
- La Iglesia de
Cristo debe promover valores y principios bíblicos que pongan en alto el buen
testimonio del evangelio para ser un ejemplo digno de imitar
La
Iglesia en general está llamada a compartir el evangelio a través de la
predicación y el discipulado pero definitivamente, el buen testimonio y el
ejemplo de los creyentes es esencial y contundente para que la gente crea y
siga el modelo bíblico de una vida recta y dedicada como fue la vida de Cristo;
la gente no solo debe creer en la Biblia, debe honrar y obedecer sus
principios, pero lo hará si hay hombres y mujeres que les inspiran con sus
actos y su conducta en cada aspecto de su vida.
Jesucristo
predicó el evangelio pero su vida fue un ejemplo intachable y por ello dijo a
sus oyentes: "arrepentíos, y creed
en el evangelio" (Mr. 1:14, 15). Su mensaje de arrepentimiento había
sido preparado por el de Juan el Bautista (Mt. 3:2). Posteriormente, el sermón
del apóstol Pedro el día de Pentecostés también resaltó la importancia de
arrepentirse del pecado (Hch. 2:38). Aún así, muchas iglesias hoy están muy
desorientadas en lo que respecta al pecado, el arrepentimiento y la fe.
Analicemos
un caso interesante: en los Estados Unidos, el cristianismo en los ochenta
(1980) sufrió un cambio de rumbo importante, dejando de lado la moral y el
reconocimiento del pecado para acoger un falso evangelio de “crecimiento
personal” dirigido hacia el YO. Los sermones sobre el pecado, la maldad y los
mandamientos de Dios sencillamente no eran agradables para muchos porque la prioridad
de la gente es sentirse bien, estar bien y no escuchar o leer palabras que
puedan ofenderles.
Otro
lenguaje que a muchos les parece ofensivo es el decir NO; a la gente no le
gusta escuchar NO pero Dios siempre ha usado en la Biblia este término porque
pone el límite a la conducta pecaminosa del hombre; además, Dios es veraz y no
tiene dos caras; el mismo Jesús dijo: “…
sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal
procede” (Mt. 5:37).
En
el huerto del Edén
“mas del árbol
de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres,
ciertamente morirás”
(Gn. 2:17).
En
los 10 mandamientos
“No tendrás
dioses ajenos delante de mí” (Éx. 20:3).
“No te harás
imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la
tierra, ni en las aguas debajo de la tierra” (Éx. 20:4).
“No te
inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte,
celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y
cuarta generación de los que me aborrecen” (Éx. 20:5).
“No tomarás el
nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que
tomare su nombre en vano” (Éx. 20:7).
“mas el séptimo
día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo,
ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está
dentro de tus puertas
(Éx. 20:10).
“No matarás” (Éx.
20:13).
“No cometerás
adulterio”
(Éx. 20:14).
“No hurtarás” (Éx. 20:15).
“No hablarás
contra tu prójimo falso testimonio” (Éx. 20:16).
“No codiciarás
la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni
su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo” (Éx.
20:17).
Si
nosotros como padres entendemos la importancia de poner límites en el hogar con
nuestros hijos y decimos NO cuando vemos que una situación puede afectarles,
cuánto más Dios sabe decir NO para que aprendamos a obedecer sus mandamientos.
Lastimosamente,
muchos padres han perdido la autoridad y no saben decir NO porque se dejan
llevar por el llanto, por los ruegos y por las astucias de los hijos, y se está
levantando una generación de niños y jóvenes que no quieren tener límites, que
no les gusta que los amonesten, que son agresivos y contrarios a la norma; todo
esto está produciendo un caos en la sociedad y cada vez será peor. Sin embargo,
Dios no cambia; si él dijo NO, es NO y siempre será NO. Por ende, la Iglesia de
Cristo dice NO al pecado, NO a la idolatría, NO a la fornicación, NO al
adulterio, NO al recasamiento, NO a la apostasía, NO a doctrinas que
contradicen la Biblia, NO a la mentira, NO a la falsedad, NO a la hipocresía,
NO a la vanidad, NO a la codicia, NO a la desobediencia a Dios… NO a toda
manifestación del pecado en contra de las leyes establecidas por Dios. Si a muchos
no les gusta, es problema de ellos con Dios porque él los va a juzgar a través de
la Palabra que él mismo estableció (y que nunca cambia) pero hay un remanente de
gente fiel que le gusta escuchar la verdad (no la mentira) y que no come cuentos
porque lee la Biblia y ama a Dios de corazón.
Si
una iglesia o un supuesto creyente dice SI a estas cosas (enseñándolas o
practicándolas), entonces no pertenece a la verdadera Iglesia de Cristo porque
no está sujeto a la cabeza que es Cristo y quiere hacer las cosas a su manera,
pero Dios jamás tolera el pecado ni es alcahueta con nadie; ningún ser humano
tendrá excusas delante de Dios y él pagará a cada uno según sea su obra.
Una
iglesia, un pastor, un predicador, un creyente, un cantante cristiano, un
hombre o una mujer que dice NO al pecado en todas sus manifestaciones, jamás se
unirá a quienes toleran el pecado o lo promueven; jamás participará en
actividades ecuménicas que buscan unir las religiones o las iglesias de
cualquier denominación (sin importar sus creencias o sus prácticas) porque su
cabeza es Cristo. Debemos ser celosos de buenas obras y mantenernos puros como
la novia que se guarda para su Amado.
Por
otro lado, el ministerio de Jesús está saturado de enseñanzas que están en
contra del ego humano porque siempre fue directo, claro y específico para
mostrar la maldad y el pecado que la gente practica delante de Dios;
obviamente, él estuvo guiado por el Espíritu Santo y el amor de Dios siempre
estuvo en su vida, y por esta razón, no cambió su mensaje para agradar a los
oyentes ni para acomodarse a la época o a las tendencias del momento. El
verdadero amor de Dios no tolera la maldad sino que la corrige.
Aún
los observadores no religiosos reconocen que un mensaje “cristiano” que trata únicamente
del crecimiento personal y de la felicidad, sin un reconocimiento profundo de
haber pecado, sin un arrepentimiento genuino y sin cambiar, sencillamente
carece de sustancia espiritual, es falso, es oportunista y tiene la intención
de sacar provecho de la gente (especialmente en lo económico). Y esto es lo que
más abunda: predicadores con un mensaje positivo y elocuente, llenos de avaricia,
intereses personales y fiebre de grandeza y fama. A los tales lo único que les espera
es el infierno.
Ese
falso mensaje de "sentirse bien" no es de Jesucristo. Él no trajo
palabras aduladoras cuando vino a la tierra (Is. 30:10); lo que trajo fue un
mensaje divino, de santidad y de confrontación que buscaba convertir a sus
oyentes para que dejaran el pecado y cambiaran. Si una iglesia o un predicador
no tienen el mismo mensaje de Cristo, entonces no son de Cristo sino del mundo.
Jesús
dijo: “El que me rechaza, y no recibe mis
palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en
el día postrero. Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me
envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar. Y
sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como
el Padre me lo ha dicho” (Jn. 12:48-50).
Jesús
dijo: “El que es de Dios, las palabras de
Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios” (Jn.
8:47).
El
apóstol Juan dijo: “Ellos son del mundo;
por eso hablan del mundo, y el mundo los oye. Nosotros somos de Dios; el que
conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el
espíritu de verdad y el espíritu de error” (1 Jn. 4:5, 6).
El
que es de Dios, tiene su palabra, la oye, la recibe, la honra y la obedece; asimismo,
el que es de Dios, predica la palabra de Dios de forma honesta, vertical y sin
intereses personales, no por dinero ni vanagloria, sin importar lo que digan
los demás, sin miedo a las reacciones de los oyentes, sin buscar el agrado de
nadie.
“Y le enviaron
los discípulos de ellos con los herodianos, diciendo: Maestro, sabemos que eres
amante de la verdad, y que enseñas con verdad el camino de Dios, y que no te
cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los hombres” (Mt.
22:16).
Si
leemos atentamente los evangelios, entonces sabremos que Jesús es amante de la
verdad, de la justicia y de la santidad, y que aborrece la mentira, la
injusticia, la vanidad, la inmoralidad sexual y todo pecado. Asimismo debe ser
la Iglesia de Cristo, sin importar lo que piensen, lo que digan o lo que hagan
los demás.
Su
llamado es poner en alto la palabra de Dios y honrar todos los valores que
Cristo demostró en su carácter santo, justo y verdadero. Si no cumplimos con este
cometido, entonces habremos fracasado en nuestra misión más importante: ser la luz
del mundo y la sal de la tierra (Mt. 5:13-20).
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