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Este blog ha sido creado para brindar un espacio donde queremos compartir el mensaje de la Palabra de Dios mediante diversas herramientas: texto, audio, video, entre otras.

La Iglesia Cristiana Sión tiene como misión el predicar el evangelio a toda criatura y en todas las naciones. Además, la tarea es hacer discípulos auténticos que sigan a Cristo y reflejen su carácter.

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martes, 21 de julio de 2015

La Iglesia de Cristo Parte X



- La Iglesia de Cristo debe disfrutar de la comunión con Dios y de su presencia

La Iglesia de Cristo tiene comunión constante con él en oración, en contacto permanente con la Biblia, leyendo, confesando, practicando y honrando sus principios. Además, la presencia de Dios es una de las bendiciones que reciben los creyentes salvos y fieles, pero la ausencia de la presencia de Dios es sinónimo de un corazón alejado de él y muerto. Sin embargo, la gracia de Dios es tan grande que deja sentir su presencia aún en aquellos que viven en desobediencia a su palabra según la misericordia de Dios; por ende, no debemos confundirnos ni sorprendernos porque Dios en su soberanía se manifiesta para testimonio en cualquier lugar y esto no significa que Dios apruebe a todas las personas que se beneficien de su gracia. Solo los frutos de un verdadero arrepentimiento, la enseñanza sana de la Biblia y el buen testimonio en una iglesia o en un predicador deben ser la medida para entender quién es de Dios, quién le honra y es fiel, y quién no. Seamos maduros en este sentido porque no todo el que habla de la Biblia o dice seguir a Cristo vive según la voluntad de Dios.

Nuestro deber como Iglesia de Cristo es marcar la diferencia con los que profesan una fe falsa y opuesta a la verdad divina, pero su presencia siempre será un deleite para su pueblo fiel.

“Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo” (Sal 27:4). 

La presencia de Dios no debe pasar desapercibida sino que debe ser parte importante en cada reunión celebrada en la iglesia local; de hecho, la promesa del Señor fue estar presente en cada lugar en donde se reúnen en su nombre. 

“Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt. 18:20).

Cuando estamos reunidos en el nombre del Señor y en su presencia, suceden cosas maravillosas: los pecadores se arrepienten, los quebrantados son ministrados por Dios, los oprimidos son libres, los confundidos son iluminados por la verdad de la palabra de Dios, los que dudan son afirmados en la fe, los desalentados reciben nuevas fuerzas, los enfermos son sanados, los afligidos son consolados, los endemoniados son liberados por el Espíritu Santo, y mucho más. Todo esto ocurre en un ambiente de fe, obediencia a Dios, buen testimonio y orden, pero debemos rechazar todo lenguaje o práctica que represente lo contrario.

- La Iglesia de Cristo debe estimular el desarrollo del ministerio cristiano

Cada creyente es llamado por Dios para ser útil en la tierra en donde quiera que esté y debe mostrar con sus hechos que hay un amor genuino a favor de los demás (en el trabajo, en el estudio, en el hogar, con su esposo o con su esposa, con sus hijos, en el vecindario, en la iglesia, con sus amigos, con sus familiares y con todas las personas). Sin embargo, en la iglesia se pueden realizar diferentes labores como evangelismo, discipulado, oración, intercesión, aseo, arreglos, reparaciones, música, canto, administración, contabilidad, visitación, consejería, entre otras. Por tanto, cada cristiano dedicado al Señor debe descubrir y pedir orientación sobre cuál es su talento, cuál es el don o la habilidad que Dios le llama a poner al servicio de Cristo y de los demás en el ámbito de la iglesia.

En este aspecto, el pastor, los colaborares y la iglesia local deben estimular el desarrollo de cada creyente para que sea una bendición en el lugar que Dios guía y respalda a cada uno.

“Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría” (Rom. 12:3-8).

La meta principal de cada iglesia debe ser la formación de discípulos de Cristo y la prioridad es que cada creyente se convierta en un instrumento para formar a otros discípulos, predicando el evangelio, compartiendo su fe y enseñando lo que Dios le permite aprender de su palabra; entonces, la Gran Comisión de Cristo será cumplida si cada uno de nosotros se compromete a crecer y a servir a los demás en el amor de Dios. Este es el ministerio que todos los cristianos debemos desarrollar con mayor pasión.

Somos una iglesia con propósito, y tenemos una misión primordial: Ganar, Consolidar, Discipular, Capacitar y Enviar. Nuestra mentalidad es formar discípulos de Cristo y no miembros de silla.

Hemos sido escogidos por Dios con un propósito y es ganar miles de almas y extendernos plantando nuevas iglesias en nuestra ciudad, departamento, país y hasta lo último de la tierra.

Todos los demás talentos, habilidades y dones deben estar al servicio de esta visión que Cristo diseñó para nosotros; si no los usamos con este objetivo, entonces hemos perdido el norte y no sabemos realmente cuál es nuestro llamado como seguidores de Cristo porque el Maestro siempre tuvo como prioridad alcanzar a los perdidos y hacer discípulos comprometidos en su Reino.

Todo lo que somos, lo que sabemos, lo que hacemos y lo que tenemos debe estar dispuesto para Cristo a fin de que la Iglesia de Cristo sea santificada, nutrida, edificada, instruida, entrenada y equipada para ser luz y sal en medio de una sociedad que vive lejos de Dios y que necesita el evangelio que tenemos en nuestras manos y en nuestras vidas.

Por otra parte, nuestro llamado a servir debe considerar las necesidades de la gente a quien predicamos el evangelio y buscar los recursos, las estrategias y la dirección de Dios para mostrar el amor de Cristo. Sin embargo, hay que analizar cada caso en particular porque hay muchas personas que solo buscan beneficios materiales y realmente no les interesa convertirse a Cristo. El Espíritu Santo nos guiará en cómo trabajar en esta área con sabiduría y cuidado.

“La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es ésta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo” (Stg. 1:27).

El amor al prójimo y la santidad son principios que hacen a la Iglesia de Cristo diferente y única en el mundo para ser un ejemplo digno de imitar.

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