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domingo, 26 de julio de 2015

La Iglesia de Cristo Parte XIV


- La Iglesia del Señor no debe promover la constitución de megaiglesias

Cada vez más, el anhelo de muchos llamados pastores es llegar a tener multitudes de miles de personas en su iglesia y dicen que esto es éxito ministerial; sin embargo, hay un fracaso en la labor pastoral que la Biblia enseña y se va perdiendo la visión espiritual de pastorear a la gente; ante esto, muchos se van de la iglesia porque no hay un cuidado pastoral y otros buscan una iglesia diferente en la cual reciban lo que realmente necesitan.

En una megaiglesia, debido a la cantidad de creyentes, se hace muy difícil realizar el trabajo pastoral integral que consiste en: pastorear a cada miembro de la congregación, visitar oportunamente a las personas, ser consejero efectivo de sus problemas individuales y familiares, ser guía en el estudio de la Biblia y la oración, impartir consuelo al afligido, ser sembradores de la Palabra de Dios en nuevos lugares, orar por los enfermos, animar a los débiles, motivar a cristianos fieles a servir a Dios, etc.

Lo que el N.T. evidencia y apoya es la constitución de iglesias en diferentes sitios para alcanzar a mayor número de personas; así pues, el trabajo debe estar enfocado en establecer una iglesia local en cada barrio, sector, pueblo y municipio, donde haya un pastor o un equipo pastoral idóneo para servir a las personas que se convierten a Cristo y para formar siempre nuevos discípulos.

Una megaiglesia podría tener miles de “asistentes” (no necesariamente discípulos de Cristo), y podría recaudar fondos y recursos muy grandes (dando lugar al enriquecimiento de quienes están al frente). Todo esto aumenta el riesgo de corrupción para el corazón de un ministro o de un equipo de ministros que no están fundamentados en seguir el ejemplo de Cristo para servir con sencillez y amor por la gente.

Por otro lado, una iglesia bíblica es una congregación de creyentes que comparten la Biblia, oran juntos, adoran a Dios, tienen compañerismo y se edifican mutuamente en Cristo (pero su fin no es crecer en abundancia ni perseguir la riqueza sino hacer la voluntad perfecta de Dios). Igualmente, una iglesia bíblica es pastoreada por ministros convertidos de verdad al evangelio, nacidos de nuevo, fieles a las Escrituras, que alimentan a los creyentes con la palabra de Dios, que velan por el bienestar de cada uno de ellos y estimulan su crecimiento espiritual. Ellos deben trabajar porque Dios los llamó y no por dinero o por fama.

Una megaiglesia es una congregación de creyentes (y en muchos casos, todo tipo de personas no creyentes) en donde resulta casi imposible crear un sentido de comunión interpersonal con la mayoría de los asistentes; así pues, se crean pequeños grupos afines por el lugar donde se sientan en la reunión, al participar en una actividad común, al viajar en el mismo medio de transporte, o en los grupos pequeños de casas.

La cohesión de cuerpo congregacional no se da en torno a la comunión entre los numerosísimos asistentes o en torno a una actividad en donde todos participan simultáneamente y se necesita tener una fuente de unidad que les dé sentido de grupo; por consiguiente, la atención se traslada a la figura del orador principal y su mensaje de predicación, por lo que este líder se vuelve más visible poco a poco, ocupando un lugar preponderante de dominio, autoridad e influencia; normalmente, a este personaje se le designa con un título especial que lo aleja de los niveles de autoridad común y se denomina como una especie de “ungido especial”; algunos de estos títulos incluyen nombres como: PROFETA, APÓSTOL, OBISPO, REVERENDO, PASTOR DE PASTORES, etc. De allí surgen verdaderos monstruos egocéntricos y prepotentes que son idolatrados y defendidos sin dudarlo por muchos de sus seguidores, y a quienes se tiene en una autoridad superior a las verdades de la Biblia y su mensaje de humildad y servicio. Estos líderes “servidores de sí mismos” se vuelven intocables e incuestionables porque tuercen las Escrituras tomando a su favor pasajes fuera de contexto, y estableciendo que nadie les puede contradecir. Por otra parte, ellos difícilmente están disponibles para sus ovejas y hasta el gesto amable de ser saludado por ellos con un apretón de MANOS se considera un verdadero privilegio. A veces son seres esquivos que entran y salen por una puerta exclusiva, escoltados por sus ayudantes (o guardaespaldas) sin dar oportunidad a un contacto auténtico con la gente. Muchas veces permanecen alejados de sus “ovejas” y solo son vistos a la distancia por ellos impuesta.

En la mayoría de estas megaiglesias no se predica la sana doctrina, sino mas bien, doctrinas de hombres, psicología pastoral, prosperidad y éxito, confesión positiva, un mensaje LIGHT del evangelio, la repetición de historias de la vida personal del orador con un continuo uso de los pronombres personales YO, MI, MÍO; además, es común el uso de numerosos chistes y anécdotas en sustitución de versículos de la Biblia; también se hace repetir a los asistentes frases motivacionales prefabricadas, animando a la gente a dar gritos de júbilo, de victoria, a decretar y proclamar, a aplaudir a cada idea que el orador da como su última revelación personal; asimismo, se usa la música como un elemento atractivo previo a la prédica, y se pone un músico detrás del orador principal para darle un tono agradable a sus palabras.

Pocas veces se da a la congregación un informe del movimiento económico de la megaiglesia. Actividades como fiestas de diezmos y primicias, promesas de fe, ofrendas especiales, bazares, pactos, bingos, maratónicas etc. generan hasta millones de pesos en ingresos libres de impuestos, que por lo general no tienen una causa noble en la cual usarlos y muy pocas veces se destinan al servicio de las necesidades de lo más pobres o enfermos de la iglesia o fuera de ella y mucho menos para la extensión del reino de Dios en programas serios de evangelismo y discipulado; no obstante, es claro que la lujosa residencia del líder, sus nuevos carros, su costosa ropa, sus hobbies, sus supuestos “viajes misioneros”, sus giras ministeriales, los excesos, las excentricidades, los gastos de los hijos y de las hijas del líder, etc. explican el uso indebido del dinero.

Por último, es importante recalcar que estas megaiglesias no tienen como objetivo primordial predicar el evangelio de la salvación en Cristo ni pastorear la vida de sus miembros, sino extender el área de influencia de su denominación y liderazgo, ofreciendo COBERTURA a iglesias, denominaciones y pastores, creando REDES con diferentes nombres; las más comunes hoy llevan el título “apostólico, profético e internacional”. Y por esa “COBERTURA” estas MEGAIGLESIAS LES “COBRAN MEMBRESIA” (o diezmo de diezmos) QUE ES COMO DAR UNA FRANQUICIA DE SU NOMBRE DENOMINACIONAL.

Se hace promoción por todos los medios disponibles de las conferencias, eventos y literatura producida por sus líderes, sin escatimar esfuerzos; sin embargo, se deja de lado la difusión de la Biblia como única verdad confiable.

Todo lo escrito en este estudio tiene fin tocar un tema que pocas veces se trata por temor a incomodar a estos IMPERIOS PSEUDO-CRISTIANOS, y que se está volviendo una verdadera epidemia en la actualidad. Por eso, muchos creyentes están saliendo y seguirán saliendo de estas organizaciones en donde sus líderes son mercaderes y negociantes de la fe, para buscar iglesias que realmente tengan un perfil bíblico y un buen testimonio porque dependen de Dios por la fe y no de un sistema humano que busca dinero a como dé lugar. 

Mi oración es que Dios levante más servidores honestos que reflejen el carácter de Cristo para dar a conocer su nombre, su palabra y su obra en la cruz y no el nombre de una organización o de un líder. Solo en Cristo y en la Biblia la gente podrá encontrar salvación, vida nueva y verdad para hacer lo que Dios desea, pero aquellos que no sirven a Cristo sino a sus intereses, quedarán en evidencia y en vergüenza delante de Dios y delante de los hombres. 

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