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sábado, 2 de mayo de 2015

La santidad Parte V


Veamos lo que dice Heb. 12:14: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”.

Aquí hay varios puntos a considerar:

- Se plantean dos realidades indispensables en un verdadero cristiano: seguir la paz con todos y la santidad. El término griego usado para seguir es dióko (perseguir, proseguir a una meta); así pues, nuestra meta debe estar siempre enfocada en vivir en paz con todas las personas y en vivir en santidad.
- El término griego usado para paz es eirene y significa paz, quietud y unidad. Para los orientales, con la palabra paz se indica “lo completo, íntegro, cabal, sano, terminado, acabado y colmado”. La paz, así entendida, designa todo aquello que hace posible una vida sana y armónica que ayuda al pleno desarrollo humano (y en una relación cordial con los demás).
- El término griego usado para santidad es jagiasmós (santificación, purificación).
- Es imposible desligar ambos conceptos: si estamos en paz con todos, en cuanto dependa de nosotros (Rom. 12:18), podremos estar en un proceso de santificación, lo cual reflejará la imagen de Dios en nosotros.
- Si no cumplimos con estas demandas divinas, no podremos ver al Señor. Recordemos las palabras de Cristo cuando dijo: “bienaventurados los de limpio corazón porque ellos verán a Dios” (Mt. 5:8). Por consiguiente, sin la santidad de Dios en nosotros, no podremos gozar plenamente de él (quien es la santidad misma) ni en la tierra ni en la eternidad. Por esta razón, el apóstol Juan dijo: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro” (1 Jn. 3:2, 3). Ahora bien, recordemos que la santidad de Dios comienza en nosotros cuando creemos en Cristo como nuestro Salvador pero es nuestro deber limpiarnos de toda maldad mediante los recursos que Dios ha provisto (la sangre de Cristo, la obra del Espíritu Santo y la palabra de Dios); sin embargo, la salvación no es por obras, sino por gracia y por fe; no podemos ganarnos el cielo por nuestros esfuerzos humanos pero debemos ser entendidos de cuál es la voluntad de Dios, santificarnos para Cristo y procurar siempre agradarle, confiando en la santidad que Dios aplica en nuestra vida y entonces, vemos al Señor aquí en esta tierra pero también le veremos en los cielos.

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