- La Iglesia de
Cristo debe disfrutar de la comunión con Dios y de su presencia
La
Iglesia de Cristo tiene comunión constante con él en oración, en contacto
permanente con la Biblia, leyendo, confesando, practicando y honrando sus
principios. Además, la presencia de Dios es una de las bendiciones que reciben
los creyentes salvos y fieles, pero la ausencia de la presencia de Dios es
sinónimo de un corazón alejado de él y muerto. Sin embargo, la gracia de Dios
es tan grande que deja sentir su presencia aún en aquellos que viven en desobediencia
a su palabra según la misericordia de Dios; por ende, no debemos confundirnos
ni sorprendernos porque Dios en su soberanía se manifiesta para testimonio en
cualquier lugar y esto no significa que Dios apruebe a todas las personas que
se beneficien de su gracia. Solo los frutos de un verdadero arrepentimiento, la
enseñanza sana de la Biblia y el buen testimonio en una iglesia o en un
predicador deben ser la medida para entender quién es de Dios, quién le honra y
es fiel, y quién no. Seamos maduros en este sentido porque no todo el que habla
de la Biblia o dice seguir a Cristo vive según la voluntad de Dios.
Nuestro
deber como Iglesia de Cristo es marcar la diferencia con los que profesan una
fe falsa y opuesta a la verdad divina, pero su presencia siempre será un
deleite para su pueblo fiel.
“Una cosa he
demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los
días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su
templo”
(Sal 27:4).
La
presencia de Dios no debe pasar desapercibida sino que debe ser parte
importante en cada reunión celebrada en la iglesia local; de hecho, la promesa
del Señor fue estar presente en cada lugar en donde se reúnen en su
nombre.
“Porque donde
están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt. 18:20).
Cuando
estamos reunidos en el nombre del Señor y en su presencia, suceden cosas
maravillosas: los pecadores se arrepienten, los quebrantados son ministrados
por Dios, los oprimidos son libres, los confundidos son iluminados por la
verdad de la palabra de Dios, los que dudan son afirmados en la fe, los
desalentados reciben nuevas fuerzas, los enfermos son sanados, los afligidos
son consolados, los endemoniados son liberados por el Espíritu Santo, y mucho
más. Todo esto ocurre en un ambiente de fe, obediencia a Dios, buen testimonio
y orden, pero debemos rechazar todo lenguaje o práctica que represente lo
contrario.
- La Iglesia de
Cristo debe estimular el desarrollo del ministerio cristiano
Cada
creyente es llamado por Dios para ser útil en la tierra en donde quiera que
esté y debe mostrar con sus hechos que hay un amor genuino a favor de los demás
(en el trabajo, en el estudio, en el hogar, con su esposo o con su esposa, con
sus hijos, en el vecindario, en la iglesia, con sus amigos, con sus familiares
y con todas las personas). Sin embargo, en la iglesia se pueden realizar
diferentes labores como evangelismo, discipulado, oración, intercesión, aseo,
arreglos, reparaciones, música, canto, administración, contabilidad,
visitación, consejería, entre otras. Por tanto, cada cristiano dedicado al
Señor debe descubrir y pedir orientación sobre cuál es su talento, cuál es el
don o la habilidad que Dios le llama a poner al servicio de Cristo y de los
demás en el ámbito de la iglesia.
En
este aspecto, el pastor, los colaborares y la iglesia local deben estimular el
desarrollo de cada creyente para que sea una bendición en el lugar que Dios
guía y respalda a cada uno.
“Digo, pues, por
la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más
alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura,
conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. Porque de la manera
que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la
misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos
miembros los unos de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones, según
la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la
fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que
exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside,
con solicitud; el que hace misericordia, con alegría” (Rom. 12:3-8).
La
meta principal de cada iglesia debe ser la formación de discípulos de Cristo y
la prioridad es que cada creyente se convierta en un instrumento para formar a
otros discípulos, predicando el evangelio, compartiendo su fe y enseñando lo
que Dios le permite aprender de su palabra; entonces, la Gran Comisión de
Cristo será cumplida si cada uno de nosotros se compromete a crecer y a servir
a los demás en el amor de Dios. Este es el ministerio que todos los cristianos
debemos desarrollar con mayor pasión.
Somos
una iglesia con propósito, y tenemos una misión primordial: Ganar, Consolidar,
Discipular, Capacitar y Enviar. Nuestra mentalidad es formar discípulos de
Cristo y no miembros de silla.
Hemos
sido escogidos por Dios con un propósito y es ganar miles de almas y
extendernos plantando nuevas iglesias en nuestra ciudad, departamento, país y
hasta lo último de la tierra.
Todos
los demás talentos, habilidades y dones deben estar al servicio de esta visión
que Cristo diseñó para nosotros; si no los usamos con este objetivo, entonces
hemos perdido el norte y no sabemos realmente cuál es nuestro llamado como
seguidores de Cristo porque el Maestro siempre tuvo como prioridad alcanzar a
los perdidos y hacer discípulos comprometidos en su Reino.
Todo
lo que somos, lo que sabemos, lo que hacemos y lo que tenemos debe estar
dispuesto para Cristo a fin de que la Iglesia de Cristo sea santificada, nutrida,
edificada, instruida, entrenada y equipada para ser luz y sal en medio de una
sociedad que vive lejos de Dios y que necesita el evangelio que tenemos en
nuestras manos y en nuestras vidas.
Por
otra parte, nuestro llamado a servir debe considerar las necesidades de la
gente a quien predicamos el evangelio y buscar los recursos, las estrategias y
la dirección de Dios para mostrar el amor de Cristo. Sin embargo, hay que
analizar cada caso en particular porque hay muchas personas que solo buscan
beneficios materiales y realmente no les interesa convertirse a Cristo. El
Espíritu Santo nos guiará en cómo trabajar en esta área con sabiduría y
cuidado.
“La religión
pura y sin mácula delante de Dios el Padre es ésta: Visitar a los huérfanos y a
las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo” (Stg. 1:27).
El
amor al prójimo y la santidad son principios que hacen a la Iglesia de Cristo
diferente y única en el mundo para ser un ejemplo digno de imitar.
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