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La Iglesia Cristiana Sión tiene como misión el predicar el evangelio a toda criatura y en todas las naciones. Además, la tarea es hacer discípulos auténticos que sigan a Cristo y reflejen su carácter.

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martes, 7 de julio de 2015

La Iglesia de Cristo Parte VI


- La Iglesia de Cristo debe promover valores y principios bíblicos que pongan en alto el buen testimonio del evangelio para ser un ejemplo digno de imitar

La Iglesia en general está llamada a compartir el evangelio a través de la predicación y el discipulado pero definitivamente, el buen testimonio y el ejemplo de los creyentes es esencial y contundente para que la gente crea y siga el modelo bíblico de una vida recta y dedicada como fue la vida de Cristo; la gente no solo debe creer en la Biblia, debe honrar y obedecer sus principios, pero lo hará si hay hombres y mujeres que les inspiran con sus actos y su conducta en cada aspecto de su vida.

Jesucristo predicó el evangelio pero su vida fue un ejemplo intachable y por ello dijo a sus oyentes: "arrepentíos, y creed en el evangelio" (Mr. 1:14, 15). Su mensaje de arrepentimiento había sido preparado por el de Juan el Bautista (Mt. 3:2). Posteriormente, el sermón del apóstol Pedro el día de Pentecostés también resaltó la importancia de arrepentirse del pecado (Hch. 2:38). Aún así, muchas iglesias hoy están muy desorientadas en lo que respecta al pecado, el arrepentimiento y la fe.

Analicemos un caso interesante: en los Estados Unidos, el cristianismo en los ochenta (1980) sufrió un cambio de rumbo importante, dejando de lado la moral y el reconocimiento del pecado para acoger un falso evangelio de “crecimiento personal” dirigido hacia el YO. Los sermones sobre el pecado, la maldad y los mandamientos de Dios sencillamente no eran agradables para muchos porque la prioridad de la gente es sentirse bien, estar bien y no escuchar o leer palabras que puedan ofenderles.

Otro lenguaje que a muchos les parece ofensivo es el decir NO; a la gente no le gusta escuchar NO pero Dios siempre ha usado en la Biblia este término porque pone el límite a la conducta pecaminosa del hombre; además, Dios es veraz y no tiene dos caras; el mismo Jesús dijo: “… sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede” (Mt. 5:37). 

En el huerto del Edén

“mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Gn. 2:17). 

En los 10 mandamientos

“No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éx. 20:3).
“No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra” (Éx. 20:4). 
“No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen” (Éx. 20:5). 
“No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano” (Éx. 20:7). 
“mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas (Éx. 20:10). 
“No matarás” (Éx. 20:13). 
“No cometerás adulterio” (Éx. 20:14). 
“No hurtarás” (Éx. 20:15). 
“No hablarás contra tu prójimo falso testimonio” (Éx. 20:16). 
“No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo” (Éx. 20:17). 

Si nosotros como padres entendemos la importancia de poner límites en el hogar con nuestros hijos y decimos NO cuando vemos que una situación puede afectarles, cuánto más Dios sabe decir NO para que aprendamos a obedecer sus mandamientos.

Lastimosamente, muchos padres han perdido la autoridad y no saben decir NO porque se dejan llevar por el llanto, por los ruegos y por las astucias de los hijos, y se está levantando una generación de niños y jóvenes que no quieren tener límites, que no les gusta que los amonesten, que son agresivos y contrarios a la norma; todo esto está produciendo un caos en la sociedad y cada vez será peor. Sin embargo, Dios no cambia; si él dijo NO, es NO y siempre será NO. Por ende, la Iglesia de Cristo dice NO al pecado, NO a la idolatría, NO a la fornicación, NO al adulterio, NO al recasamiento, NO a la apostasía, NO a doctrinas que contradicen la Biblia, NO a la mentira, NO a la falsedad, NO a la hipocresía, NO a la vanidad, NO a la codicia, NO a la desobediencia a Dios… NO a toda manifestación del pecado en contra de las leyes establecidas por Dios. Si a muchos no les gusta, es problema de ellos con Dios porque él los va a juzgar a través de la Palabra que él mismo estableció (y que nunca cambia) pero hay un remanente de gente fiel que le gusta escuchar la verdad (no la mentira) y que no come cuentos porque lee la Biblia y ama a Dios de corazón.

Si una iglesia o un supuesto creyente dice SI a estas cosas (enseñándolas o practicándolas), entonces no pertenece a la verdadera Iglesia de Cristo porque no está sujeto a la cabeza que es Cristo y quiere hacer las cosas a su manera, pero Dios jamás tolera el pecado ni es alcahueta con nadie; ningún ser humano tendrá excusas delante de Dios y él pagará a cada uno según sea su obra.

Una iglesia, un pastor, un predicador, un creyente, un cantante cristiano, un hombre o una mujer que dice NO al pecado en todas sus manifestaciones, jamás se unirá a quienes toleran el pecado o lo promueven; jamás participará en actividades ecuménicas que buscan unir las religiones o las iglesias de cualquier denominación (sin importar sus creencias o sus prácticas) porque su cabeza es Cristo. Debemos ser celosos de buenas obras y mantenernos puros como la novia que se guarda para su Amado.

Por otro lado, el ministerio de Jesús está saturado de enseñanzas que están en contra del ego humano porque siempre fue directo, claro y específico para mostrar la maldad y el pecado que la gente practica delante de Dios; obviamente, él estuvo guiado por el Espíritu Santo y el amor de Dios siempre estuvo en su vida, y por esta razón, no cambió su mensaje para agradar a los oyentes ni para acomodarse a la época o a las tendencias del momento. El verdadero amor de Dios no tolera la maldad sino que la corrige.

Aún los observadores no religiosos reconocen que un mensaje “cristiano” que trata únicamente del crecimiento personal y de la felicidad, sin un reconocimiento profundo de haber pecado, sin un arrepentimiento genuino y sin cambiar, sencillamente carece de sustancia espiritual, es falso, es oportunista y tiene la intención de sacar provecho de la gente (especialmente en lo económico). Y esto es lo que más abunda: predicadores con un mensaje positivo y elocuente, llenos de avaricia, intereses personales y fiebre de grandeza y fama. A los tales lo único que les espera es el infierno.

Ese falso mensaje de "sentirse bien" no es de Jesucristo. Él no trajo palabras aduladoras cuando vino a la tierra (Is. 30:10); lo que trajo fue un mensaje divino, de santidad y de confrontación que buscaba convertir a sus oyentes para que dejaran el pecado y cambiaran. Si una iglesia o un predicador no tienen el mismo mensaje de Cristo, entonces no son de Cristo sino del mundo.

Jesús dijo: “El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero. Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar. Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho” (Jn. 12:48-50). 

Jesús dijo: “El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios” (Jn. 8:47). 

El apóstol Juan dijo: “Ellos son del mundo; por eso hablan del mundo, y el mundo los oye. Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error” (1 Jn. 4:5, 6). 

El que es de Dios, tiene su palabra, la oye, la recibe, la honra y la obedece; asimismo, el que es de Dios, predica la palabra de Dios de forma honesta, vertical y sin intereses personales, no por dinero ni vanagloria, sin importar lo que digan los demás, sin miedo a las reacciones de los oyentes, sin buscar el agrado de nadie.

“Y le enviaron los discípulos de ellos con los herodianos, diciendo: Maestro, sabemos que eres amante de la verdad, y que enseñas con verdad el camino de Dios, y que no te cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los hombres” (Mt. 22:16).  

Si leemos atentamente los evangelios, entonces sabremos que Jesús es amante de la verdad, de la justicia y de la santidad, y que aborrece la mentira, la injusticia, la vanidad, la inmoralidad sexual y todo pecado. Asimismo debe ser la Iglesia de Cristo, sin importar lo que piensen, lo que digan o lo que hagan los demás.

Su llamado es poner en alto la palabra de Dios y honrar todos los valores que Cristo demostró en su carácter santo, justo y verdadero. Si no cumplimos con este cometido, entonces habremos fracasado en nuestra misión más importante: ser la luz del mundo y la sal de la tierra (Mt. 5:13-20). 

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