Miremos otros
pasajes claves en 2 Cor. 6:14-18 y 7:1: “No
os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la
justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?¿Y qué
concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?¿Y qué
acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el
templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré
su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y
apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para
vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor
Todopoderoso. Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos
de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el
temor de Dios”.
A continuación,
estudiemos algunos puntos relacionados con la santidad, basados en estas citas
bíblicas:
- Aquí hay un
principio establecido por Dios desde el A.T. y que tiene vigencia hoy: el
pueblo de Dios no debe mezclarse con lo pecaminoso. Así pues, Pablo utiliza la
figura que presenta Lv. 19:19: “Mis
estatutos guardarás. No harás ayuntar tu ganado con animales de otra especie;
tu campo no sembrarás con mezcla de semillas, y no te pondrás vestidos con
mezcla de hilos” y Dt. 22:10: “No
ararás con buey y con asno juntamente”. El principio que Pablo aplica no se
refiere a rechazar a las personas que no conocen a Dios sino a conservar la
pureza de Dios en nosotros sin mezclarnos con el pecado de ellos (v. 14).
Especialmente, se aplica a la carencia de una fe bíblica en ellos, lo cual abre
puertas a todo tipo de conceptos y prácticas desagradables a Dios y contrarias
a la santidad de Dios.
- Pablo
pregunta: ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? (v. 14); el
término griego compañerismo es metojé (participación, interacción,
compañerismo). Así pues, no puede haber un vínculo entre la justicia y la
injusticia para que la justicia conserve su esencia y no pierda su fuerza.
- El término
griego usado para justicia (v. 14)
es dikaiosúne (justicia, equidad,
justificación) y el usado para injusticia es anomía (maldad, transgresión de la ley). La justificación viene por
la fe en Cristo y la injusticia proviene de un corazón incrédulo y contrario a
la ley de Dios.
- La palabra comunión (v. 14) viene del término
griego koinonía que significa
participación o interacción. Así pues, la luz no puede asociarse con las
tinieblas; aplicándolo al creyente, las buenas obras no deben corromperse con
las malas obras… los hábitos piadosos y santos no deben contaminarse con los
hábitos pecaminosos de aquellos que no viven conforme a la voluntad de Dios.
- La palabra concordia (v. 15) viene del término
griego sumfónesis que significa
acuerdo. En otras palabras, no puede haber un acuerdo entre el bien y el mal.
Nosotros como cristianos no podemos mezclar lo santo con lo profano, lo puro
con lo impuro, lo divino con lo humano, lo espiritual con lo carnal.
- Notemos que
hay dos fuerzas opuestas: Cristo y Belial. El término Belial (v. 15) viene del hebreo belí-yaal
que es una palabra compuesta: belí
(sin) y ya´al (valor). Los
significados de este vocablo son inútil, indigno, malo, perverso, depravado,
etc. Además, estos términos apuntan a Satanás, quien es el autor del pecado y
su principal promotor. Por otro lado, Cristo representa todo lo bueno y
provechoso: amor, santidad, sabiduría, verdad, justicia, esperanza, eternidad,
etc. En conclusión, decidamos a quién seguimos, con quién nos quedamos… y
tengamos presente que seguir a Cristo es vivir de acuerdo al ejemplo de
santidad que él nos dejó y que seguir a Belial es vivir de acuerdo al ejemplo
que ya sabemos que él ha dado (desobediencia, rebelión, orgullo, vanidad,
mentira, y toda maldad existente).
- Si seguimos a
Cristo habrá salvación, vida y paz sin igual en la presencia de Dios por los
siglos de los siglos; pero si seguimos a Belial, habrá condenación, tormento y
remordimiento, separados de Dios por toda la eternidad.
- La palabra parte (v. 15) viene del término griego merís que significa porción, parte o
participación. Es decir, la santidad de Dios en nosotros no tiene lugar en el
pecado y el pecado no tiene lugar en la santidad de Dios que hemos recibido por
la gracia de Cristo porque son incompatibles.
- La palabra acuerdo (v. 16) viene del término
griego sunkatádsesis que significa
deposición del sentimiento en compañía de o en acuerdo con. Es decir, el
corazón del creyente no debe inclinarse al mal ni participar del mal.
- Aquí Pablo usa
una ilustración: el templo de Dios y los ídolos. El escritor plantea que
nosotros somos el templo del Dios viviente. El término templo (v. 16) viene del griego naós
que viene del verbo naío el cual
significa morar. Pablo recuerda que Dios ha dicho: “Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi
pueblo” (v. 16). Así pues, somos comparados a un templo en donde Dios
habita pero también dice que él andará entre nosotros, lo cual muestra su deseo
de tener comunión constante; él se identifica como nuestro Dios y nos
identifica como su pueblo. Ahora bien, las señales de que él es nuestro Dios y que
nosotros somos su pueblo son: la justicia (por la fe en la obra de Cristo y por
ser un testimonio de fidelidad a Dios), la luz (porque brillamos en medio de
las tinieblas y somos diferentes) y la santidad (porque no nos mezclamos con el
mal sino que nos conservamos puros para Dios).
- Dios sigue
diciendo: “Por lo cual, salid de en medio
de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo” (v. 17). Si
realmente somos de Dios y somos su pueblo, tenemos que salir de en medio de los
pecadores y apartarnos para Dios. No se trata de aislarnos y rechazar a los
pecadores sino que marquemos la diferencia entre el bien y el mal, que nos
consagremos a Dios y a su voluntad, que no permitamos que el pecado nos dañe,
que no participemos de las costumbres malsanas y pecaminosas de aquellos que
están apartados de Dios y de su palabra.
- Dios dice: “no toquéis lo inmundo”. La palabra tocar
viene del término griego jáptomai que
significa apegarse, manejar, tocar. Es decir, Dios está diciendo: “no tengan
contacto con el pecado, de manera que sean contaminados y desviados de la
justicia y la santidad”. Este texto no está diciendo que no tengamos contacto
con los pecadores, sino que conservemos la pureza que Dios nos ha dado y nos ha
enseñado a través de su palabra, en medio de los pecadores y en medio de la
sociedad, como la luz en las tinieblas resplandece y no pierde su brillo a
causa de la oscuridad.
- Dios nos da
una promesa si obedecemos estos principios de santidad: “y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis
hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (v. 17, 18). Si practicamos la
santidad que Dios demanda, él aceptará nuestra vida y nos recibirá como su
pueblo, identificándose como nuestro Padre y seremos tenidos por dignos de ser
hijos e hijas de Dios. Así pues, Pablo cierra estas palabras con la expresión “dice el Señor Todopoderoso”. Es el Dios
de todo poder y autoridad, quien exige santidad y él mismo pone como requisito
guardar estos parámetros si queremos ser reconocidos por él como hijos e hijas.
- Si seguimos al
pecado y a Belial, no seremos recibidos por Dios sino que seremos rechazados
por Dios… no seremos identificados como hijos de Dios sino como hijos del
diablo… no seremos reconocidos como un templo de Dios sino como una morada de
demonios… no andará el Señor con nosotros sino que los demonios estarán con
nosotros, guiándonos al pecado y a la perdición de nuestra alma.
- En 1 Ts.
5:1-11, Pablo nos alerta sobre el peligro de estar en tinieblas, ya que el
tiempo se acaba y el Señor vendrá como ladrón en la noche y aquellos que estén
viviendo en santidad para Dios y conforme a su voluntad, serán librados del
juicio venidero pero aquellos que pretendan hacer su propia voluntad y que
estén bajo la oscuridad del pecado (así profesen creer en Cristo), tendrán
destrucción repentina y no escaparán. Por tanto, el consejo de Pablo es que
estemos despiertos y que seamos sobrios, sabios y obedientes a Dios. Si
realmente somos hijos de Dios, tenemos que estar andando bajo la luz de su
voluntad, guardando los principios de santidad, pureza y justicia que Dios ha
establecido; de lo contario, andaremos en tinieblas y en confusión, bajo
nuestra propia sabiduría carnal, la cual nos llevará a la perdición.
- Veamos que
Pablo enfatiza en la promesa de Dios para que consideremos la importancia de la
santidad de Dios en nosotros. Pablo dice: “Así
que amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda
contaminación de carne y espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de
Dios” (2 Cor. 7:1).
- La palabra limpiémonos viene del término griego kadsarízo que significa limpiar y
purificar. Esta acción involucra nuestra voluntad; no debemos simplemente orar
a Dios para que nos limpie y esperar a que Dios nos limpie, sino que debemos
asumir una responsabilidad personal de santificarnos para Dios, buscando la
fuente de limpieza que Dios ha provisto: la sangre de Cristo, la palabra de
Dios y la obra del Espíritu Santo en nosotros, cuando obedecemos los principios
bíblicos. Obviamente, necesitamos orar y pedir la gracia de Dios, pero el hecho
de limpiarnos es algo que involucra nuestra voluntad y nuestra responsabilidad
espiritual.
- La palabra toda viene del término griego pás que significa todo, cualquiera y
cada uno. Luego encontramos la palabra contaminación
que viene del término griego molusmós
que significa mancha. Este término viene del griego mómos que significa falta, defecto, vergüenza. Así pues, Pablo
habla de todo (cada intención, cada
pensamiento, cada palabra, cada acción y cada conducta) lo que pueda manchar
nuestra vida delante de Dios y delante de los hombres, y se convierte en una
contaminación. En otras palabras, debemos orar al Señor, estudiar las Escrituras
y buscar la dirección del Espíritu Santo para entender de qué maneras podríamos
contaminarnos y procurar estar limpios para Dios. Un ejemplo de ello es
considerar a una novia cuando se va a casar: ella procura que su vestido esté
limpio, sin mancha y sin arruga para que cuando su esposo y los invitados a la
boda la vean, no tenga motivo por el cual avergonzarse; esto es lo que Pablo
dice: “Maridos, amad a vuestras mujeres,
así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para
santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a
fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni
arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Ef. 5:25-27).
Aquí vemos que Cristo se ha preocupado por la santidad de su iglesia y ha
provisto todos los medios para presentarse a sí mismo una esposa santa, sin
mancha y sin arruga. Si él tiene este pensamiento y este cuidado con respecto a
la iglesia, ¿deberíamos los creyentes tener un pensamiento flexible con el
pecado, indiferente a la santidad de Dios, descuidando nuestra vida y siendo
inferiores al deseo del esposo divino? ¿Será que el Señor se agrada de una
iglesia con esta actitud? ¿O será que aquellos que piensan de esta manera son
realmente parte de la iglesia santa y pura que Cristo anhela?
- Volviendo al
mensaje del apóstol Pablo, él dice que debemos limpiarnos de toda contaminación
de carne. La palabra carne viene del
término griego sárx que significa
carne y cuerpo (como símbolo de lo externo). En este sentido, tenemos que
limpiarnos de todo lo que manche el buen testimonio ante Dios y ante los
hombres en el cuerpo (en lo externo): conducta, actitudes, palabras,
costumbres, forma de vestir, forma de peinarse, forma de moverse, forma de
caminar, etc.
- Por otro lado,
el mismo apóstol Pablo dice que debemos limpiarnos de toda contaminación de
espíritu. La palabra espíritu viene
del término griego pneúma que
significa soplo, respiración, aliento, viento. Por analogía, se habla del
espíritu, de la disposición interna, de todo lo que involucra la parte interna
del ser. En este sentido, tenemos que limpiarnos de todo lo que manche nuestro
interior ante Dios: pensamientos, motivaciones, intenciones, planes,
propósitos, sentimientos… en síntesis, todo lo que tenemos por dentro, y que
solo Dios lo puede ver.
- Notemos que
Pablo, inspirado por Dios, nos habla de una santidad externa e interna, una
limpieza por fuera y por dentro. El hecho de poner primero el aspecto externo
no quiere decir que sea más importante, sino que el testimonio ante los hombres
de nuestra identidad como cristianos comienza por fuera. La gente mira primero
nuestra apariencia externa y nuestra conducta (1 Sam. 16:7), pero luego va
confirmando nuestros valores y virtudes en la medida que nos damos a conocer.
Obviamente, podemos engañar con una apariencia de piedad pero al final nuestros
frutos mostrarán si nuestro carácter refleja a Cristo o no. Por otra parte,
Dios mira el corazón pero también mira todo nuestro ser: espíritu, alma y
cuerpo (1 Ts. 5:23), por lo cual está interesado en que estemos santificados
por completo.
En resumen, la santidad abarca dos aspectos: lo interno y lo
externo. Lamentablemente,
muchos quieren un evangelio a su manera y solo prefieren algunos aspectos de la
Palabra de Dios porque encajan con sus intereses y con sus gustos; por ejemplo,
ellos hablan del amor, de los milagros, de la fe, de la sabiduría, etc., pero
cuando se les menciona la necesidad de cambiar muchas cosas, ellos comienzan a
decir que es fanatismo, legalismo y religiosidad. Sin embargo, miremos lo que
dijo Josué al pueblo de Israel: “Ahora,
pues, temed a Jehová, y servidle con integridad y en verdad; y quitad de entre
vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres al otro lado del
río, y en Egipto; y servid a Jehová. Y si mal os parece servir a Jehová,
escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros
padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos
en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová” (Jos.
24:14, 15). A los ojos de Israel, Josué quizás era un fanático, legalista y religioso,
pero él sabía que en Israel había una cantidad de ídolos que el pueblo honraba
y esto le desagradó a él (pero especialmente a Dios); la santidad de Dios no se
trata de llevar las cosas al extremo… sencillamente es un asunto de obediencia
a los principios de Dios y si no queremos obedecer a Dios, entonces nuestro Cristianismo
no es puro y se ha diluido en conceptos humanos. Tenemos el ejemplo de
obediencia perfecta a Dios y es Cristo; si no queremos vivir de acuerdo a la
Palabra de Dios de forma completa, entonces Cristo no es nuestro Señor. Si
tomamos el mensaje puro de la Biblia y lo diluimos en argumentos humanistas
para agradar a la gente, entonces perderá su efecto en el corazón humano y no
cumplirá su principal objetivo que es cambiar las vidas de las personas.
Volviendo a la
historia de Josué, vemos que él había decidido con su familia el servir a Dios,
y por ende, tenía la autoridad de decirle al pueblo que sirviera al Señor con
integridad y en verdad, pero para ello Israel tenía que renunciar a los dioses
falsos que había en su corazón. Josué no llegó con un mensaje motivacional para
convencer al pueblo con palabras bonitas y elocuentes; él simplemente les dijo
la verdad de frente y sin fingimientos, colocándose como un ejemplo de
integridad.
Quizás hoy, los
dioses que adoraba Israel, para nosotros sean los pecados que no queremos
dejar, las prácticas antibíblicas que amamos, los conceptos personales que
tenemos acerca de Dios y de la Biblia, las personas que no queremos que nos
desaprueben si hacemos la voluntad de Dios, etc.
Notemos que
Josué fue claro y radical con Israel: “No
podréis servir a Jehová, porque él es Dios santo, y Dios celoso; no sufrirá
vuestras rebeliones y vuestros pecados” (Jos. 24:19). Dios no está
interesado en tener seguidores caprichosos y rebeldes a sus mandamientos; él
busca gente leal, comprometida y decidida a honrar toda su palabra. Así como un
hombre espera que su esposa sea fiel en todo y que cumpla su compromiso de
lealtad sin tener a otros hombres, el Señor busca una iglesia que sea íntegra,
santa y fiel hasta la muerte, que no coquetee con el pecado, que no manche su
testimonio y que sea pura en todo el sentido de la palabra. Si no estás
dispuesto a ser fiel en todo (Tito 2:10), serás un mal ejemplo para otros y la
doctrina de Dios será objeto de burla y menosprecio, pero si decides ser fiel
en todo, tu vida adornará el evangelio y serás un ejemplo digno de imitar.
Muchos creen que
la gracia les da licencia para pecar y hacer lo malo ante los ojos de Dios,
pero veamos qué dice la Biblia: “Porque
la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres,
enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en
este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada
y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien
se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar
para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2:11-14)
Según la Biblia, la gracia de Dios…
- Trae salvación a todos los hombres.
- Nos enseña a renunciar a la impiedad y a los deseos
mundanos.
- Nos enseña a vivir en este siglo sobria, justa y
piadosamente.
Para muchos, Dios está interesado en su felicidad, su
bienestar, el cumpliendo de sus sueños y proyectos, sus necesidades, sus
problemas, etc. y hasta cierto punto es verdad pero él está mucho más interesado
en la obediencia a sus mandamientos que en complacer todos los caprichos y los
deseos de la gente, buscando que sean felices. La realidad es que el ser humano
es inconforme e insatisfecho todo el tiempo y nunca tiene todo lo que desea;
solo vive momentos de alegría y tristeza, situaciones favorables y
desfavorables, y en medio de todo, él busca medios para sentirse tranquilo y en
paz, pero solo Dios le da la paz completa que su alma necesita a través de
Cristo y cuando éste comprende y obedece su perfecta voluntad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario