no compartan ciertos aspectos que se van a plantear en este estudio.

La posición de la IGLESIA CRISTIANA SIÓN es clara y conservadora pero no es sectarista ni pretende ser mejor ni más santa por guardar y defender los valores y los principios que enseña y practica; es nuestro deseo que todos lleguemos a un mejor entendimiento de las Escrituras y que vivamos de acuerdo a la voluntad perfecta de Dios, y por eso, si alguien no está de acuerdo con las normas que determinamos (con base en la verdad bíblica), respetamos el libre albedrío, esperamos en la obra del Espíritu Santo, valoramos a cada persona por lo que Dios hace en su vida y si alguien decide no congregarse con nosotros por alguna razón o desacuerdo, le seguimos amando y esperamos que el Señor guíe sus pasos y que encuentre un lugar donde Dios le permita seguir adelante con Cristo; también oramos por todas las iglesias alrededor del mundo que cumplen la Gran Comisión, instruyendo a los creyentes en una fe genuina en Cristo y en una sana doctrina porque son nuestros hermanos; así pues, nosotros predicamos la Biblia con el amor de Dios y no necesitamos ejercer presiones ni imposiciones porque confiamos en la gracia de Dios que nos lleva a ser cada día más como Cristo, fieles, obedientes y constantes en el camino del Señor. Nuestro lenguaje no busca condenar to; ademguo congregarse con nosotros, nampliendo la grn comisiluntad perfecta de Dios

En cuanto a los principios bíblicos acerca de costumbres, formas de vestir, normas de conducta y otros puntos, vamos a considerar los siguientes temas a fin de conocer mejor al respecto:

a. La vestimenta del hombre y de la mujer que honran a Dios

Ya hemos entendido a la luz de la Biblia que lo externo no se puede desligar de lo interno; en cuanto al uso de prendas de vestir para el hombre cristiano y la mujer cristiana, la Biblia y la historia tienen mucho qué decir al respecto. A continuación, miremos los siguientes puntos a fin de comprender esta parte:

Uso del pantalón en la mujer

¿Debe la mujer usar pantalones? ¿Qué dice la Biblia?

Esta pregunta ha causado polémica y división entre las iglesias cristianas pues la Biblia NO dice nada acerca del pantalón, pero TAMPOCO dice nada acerca de la falda; no obstante, sí tiene principios que nos ayudan a discernir lo que conviene en cada situación.

La Biblia fue escrita para todas las épocas pero hay versículos que tienen un contexto histórico y cultural y hay otros que se aplican a todas las épocas de la historia del hombre; lo más sabio es conocer los principios que Dios nos da en su Palabra para practicarlos en nuestro tiempo.

Hay quienes desechan un versículo porque se encuentra en el A.T. o sencillamente no se han tomado el tiempo suficiente para escudriñar los principios de Dios que podemos aplicar a nuestra vida hoy. El hecho de que un versículo se encuentre en la Ley de Moisés no descarta una lección importante para el creyente que sigue a Cristo; antes bien, en el A.T. hallamos verdades y enseñanzas maravillosas que siguen vigentes porque el N.T. ratifica su valor y vigencia.

Otro lenguaje errado que se utiliza es decir: “eso era para la ley y yo estoy bajo la gracia y no bajo la ley”. Sin embargo, debemos comprender que la ley tiene diversos aspectos: está la ley moral, la ley ceremonial y la ley civil. Obviamente, la ley moral nunca será abrogada ni cambiada, pero la ley ceremonial y la ley civil tuvieron su aplicación y su contexto para el pueblo de Israel. Entonces, la ley moral es buena y nos conduce a Cristo (Gál. 3:19-24) porque señala nuestras imperfecciones y nos deja sin excusas ante un Dios santo. Ahí es cuando la ley nos señala a Cristo como el único hombre perfecto y como la única solución para reconciliarnos con Dios. En este sentido, no debemos desconocer el valor de toda la Escritura para formar nuestro carácter a la imagen de Cristo.

Volviendo a la pregunta sobre el pantalón, tomemos una cita interesante en Dt. 22:5 “No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que esto hace”

En este texto se establece un principio de separación (santidad) en la identidad social y sexual del hombre y la mujer con respecto a la forma de vestir; el contexto de esta regla divina señala que en tiempos del A.T., la vestidura general del hombre y de la mujer se diferenciaba por un cinto que usaba la vestidura del hombre. Además, la vestidura que usaba el hombre desde tiempos antiguos es lo que hoy podemos llamar un vestido ancho. El llevar el cinto mostraba una autoridad y responsabilidad especial que Dios dio al hombre. En los tiempos de Jesús, aún el hombre usaba esa vestidura y el cinto.

Obviamente, el hombre y la mujer son iguales delante de Dios, pero él delegó en el hombre (como varón, como esposo y como padre) una función de autoridad sobre la mujer que todavía está vigente (Gn. 3:16; Ef. 5:22-24).

El hombre y la mujer son diferentes en su naturaleza física, psicológica y emocional; por tanto, el hombre no debe tener características inherentes a la mujer (actitudes, movimientos y formas de vestir femeninas) ni la mujer debe tener características inherentes al hombre (actitudes, movimientos y formas de vestir masculinas). En este sentido, Dios ve como una abominación el hecho de mezclar ambas naturalezas; es decir, un hombre con características de mujer o una mujer con características de hombre. La palabra abominación muestra el desagrado de Dios ante quienes proceden de esta manera.

El ser humano y la sociedad siempre han tenido la inclinación a distorsionar la identidad sexual que Dios diseñó para cada género (hombre y mujer) y de allí surgen las prácticas homosexuales, donde se llega al extremo de la abominación, tomando el lugar del otro sexo, usando prendas y artículos del sexo opuesto, hasta el punto de llegar a prácticas sexuales que Dios aborrece y aún, se realizan cirugías para alterar el orden natural que Dios les dio para asemejarse al otro sexo. Lamentablemente, todo esto va en contra del diseño original de Dios.

Volviendo al tema de las vestiduras en el A.T., la primera vez que encontramos un versículo bíblico con un término que se pudiera asemejar al “pantalón”, es en Éx. 28:42, donde dice: “Y les harás calzoncillos de lino para cubrir su desnudez; serán desde los lomos hasta los muslos”. En este versículo se habla de una vestidura especial preparada para los sacerdotes que iban a ministrar en el tabernáculo. Este calzoncillo es diferente a lo que hoy llamamos calzoncillos o pantaloncillos. Éste era desde los lomos (desde la espalda o la cintura) y se extendía hasta los muslos (antes de la rodilla). Quizás tenía algunos tirantes para sostener la prenda, o se pegaba a otra prenda de vestir.

Historia universal de los pantalones

En los tiempos más antiguos de los cuales se tiene algún registro, los hombres cubrían la región púbica con pieles sujetas a la pelvis y enrolladas en las piernas. De este modo, protegían los genitales del frío o, como sugieren algunos antropólogos, ocultaban las inoportunas erecciones espontáneas. Una pintura rupestre de muchos años de antigüedad, en los abrigos de Els Secans, en la comarca aragonesa de Mazaleón, muestra a un hombre con lo que podría ser un pantalón corto.

También existen referencias arqueológicas indiscutibles del uso de pantalones en la cultura celta, hace unos 2.600 años. Poco después, los pueblos germanos adoptaron esta vestimenta, que la teñían y adornaban con rayas y cuadros. Los romanos consideraron los pantalones o bracata un atuendo propio de bárbaros, y su uso fue prohibido hasta el año 400.

Los romanos, en la antigüedad, no llevaban medias ni calzas (calzones o calzoncillos). Ellos aprendieron el uso de calzoncillos y bragas de los germanos, quienes las utilizaban para protegerse del clima hostil reinante en su región. Los romanos no tomaron el nombre de los germanos, sino que las denominaron con un derivado del término con el cual designaban el calzado; así pues, calceus (zapato, en latín) dio lugar a calcea (calza, en latín).

En los siglos medievales, con la evolución de la moda, se hicieron cada vez más largas pero su nombre no fue alterado.

En el siglo XVI, la prenda se dividió en dos partes: la que cubría el abdomen y parte de los muslos se siguió llamando calza; y la que cubría los pies y las pantorrilas, se llamó calcetas o medias calzas (actualmente, calcetines y medias).

Respecto a las bragas, se piensa que tuvieron su origen en la voz celta braqui, que es el nombre de una tribu celta que se asentó en el sureste de la actual Francia y en el noroeste de la actual Italia. Ellos vestían una especie de calzones de cuero que no utilizaba ninguna otra tribu de la zona. Más tarde, se reforzó la parte delantera de manera ostensible en las armaduras, otorgando a tal sector el nombre de bragueta. Ambos nombres, pues, estaban referidos a prendas masculinas. Así pues, las bragas de los pueblos galos y celtas son el antecedente de los pantalones.

Cuando los bárbaros llegaron al Imperio Romano se popularizó su uso aunque entre gente sencilla y campesina.

Las personas importantes usaban bombachos cortos o medias ajustadas y una túnica suelta que les llegaba hasta la rodilla. Esto fue así hasta el siglo XVII.

El término pantalón apareció a finales del siglo XVIII, y fue tomado del francés pantalon. El término francés deriva del nombre de Pantalone, personaje de la Commedia dell'Arte italiana.

Este personaje vestía capa y pantalones semejantes a los de ahora, largos y amplios que le llegaban hasta la rodilla. El pantalón, que durante mucho tiempo fue una prenda exclusivamente masculina, dio origen a la frase "Llevar los pantalones" por mandar y ser muy hombre.

Los pantalones y las mujeres

Una de las primeras mujeres (o quizás la primera mujer) en querer introducir los pantalones como uso femenino fue la feminista Amelia Bloomer (1818-1894) quién diseñó una falda a la altura de la rodilla que se usaría con unos pantalones anchos debajo, inspirada en el traje tradicional turco. Esta prenda no tuvo aceptación porque el movimiento feminista en esa época era considerado como una amenaza.

Aunque hoy la mujer viste el pantalón con naturalidad, durante siglos fue prohibido. En nuestros días, el uso del pantalón en las mujeres es lo más normal del mundo, pero aún existen lugares de trabajo donde no se permite su uso por no considerarlo femenino.

Según la historia, las mujeres, a pesar de las prohibiciones sociales y culturales, se atrevieron a masculinizar su ropa hasta feminizarla y lucirla abiertamente.

En Francia, hasta el año de 1880, el uso del pantalón estaba prohibido para la mujer pero luego se volvió popular y se permitió su uso.

Muchos artículos y libros se escribieron alrededor de este tema: “El pantalón, como politización”; “La prohibición de vestirse como hombre”; “La utopía del pantalón”; “Mi traje le dice al hombre: soy igual que tú”; “El irresistible ascenso del pantalón”; “La consagración del pantalón femenino”; y “Está prohibido prohibir”. No obstante, la postura conservadora siempre mantuvo su reserva.

La socióloga Christine Bard cuenta la “Historia política del pantalón”.

“Sucesor del calzón, el pantalón simbolizó la masculinidad y el poder. Durante la Revolución Francesa expresó los valores republicanos y se convirtió en un elemento clave de nuevo orden político… en el Antiguo Régimen la mujer fue privada de todos sus derechos, incluso de lucir pantalón”

A lo largo de la historia, el pantalón, más que como una prenda práctica y cómoda, se ha erigido como símbolo de poder político y libertad. Prueba de ello es que aunque la mujer logró la igualdad civil y laboral, el hombre ni consintió ni aceptó que se vistiera como él.

Así el 07 de noviembre de 1800, “una ordenanza de la jefatura de policía de París, prohíbe a las mujeres el uso de prendas del sexo opuesto”, detalla Bard.

Humanamente hablando, ya se sabe que lo prohibido siempre se desea más, y medio siglo después, por iniciativa de las mujeres feministas, el pantalón adquiere todo su valor y por vez primera se utiliza como arma política para desafiar el dominio masculino.

“Si una mujer salía a la calle con pantalones la tachaban de travesti”, cuenta la autora.

Hubo un cantante de rock and roll llamado Boy George. Él se vestía con ropa de mujer, usaba cosméticos, se ponía arreglos de cabello femenino, y se veía y hablaba como mujer cuando cantaba. Una publicación lo describe como “el mezclador de géneros de los años 80”.

Dios nunca tuvo la intención de que tuviéramos una mezcla de géneros, y es bastante claro en la Biblia porque el Señor estableció diferencias específicas entre el hombre y la mujer en el cuerpo, en la forma de pensar, hablar y sentir, pero también hay diferencias culturales en el cabello, la forma de vestir y las prendas de vestir.

Gracias a la militante feminista Madeleine Pelletier y a la deportista olímpica Violette Morris, que peleó ante la justicia francesa su derecho a lucir pantalones, en 1820 la mujer con pantalones comenzó a tener cierta aceptación.

Coco Chanel (1883-1971), diseñadora de moda francesa y creadora de la marca Chanel, fue una de las mayores precursoras del pantalón para la mujer, dándole un toque femenino y popularizándolo en todas las clases sociales.

El jean comenzó a usarlo la mujer en 1935 cuando apareció la marca Lady Levi´s y desde ese tiempo no se ha separado de ella, haciéndolo un elemento muy común en el guardarropa femenino.

El uso del pantalón en las mujeres se remonta a siglos pasados, sobre todo en los pueblos y naciones donde hombres y mujeres trabajaban en el campo.

En muchos países del mundo los pantalones formaron parte de la indumentaria de la mujer desde hace siglos, pero en países de Europa y Norteamérica estas prendas no se consideraron femeninas hasta el año de 1920.

Durante la Segunda Guerra Mundial (de 1941 a 1945) las mujeres empezaron a trabajar en fábricas para sustituir a los hombres ausentes y se acostumbraron a llevar monos y otras prendas “masculinas”. A las mujeres las dotaron de uniformes y overoles antes usados solo por hombres. Los monos consisten en trajes de una sola pieza que cubren todo el cuerpo y tienen la forma del pantalón en la parte de abajo.

La mujer fue llamada a asistir a los soldados en los campos de batalla y ellas tomaron la costumbre de llevar monos y otras prendas “masculinas”. A partir de ese momento, el pantalón se convierte en el compañero de viaje de la liberación femenina.

En este sentido, la moda cumplió un papel secundario. En esos años, el hombre había partido a la guerra y la mujer asumió funciones que antes eran propias del sexo masculino. Ligado a esto, surgió un nuevo estilo para vestir en el que el pantalón fue el protagonista.

Cuando terminó la guerra, las mujeres no renunciaron a estas prendas y comenzaron a usarlas con mucha frecuencia. Así pues, el uso generalizado del pantalón en la mujer se desarrolló especialmente después de 1945.

Las transformaciones que ha sufrido el pantalón han sido múltiples; desde los más anchos a los más ajustados, pasando por todos los largos.

En su elaboración también se ha usado toda clase de material; desde seda, linos, chalis, dril, dacrones, franelas, cueros, etc.

Otro factor importante en el uso del pantalón y otras prendas (que eran catalogas como inadecuadas o inmorales) fue el movimiento de liberación femenina.

La mujer fue encontrando un espacio social diferente en el cual tuvo mayor participación y desde 1928 tuvo el derecho a votar (en México fue desde 1954).

El célebre pensador Stuart Mill, autor de “La esclavitud femenina”, y Mary Shelley, autora de “Frankenstein” y “El moderno Prometeo”, lucharon fuertemente por la emancipación política femenina; en este campo, el pantalón apuntaló esta lucha y enriqueció la democracia electoral. Una de las primeras en usarlo y en desafiar las críticas fue Georg Sand, seudónimo de la novelista Amandine Aurore Lucie Dupin, y quien más se envolvió de fama por su amorío con el genio de la música, Federico Chopin.

El uso del pantalón en las mujeres se dio en los pueblos y naciones donde las mujeres comenzaron a trabajar en el campo, a la par de los hombres. En este caso, los pantalones eran utilizados por las mujeres para asemejarse a los hombres y poder hacer su trabajo, pero en muchos países de Europa y Norteamérica los pantalones no formaron parte de la indumentaria de la mujer hasta el año 1920.

“A pesar de estos logros, son una minoría las mujeres que en aquella época llevan pantalones” relata Christine Bard.

El cine no ignora el auge del pantalón sobre la silueta femenina y en el filme “La Costilla de Adán” aparece Katharine Hepburn vestida con pantalones. Además, la actriz Audrey Hepburn encarna el nuevo estilo de mujer moderna… un estilo que la convierte en la embajadora del pantalón.

Otro icono femenino de la modernización es Brigitte Bardot, actriz que luce el pantalón pirata de “vichy”, modelo que solo el modisto Hubert Givenchy proponía y destinaba para los días de descanso y vacaciones.

En plena guerra fría, el pantalón se inscribe en un campo llamado libertad, “aunque la Unión Soviética lo califica de prenda de carácter deportivo, útil para el trabajo en la industria y para viajar”, escribe Bard.

Por la década de 1960, la diseñadora inglesa Mary Quant presentó en Londres “unos pequeños pedazos de tela que apenas tapaban el muslo” a la que bautizó como “minifalda”.

El pantalón y la minifalda adquirieron aceptación mundial (salvo en países musulmanes y con dictaduras), especialmente entre las adolescentes; sin embargo, estas prendas las utilizan mujeres de todas las edades.

Como la moda no ignora la emancipación de la mujer, el pantalón femenino brilla tanto en las colecciones de Alta Costura que en el año 1965 su producción supera a la de las faldas. Así pues, Yves Saint Laurent (diseñador de moda y empresario francés) implantó el pantalón en el guardarropa de la mujer.

“Poco a poco hice un guardarropa calcado al del hombre”, decía Yves Saint Laurent.

En la década de los 70, con la llegada de los vaqueros y el movimiento hippy, el pantalón abraza por igual a ambos sexos.

“Hoy una mujer con pantalón, pelo corto y zapatos planos no se percibe como una travesti; sin embargo, si un hombre luce vestido y tacones, es llamado un travesti”, concluye Bard.

En esta última frase tenemos mucho qué reflexionar pues hay una contradicción social impresionante: la mayoría de las mujeres visten con traje de hombre y es socialmente aceptado pero si la mayoría de hombres se vistieran con ropa de mujer sería algo anormal y extraño.

Históricamente, vemos pues que el pantalón se ha caracterizado por ser una prenda masculina, y que las mujeres empezaron a usarlo solo para ser como los hombres, y eventualmente hacer el trabajo de hombres, pero antes jamás se habló del pantalón como una prenda femenina, o como un distintivo de la mujer.

Este es el punto de vista histórico y en este sentido, concuerda con el principio bíblico antes mencionado: “no vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer” (Dt. 22:5). Por tanto, la posición conservadora (basada en esta verdad bíblica) tiene una distinción entre las prendas de vestir masculinas y femeninas en este aspecto; sin embargo, oramos a Dios que guíe a las mujeres creyentes a través de la Palabra para considerar su manera de vestir y ajustarse a lo que Dios exige; no se trata de imponer ni de condenar, sino de exponer argumentos bíblicos, lógicos y espirituales, pero la obra la hace el Espíritu Santo en los corazones.

A nadie se le debe obligar a cambiar en nada, mucho menos en aspectos externos como la forma de vestir porque primero es el Espíritu Santo quien debe renovar el entendimiento interno y luego se reflejará en la conducta externa (éste es su trabajo, no el nuestro); lo que sí debemos enseñar como cristianos celosos de la Palabra de Dios son los principios bíblicos en relación con el vestido. Cada persona asumirá su responsabilidad ante Dios y dará cuentas a él de lo que hizo con su cuerpo (sea bueno o malo).

La salvación del alma no depende de nuestra vestimenta porque ya sabemos que es por fe y por gracia (no por obras), pero es importante conocer los parámetros que Dios plantea en la Biblia para dar un buen testimonio al mundo de que vivimos de acuerdo a la voluntad perfecta de Dios.

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