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domingo, 3 de mayo de 2015

La santidad Parte VI


Miremos otros pasajes claves en 2 Cor. 6:14-18 y 7:1: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso. Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”.

A continuación, estudiemos algunos puntos relacionados con la santidad, basados en estas citas bíblicas:

- Aquí hay un principio establecido por Dios desde el A.T. y que tiene vigencia hoy: el pueblo de Dios no debe mezclarse con lo pecaminoso. Así pues, Pablo utiliza la figura que presenta Lv. 19:19: “Mis estatutos guardarás. No harás ayuntar tu ganado con animales de otra especie; tu campo no sembrarás con mezcla de semillas, y no te pondrás vestidos con mezcla de hilos” y Dt. 22:10: “No ararás con buey y con asno juntamente”. El principio que Pablo aplica no se refiere a rechazar a las personas que no conocen a Dios sino a conservar la pureza de Dios en nosotros sin mezclarnos con el pecado de ellos (v. 14). Especialmente, se aplica a la carencia de una fe bíblica en ellos, lo cual abre puertas a todo tipo de conceptos y prácticas desagradables a Dios y contrarias a la santidad de Dios.
- Pablo pregunta: ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? (v. 14); el término griego compañerismo es metojé (participación, interacción, compañerismo). Así pues, no puede haber un vínculo entre la justicia y la injusticia para que la justicia conserve su esencia y no pierda su fuerza.
- El término griego usado para justicia (v. 14) es dikaiosúne (justicia, equidad, justificación) y el usado para injusticia es anomía (maldad, transgresión de la ley). La justificación viene por la fe en Cristo y la injusticia proviene de un corazón incrédulo y contrario a la ley de Dios. 
- La palabra comunión (v. 14) viene del término griego koinonía que significa participación o interacción. Así pues, la luz no puede asociarse con las tinieblas; aplicándolo al creyente, las buenas obras no deben corromperse con las malas obras… los hábitos piadosos y santos no deben contaminarse con los hábitos pecaminosos de aquellos que no viven conforme a la voluntad de Dios.
- La palabra concordia (v. 15) viene del término griego sumfónesis que significa acuerdo. En otras palabras, no puede haber un acuerdo entre el bien y el mal. Nosotros como cristianos no podemos mezclar lo santo con lo profano, lo puro con lo impuro, lo divino con lo humano, lo espiritual con lo carnal.
- Notemos que hay dos fuerzas opuestas: Cristo y Belial. El término Belial (v. 15) viene del hebreo belí-yaal que es una palabra compuesta: belí (sin) y ya´al (valor). Los significados de este vocablo son inútil, indigno, malo, perverso, depravado, etc. Además, estos términos apuntan a Satanás, quien es el autor del pecado y su principal promotor. Por otro lado, Cristo representa todo lo bueno y provechoso: amor, santidad, sabiduría, verdad, justicia, esperanza, eternidad, etc. En conclusión, decidamos a quién seguimos, con quién nos quedamos… y tengamos presente que seguir a Cristo es vivir de acuerdo al ejemplo de santidad que él nos dejó y que seguir a Belial es vivir de acuerdo al ejemplo que ya sabemos que él ha dado (desobediencia, rebelión, orgullo, vanidad, mentira, y toda maldad existente).
- Si seguimos a Cristo habrá salvación, vida y paz sin igual en la presencia de Dios por los siglos de los siglos; pero si seguimos a Belial, habrá condenación, tormento y remordimiento, separados de Dios por toda la eternidad.
- La palabra parte (v. 15) viene del término griego merís que significa porción, parte o participación. Es decir, la santidad de Dios en nosotros no tiene lugar en el pecado y el pecado no tiene lugar en la santidad de Dios que hemos recibido por la gracia de Cristo porque son incompatibles.
- La palabra acuerdo (v. 16) viene del término griego sunkatádsesis que significa deposición del sentimiento en compañía de o en acuerdo con. Es decir, el corazón del creyente no debe inclinarse al mal ni participar del mal.
- Aquí Pablo usa una ilustración: el templo de Dios y los ídolos. El escritor plantea que nosotros somos el templo del Dios viviente. El término templo (v. 16) viene del griego naós que viene del verbo naío el cual significa morar. Pablo recuerda que Dios ha dicho: “Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo” (v. 16). Así pues, somos comparados a un templo en donde Dios habita pero también dice que él andará entre nosotros, lo cual muestra su deseo de tener comunión constante; él se identifica como nuestro Dios y nos identifica como su pueblo. Ahora bien, las señales de que él es nuestro Dios y que nosotros somos su pueblo son: la justicia (por la fe en la obra de Cristo y por ser un testimonio de fidelidad a Dios), la luz (porque brillamos en medio de las tinieblas y somos diferentes) y la santidad (porque no nos mezclamos con el mal sino que nos conservamos puros para Dios).
- Dios sigue diciendo: “Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo” (v. 17). Si realmente somos de Dios y somos su pueblo, tenemos que salir de en medio de los pecadores y apartarnos para Dios. No se trata de aislarnos y rechazar a los pecadores sino que marquemos la diferencia entre el bien y el mal, que nos consagremos a Dios y a su voluntad, que no permitamos que el pecado nos dañe, que no participemos de las costumbres malsanas y pecaminosas de aquellos que están apartados de Dios y de su palabra.
- Dios dice: “no toquéis lo inmundo”. La palabra tocar viene del término griego jáptomai que significa apegarse, manejar, tocar. Es decir, Dios está diciendo: “no tengan contacto con el pecado, de manera que sean contaminados y desviados de la justicia y la santidad”. Este texto no está diciendo que no tengamos contacto con los pecadores, sino que conservemos la pureza que Dios nos ha dado y nos ha enseñado a través de su palabra, en medio de los pecadores y en medio de la sociedad, como la luz en las tinieblas resplandece y no pierde su brillo a causa de la oscuridad.
- Dios nos da una promesa si obedecemos estos principios de santidad: “y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (v. 17, 18). Si practicamos la santidad que Dios demanda, él aceptará nuestra vida y nos recibirá como su pueblo, identificándose como nuestro Padre y seremos tenidos por dignos de ser hijos e hijas de Dios. Así pues, Pablo cierra estas palabras con la expresión “dice el Señor Todopoderoso”. Es el Dios de todo poder y autoridad, quien exige santidad y él mismo pone como requisito guardar estos parámetros si queremos ser reconocidos por él como hijos e hijas.
- Si seguimos al pecado y a Belial, no seremos recibidos por Dios sino que seremos rechazados por Dios… no seremos identificados como hijos de Dios sino como hijos del diablo… no seremos reconocidos como un templo de Dios sino como una morada de demonios… no andará el Señor con nosotros sino que los demonios estarán con nosotros, guiándonos al pecado y a la perdición de nuestra alma.
- En 1 Ts. 5:1-11, Pablo nos alerta sobre el peligro de estar en tinieblas, ya que el tiempo se acaba y el Señor vendrá como ladrón en la noche y aquellos que estén viviendo en santidad para Dios y conforme a su voluntad, serán librados del juicio venidero pero aquellos que pretendan hacer su propia voluntad y que estén bajo la oscuridad del pecado (así profesen creer en Cristo), tendrán destrucción repentina y no escaparán. Por tanto, el consejo de Pablo es que estemos despiertos y que seamos sobrios, sabios y obedientes a Dios. Si realmente somos hijos de Dios, tenemos que estar andando bajo la luz de su voluntad, guardando los principios de santidad, pureza y justicia que Dios ha establecido; de lo contario, andaremos en tinieblas y en confusión, bajo nuestra propia sabiduría carnal, la cual nos llevará a la perdición.
- Veamos que Pablo enfatiza en la promesa de Dios para que consideremos la importancia de la santidad de Dios en nosotros. Pablo dice: “Así que amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2 Cor. 7:1).
- La palabra limpiémonos viene del término griego kadsarízo que significa limpiar y purificar. Esta acción involucra nuestra voluntad; no debemos simplemente orar a Dios para que nos limpie y esperar a que Dios nos limpie, sino que debemos asumir una responsabilidad personal de santificarnos para Dios, buscando la fuente de limpieza que Dios ha provisto: la sangre de Cristo, la palabra de Dios y la obra del Espíritu Santo en nosotros, cuando obedecemos los principios bíblicos. Obviamente, necesitamos orar y pedir la gracia de Dios, pero el hecho de limpiarnos es algo que involucra nuestra voluntad y nuestra responsabilidad espiritual.
- La palabra toda viene del término griego pás que significa todo, cualquiera y cada uno. Luego encontramos la palabra contaminación que viene del término griego molusmós que significa mancha. Este término viene del griego mómos que significa falta, defecto, vergüenza. Así pues, Pablo habla de todo (cada intención, cada pensamiento, cada palabra, cada acción y cada conducta) lo que pueda manchar nuestra vida delante de Dios y delante de los hombres, y se convierte en una contaminación. En otras palabras, debemos orar al Señor, estudiar las Escrituras y buscar la dirección del Espíritu Santo para entender de qué maneras podríamos contaminarnos y procurar estar limpios para Dios. Un ejemplo de ello es considerar a una novia cuando se va a casar: ella procura que su vestido esté limpio, sin mancha y sin arruga para que cuando su esposo y los invitados a la boda la vean, no tenga motivo por el cual avergonzarse; esto es lo que Pablo dice: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Ef. 5:25-27). Aquí vemos que Cristo se ha preocupado por la santidad de su iglesia y ha provisto todos los medios para presentarse a sí mismo una esposa santa, sin mancha y sin arruga. Si él tiene este pensamiento y este cuidado con respecto a la iglesia, ¿deberíamos los creyentes tener un pensamiento flexible con el pecado, indiferente a la santidad de Dios, descuidando nuestra vida y siendo inferiores al deseo del esposo divino? ¿Será que el Señor se agrada de una iglesia con esta actitud? ¿O será que aquellos que piensan de esta manera son realmente parte de la iglesia santa y pura que Cristo anhela?
- Volviendo al mensaje del apóstol Pablo, él dice que debemos limpiarnos de toda contaminación de carne. La palabra carne viene del término griego sárx que significa carne y cuerpo (como símbolo de lo externo). En este sentido, tenemos que limpiarnos de todo lo que manche el buen testimonio ante Dios y ante los hombres en el cuerpo (en lo externo): conducta, actitudes, palabras, costumbres, forma de vestir, forma de peinarse, forma de moverse, forma de caminar, etc.
- Por otro lado, el mismo apóstol Pablo dice que debemos limpiarnos de toda contaminación de espíritu. La palabra espíritu viene del término griego pneúma que significa soplo, respiración, aliento, viento. Por analogía, se habla del espíritu, de la disposición interna, de todo lo que involucra la parte interna del ser. En este sentido, tenemos que limpiarnos de todo lo que manche nuestro interior ante Dios: pensamientos, motivaciones, intenciones, planes, propósitos, sentimientos… en síntesis, todo lo que tenemos por dentro, y que solo Dios lo puede ver.
- Notemos que Pablo, inspirado por Dios, nos habla de una santidad externa e interna, una limpieza por fuera y por dentro. El hecho de poner primero el aspecto externo no quiere decir que sea más importante, sino que el testimonio ante los hombres de nuestra identidad como cristianos comienza por fuera. La gente mira primero nuestra apariencia externa y nuestra conducta (1 Sam. 16:7), pero luego va confirmando nuestros valores y virtudes en la medida que nos damos a conocer. Obviamente, podemos engañar con una apariencia de piedad pero al final nuestros frutos mostrarán si nuestro carácter refleja a Cristo o no. Por otra parte, Dios mira el corazón pero también mira todo nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo (1 Ts. 5:23), por lo cual está interesado en que estemos santificados por completo.

En resumen, la santidad abarca dos aspectos: lo interno y lo externo. Lamentablemente, muchos quieren un evangelio a su manera y solo prefieren algunos aspectos de la Palabra de Dios porque encajan con sus intereses y con sus gustos; por ejemplo, ellos hablan del amor, de los milagros, de la fe, de la sabiduría, etc., pero cuando se les menciona la necesidad de cambiar muchas cosas, ellos comienzan a decir que es fanatismo, legalismo y religiosidad. Sin embargo, miremos lo que dijo Josué al pueblo de Israel: “Ahora, pues, temed a Jehová, y servidle con integridad y en verdad; y quitad de entre vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres al otro lado del río, y en Egipto; y servid a Jehová. Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová” (Jos. 24:14, 15). A los ojos de Israel, Josué quizás era un fanático, legalista y religioso, pero él sabía que en Israel había una cantidad de ídolos que el pueblo honraba y esto le desagradó a él (pero especialmente a Dios); la santidad de Dios no se trata de llevar las cosas al extremo… sencillamente es un asunto de obediencia a los principios de Dios y si no queremos obedecer a Dios, entonces nuestro Cristianismo no es puro y se ha diluido en conceptos humanos. Tenemos el ejemplo de obediencia perfecta a Dios y es Cristo; si no queremos vivir de acuerdo a la Palabra de Dios de forma completa, entonces Cristo no es nuestro Señor. Si tomamos el mensaje puro de la Biblia y lo diluimos en argumentos humanistas para agradar a la gente, entonces perderá su efecto en el corazón humano y no cumplirá su principal objetivo que es cambiar las vidas de las personas.

Volviendo a la historia de Josué, vemos que él había decidido con su familia el servir a Dios, y por ende, tenía la autoridad de decirle al pueblo que sirviera al Señor con integridad y en verdad, pero para ello Israel tenía que renunciar a los dioses falsos que había en su corazón. Josué no llegó con un mensaje motivacional para convencer al pueblo con palabras bonitas y elocuentes; él simplemente les dijo la verdad de frente y sin fingimientos, colocándose como un ejemplo de integridad.

Quizás hoy, los dioses que adoraba Israel, para nosotros sean los pecados que no queremos dejar, las prácticas antibíblicas que amamos, los conceptos personales que tenemos acerca de Dios y de la Biblia, las personas que no queremos que nos desaprueben si hacemos la voluntad de Dios, etc.

Notemos que Josué fue claro y radical con Israel: “No podréis servir a Jehová, porque él es Dios santo, y Dios celoso; no sufrirá vuestras rebeliones y vuestros pecados” (Jos. 24:19). Dios no está interesado en tener seguidores caprichosos y rebeldes a sus mandamientos; él busca gente leal, comprometida y decidida a honrar toda su palabra. Así como un hombre espera que su esposa sea fiel en todo y que cumpla su compromiso de lealtad sin tener a otros hombres, el Señor busca una iglesia que sea íntegra, santa y fiel hasta la muerte, que no coquetee con el pecado, que no manche su testimonio y que sea pura en todo el sentido de la palabra. Si no estás dispuesto a ser fiel en todo (Tito 2:10), serás un mal ejemplo para otros y la doctrina de Dios será objeto de burla y menosprecio, pero si decides ser fiel en todo, tu vida adornará el evangelio y serás un ejemplo digno de imitar.

Muchos creen que la gracia les da licencia para pecar y hacer lo malo ante los ojos de Dios, pero veamos qué dice la Biblia: “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2:11-14)

Según la Biblia, la gracia de Dios…
- Trae salvación a todos los hombres.
- Nos enseña a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos.
- Nos enseña a vivir en este siglo sobria, justa y piadosamente.

Para muchos, Dios está interesado en su felicidad, su bienestar, el cumpliendo de sus sueños y proyectos, sus necesidades, sus problemas, etc. y hasta cierto punto es verdad pero él está mucho más interesado en la obediencia a sus mandamientos que en complacer todos los caprichos y los deseos de la gente, buscando que sean felices. La realidad es que el ser humano es inconforme e insatisfecho todo el tiempo y nunca tiene todo lo que desea; solo vive momentos de alegría y tristeza, situaciones favorables y desfavorables, y en medio de todo, él busca medios para sentirse tranquilo y en paz, pero solo Dios le da la paz completa que su alma necesita a través de Cristo y cuando éste comprende y obedece su perfecta voluntad.

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