Visitas por países (actualizando)

Flag Counter

Bienvenida

Agradecemos su visita

Este blog ha sido creado para brindar un espacio donde queremos compartir el mensaje de la Palabra de Dios mediante diversas herramientas: texto, audio, video, entre otras.

La Iglesia Cristiana Sión tiene como misión el predicar el evangelio a toda criatura y en todas las naciones. Además, la tarea es hacer discípulos auténticos que sigan a Cristo y reflejen su carácter.

Le invitamos a participar con sus comentarios y opiniones

Mayor informes:

Barrio Robledo Parque - Medellín, Colombia

Alejandro Ocampo -2646825 - 3122958775

Barrio El Playón - Medellín, Colombia

Juan Carlos Sánchez -4619040 - 3136619531

martes, 5 de mayo de 2015

La santidad Parte VIII



g. ¿Es la santificación una doctrina bíblica o es un mandamiento de hombres?

Aunque el A.T. contiene una extensa revelación de la doctrina de la santificación, especialmente relacionada con la ley de Moisés e Israel, el N.T. proporciona una clara visión de los principios de la santificación porque se pueden hallar tres elementos indispensables en esta doctrina: santificación posicional, santificación experimental y santificación final.

a. La santificación posicional es una santificación efectuada por Dios a través de la obra de Cristo en la cruz y a través de su sangre derramada. Los creyentes hemos sido redimidos y purificados en su preciosa sangre; se nos han perdonado todos nuestros pecados y hemos llegado a ser justos por medio de nuestra identificación con Cristo; por eso, los hijos de Dios estamos justificados y purificados en él. Y todo esto indica una separación profunda y eterna, por medio de la gracia salvadora de Cristo. La santificación posicional está basada en la posición que tenemos en Cristo. Por ende, todo creyente convertido de verdad a Cristo, está posicionalmente santificado y es un santo delante de Dios porque ha sido adoptado como hijo de Dios. De acuerdo a las Escrituras, la posición del creyente en Cristo es el incentivo más importante para poder desarrollar una vida de santidad ante Dios.

Los libros del N.T. observan este orden: declaran primero las maravillas de la gracia salvadora, y entonces concluyen con una exhortación a los creyentes para que vivan de acuerdo a la nueva posición que Dios les ha concedido (Ef. 4:1-6; Col. 3:1-4). No hemos sido aceptados por Dios en nuestros propios méritos; somos aceptados en el Amado (Ef. 1:3-7). No somos justos en nosotros mismos; él ha sido hecho nuestra justicia. No somos redimidos por nuestra propia cuenta, sino que Cristo ha venido a ser nuestra redención. No somos santificados posicionalmente por la clase de vida que diariamente estamos viviendo, sino que él nos ha sido hecho nuestra santificación (1 Cor. 1:30).

La santificación posicional es tan perfecta como Cristo es perfecto. La santificación posicional es tan completa para el más débil como para el más fuerte de los santos. Depende solamente de su unión y posición en Cristo. Todos los creyentes son considerados como santos y también como los santificados (Hch. 20:32; Jud. 1:1). En su posición en Cristo, el cristiano es justo y acepto delante de Dios. Comparado con esto, ningún otro aspecto de esta verdad puede tener igual importancia; sin embargo, no debe concluirse que una persona es santa o santificada solo porque diga que está en Cristo. Por este motivo, se requiere una evidencia de que ha nacido de nuevo, mostrando la imagen de Dios en su vida (Ef. 4:24) y esto se manifiesta en un proceso de santificación experimental, el cual estudiaremos más a fondo a continuación.

b. La santificación experimental es el segundo aspecto de la doctrina de la santidad en el N.T. y tiene que ver con la santificación como una experiencia para el creyente que ha nacido de nuevo. Esta santificación puede depender: del grado de rendición del creyente a Dios, del grado de separación del pecado (por el conocimiento y la obediencia a la verdad de Dios) y del grado del crecimiento espiritual.

- La santificación experimental es el resultado de la RENDICIÓN DEL CREYENTE A DIOS. La completa dedicación de nosotros mismos a Dios es nuestro culto racional (Rom. 12:1). Haciendo esto, el cristiano se santifica para Dios por su propia elección. Esta es una voluntaria separación para Dios y es un aspecto importante de la santificación experimental (Rom. 6:22).

Cuando se experimenta la santidad de Dios en la vida diaria, una persona disfruta de paz y tiene plenitud de gozo. Por el hecho de rendirse a Dios cada vez más, se hace posible la plenitud del Espíritu que produce bendiciones y experiencias maravillosas con Dios; no obstante, no son las experiencias espirituales, los sentimientos o las emociones, las que van a marcar la evidencia de la santidad, sino los frutos espirituales que el creyente produzca en su conducta.

- La santificación experimental es el resultado del GRADO DE SEPARACIÓN DEL PECADO. La Biblia toma en cuenta los pecados de los cristianos de una manera completa y no desconoce las probabilidades del pecado. La santidad no implica una ausencia total de pecados sino una clara conciencia de ellos y un deseo profundo de agradar a Dios. Si la salvación fuera por la ausencia de pecados, entonces nadie podría entrar al cielo; sin embargo, la práctica del pecado de forma voluntaria, consciente y reiterativa, sí refleja en la persona que realmente no conoce a Dios ni ha experimentado un cambio genuino en su vida porque no es salvo ni tiene vida eterna (1 Jn. 3:4-10).

Así pues, la Biblia hace provisión para los pecados que los santos puedan cometer. Esta provisión puede ser preventiva y curativa; preventiva para evitar que se cometan y curativa para tratar el problema cuando se cometan.

Hay tres provisiones divinas para el tratamiento del pecado en el cristiano:
· La Palabra de Dios con sus claras instrucciones (Sal. 119:11), la cual nos guía a toda justicia y santidad.
· El ministerio actual de intercesión que Cristo realiza desde el cielo (Rom. 8:34; Heb. 7:25; Lc. 22:31, 32; Jn. 17:1-26). Si el cristiano cae en pecado y muestra arrepentimiento sincero, Cristo tiene el oficio de abogado defensor, el cual realiza desde el cielo en virtud de su muerte expiatoria, pero la actitud del creyente ante sus pecados es vital para que Dios obre su vida, porque si no hay un verdadero deseo de obedecer a Dios y cuando se hace lo malo, hay complacencia y deleite, entonces el corazón está endurecido y desviado del temor a Dios, por lo cual irrespeta y desobedece sus leyes a conciencia y voluntariamente; sin embargo, cuando el creyente es honesto con Dios y procura agradarle, se arrepiente de verdad, pide su gracia y su perdón, se convierte de sus malos caminos y se aparta del mal; solamente así pueden ser guardados con seguridad los imperfectos creyentes bajo la gracia de Dios; de lo contrario, el Señor juzgará la hipocresía, el libertinaje y toda conducta pecaminosa reiterativa del creyente que no muestre arrepentimiento y conversión. 
· El poder del Espíritu Santo que mora en el creyente (Gál. 5:16; Rom. 8:1-16) le conduce a discernir lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, lo que agrada a Dios y lo que le desagrada, y siempre este juicio se debe emitir con base en las Escrituras.

Es imperativo que Dios trate el pecado en el caso de cada hijo suyo, porque mientras el creyente esté en el cuerpo, conservará su naturaleza caída en la carne y será vulnerable al pecado (Rom. 7:21; 2 Cor. 4:7; 1 Jn. 1:8-10). Las Escrituras no prometen la erradicación de esta naturaleza; en cambio, prometen una victoria permanente, momento a momento, por el poder del Espíritu que nos ayuda en nuestra debilidad (Gál. 5:16-23). Esta victoria se experimentará si entendemos la Palabra de Dios, si tenemos fe en ella y si obedecemos los principios de Dios, separándonos del pecado cada vez más; para que esto sea posible debemos rendirnos todos los días en oración y entrega a Dios, buscando la llenura y la plenitud del Espíritu Santo.

Quiero insistir en lo siguiente: jamás la Biblia dice que la naturaleza pecaminosa en la carne y en el corazón humano haya perdido su efecto; sin embargo, Dios muestra en las Escrituras que esta naturaleza debe ser crucificada, muerta y sepultada con Cristo (Gál. 5:24); dicha expresión se refiere a un juicio divino contra la naturaleza pecaminosa que fue ejecutado en Cristo porque a través de su muerte todo pecador encuentra salvación. Del mismo modo, el pecador debe morir al pecado y vivir para Dios bajo su gracia y en una nueva vida; el fin de todo esto es que no sirvamos más al pecado sino que vivamos justificados en Cristo; en otras palabras, que el pecado no reine ni se enseñoree en nosotros de modo que le obedezcamos, sino que andemos bajo el gobierno del Espíritu (Rom. 6:1-14; 8:1-17). Lo contrario de esto sería andar en la carne, bajo su influencia y de acuerdo a sus deseos desordenados, lo cual acarrea condenación (Gál. 3:3; Rom. 8:1).

Toda victoria sobre el pecado es en sí misma una separación hacia Dios y, por lo tanto, es una santificación. Esa victoria debe ir en aumento a medida que el creyente se va dando cuenta de su incapacidad y comienza a descubrir el poder de Cristo sobre el pecado, el cual le hace santo de forma experimental porque vive en la santidad que Dios demanda.

- La experiencia de la santificación está relacionada con el CRECIMIENTO ESPIRITUAL. El cristiano necesita madurez en la sabiduría, el conocimiento, la experiencia y la gracia de Dios; por eso hay que tener un crecimiento en todas estas cosas, lo cual debe ser manifiesto y evidente en los frutos del creyente. Debemos crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo (2 Ped. 3:18). Al contemplar la gloria del Señor como en un espejo, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor (2 Cor. 3:18). Esta transformación tendrá el efecto de ponernos cada vez más lejos del pecado y hacernos más semejantes a Cristo. En ese sentido, estaremos más santificados (Ap. 22:11).

El cristiano puede ser «irreprensible» en Cristo (1 Ts. 5:23), aunque no se puede decir que no tiene faltas. Miremos un ejemplo: el niño que con mucho trabajo hace sus primeras letras en un cuaderno es comprendido y elogiado en la tarea realizada, aunque su trabajo no es perfecto. Posteriormente, logrará un desarrollo mayor en lo que hace y en este sentido, tendrá un reconocimiento proporcional a su capacidad. Asimismo, podemos caminar en la medida de nuestro entendimiento actual; sin embargo, sabemos que no vivimos a la altura de la mayor luz y experiencia que tendremos mañana, pero en Cristo somos justificados y perfeccionados día a día. Nosotros, siendo tan imperfectos, tan faltos de madurez, tan dados al pecado, necesitamos permanecer en él, en su amor, en sus palabras y en sus mandamientos para dar mucho fruto para Dios (Jn. 15:1-17). En resumen, vamos adelante a la perfección (Heb. 6:1), vamos en un camino de madurez y crecimiento progresivo para alcanzar la estatura de Cristo en la medida en que Dios usa las Escrituras y los hermanos en la fe de buen testimonio que nos enseñen, nos orienten y nos apoyen espiritualmente (Ef. 4:11-16).

c. La santificación definitiva es aquel aspecto relacionado con nuestra perfección final, y la poseeremos en la gloria de Dios por la eternidad. Por su gracia y por su poder, él nos transformará de tal modo que seremos conformes a su imagen (Fil. 3:20, 21). Así pues, nos hará entrar «perfectos» en la presencia de su gloria. Al fin, su esposa estará libre de toda mancha y arruga de manera plena (Ef. 5:26, 27). Por lo tanto, lo que dice Pablo, inspirado por Dios, tiene mayor claridad: “Absteneos de toda especie de mal. Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Ts. 5:22, 23).

En conclusión, si valoramos la obra de Cristo en la cruz para santificarnos y valoramos el propósito de Dios para la eternidad en la cual seremos santos y sin mancha para siempre, debemos amar, cultivar y desarrollar más y más la santidad en toda nuestra manera de vivir, en todas las áreas de nuestra vida, en cada pensamiento, en cada palabra y en cada conducta de la vida diaria, esperando el encuentro final con nuestro Salvador.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario