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miércoles, 1 de julio de 2015

La Iglesia de Cristo Parte II



b. ¿Cuál es la naturaleza de la Iglesia de Cristo?

La Biblia enseña cómo es la Iglesia de Cristo, usando varias ilustraciones:

- Es el cuerpo de Cristo

“y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” (Ef. 1:22, 23).

“porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador” (Ef. 5:23). 

Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos” (Ef. 5:29, 30).

La Iglesia es un organismo vivo porque Cristo es la cabeza y la Iglesia es su cuerpo; cada creyente fiel es miembro en particular y por tanto, tiene un contacto personal con Cristo y una función dentro del cuerpo. Ahora bien, la incorporación de una persona al cuerpo de Cristo no es por pertenecer a una denominación o iglesia ni por el bautismo en las aguas; es por la fe en Cristo, es por su gracia salvadora, es por un encuentro personal con el Hijo de Dios, es por una transformación profunda que comienza adentro y se refleja en la conducta externa también… todo esto evidencia que somos parte del cuerpo de Cristo y que él gobierna nuestra vida. El hecho de que Cristo sea la cabeza se relaciona con el órgano que se encuentra adentro: el cerebro; entonces, Cristo es quien da las órdenes, es quien domina y gobierna, es quien diseña y da instrucciones, es quien habla y merece respeto y obediencia de parte de la Iglesia; vale aclarar que la palabra de Cristo está en la Biblia y no necesitamos nuevas revelaciones o nuevas enseñanzas de parte de personas que se atribuyan un don especial o un derecho para cambiar la Escritura. Indiscutiblemente, la verdadera Iglesia está sujeta a Cristo como su Señor y anhela siempre seguir las enseñanzas, las doctrinas, los mandamientos y las reglas establecidas por él en la Biblia. Si alguien pretende ser parte de la Iglesia y enseña o practica lo que está en contravía de la Biblia, entonces tal persona está engañada o quiere engañar porque Cristo es la cabeza y su palabra eterna es la autoridad máxima en asuntos de fe y doctrina.

Así pues, ser miembro de una iglesia cristiana en la tierra no garantiza la salvación pero ser parte del cuerpo de Cristo (que es su Iglesia Viva) es un privilegio que recibe el creyente que ha sido salvo por la gracia y por la fe en Cristo.

- Es la novia y la futura esposa de Cristo

“Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama” (Ef. 5:24-28).

“Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos” (Ap. 19:7, 8).

Esta comparación espiritual nos lleva a pensar que la Iglesia y Cristo son uno en el sentido pleno de la palabra; hay una comunión personal y profunda, hay un contacto permanente, hay una comunicación directa y dinámica, hay fidelidad entre ambos, hay un amor inquebrantable, hay una unidad perfecta con Cristo. Por eso, los verdaderos creyentes que hacen parte de la Iglesia de Cristo viven apasionados por él, enamorados de él, oran, leen y estudian la Biblia, se congregan con regularidad, son fieles y leales a Cristo porque le aman de todo corazón y con todas sus fuerzas, le sirven a Cristo y a la gente, predican y enseñan el evangelio, etc. La Iglesia está sujeta a Cristo en amor y obediencia total y constante; por su parte, Cristo ama, cuida, sustenta y santifica su Iglesia para que sea pura, sin mancha y sin arruga, usando la Palabra (la Biblia) para perfeccionar a su novia (y futura esposa). Debido a esto, la Iglesia se prepara cada día más para estar vestida de lino fino, limpio y resplandeciente, porque el lino fino es las acciones justas de los santos; esta obra la hace el Espíritu Santo cuando los creyentes no se conforman a este mundo sino que se consagran a Cristo para dar un testimonio digno de su carácter.

- Es la familia de Dios

 “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios” (Ef. 2:19).

“Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo” (Gál 4:4-7). 

En Cristo, somos hechos hijos de Dios por adopción mediante la obra del Espíritu Santo; entonces, somos hermanos en Cristo y herederos del reino de Dios. Esta ilustración también es muy completa porque Dios es nuestro Padre, Cristo es nuestro hermano mayor y todos los creyentes fieles somos hermanos en un vínculo de fe, amor e identidad ante una sociedad que se pervierte por la falta de verdadero amor de Dios, por la confusión de tantas religiones y filosofías de hombres (contrarias a la verdad de la Biblia) y porque no hay una identidad clara con Cristo sino con el pecado y con la rebelión hacia Dios.

- Es la morada o el edificio de Dios

“edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu” (Ef. 2:20-22).

En Cristo somos hechos una morada de Dios en la tierra, un templo santo en el Señor, un edificio donde Dios habita de forma espiritual; por consiguiente, los verdaderos cristianos reflejan las cualidades y el carácter de Cristo en su vida porque mora en ellos y ellos se han convertido en su habitación permanente.

“No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, Y seré su Dios, Y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré, Y seré para vosotros por Padre, Y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (2 Cor. 6:14-18). 

Si realmente deseamos que Dios habite en nosotros y que seamos llamados su templo y el lugar de su morada, tenemos que renunciar al pecado, a la inmoralidad sexual, a la mentira, a la idolatría y a toda especie de mal.

“Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Jn.14:23). 

Si queremos que Dios more en nosotros, debemos amarle no solo de labios sino demostrando con nuestra obediencia y fidelidad que guardamos su palabra.

En resumen, si somos verdaderos cristianos y seguimos el ejemplo del Maestro somos llamados su cuerpo, su novia y su futura esposa, su familia, hijos de Dios, herederos del reino de los cielos, su templo, su morada y su habitación, pero si somos cristianos de nombre, sin un testimonio digno del evangelio y hacemos y hablamos como se nos antoja, justificando el pecado y deshonrando la Palabra de Dios, entonces no tenemos ningún argumento bíblico para decir que somos parte de la Iglesia de Cristo ni tenemos derecho a ser llamados hijos de Dios.

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