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jueves, 9 de julio de 2015

La Iglesia de Cristo Parte VII


- La Iglesia de Cristo debe generar un estudio serio de la Biblia para los creyentes

En necesario que los miembros de una congregación cristiana sean formados en la Palabra de Dios, fundamentados en la sana doctrina, para ser un ejemplo y un testimonio digno del evangelio de Cristo que transforma vidas en cada área (a nivel personal, emocional, de pareja, familiar y en todo aspecto). Además, una iglesia es un semillero donde Dios prepara hombres y mujeres nacidos de nuevo y de buen testimonio para que sean colaboradores en el reino de Dios, aprendiendo las Sagradas Escrituras y enseñando a otros las verdades eternas de la Biblia.

Pablo, como predicador del evangelio y fundador de iglesias en el primer siglo, tuvo muy claro el hecho de que la iglesia no dependía enteramente de su predicación; por eso, instruyó a los creyentes y les capacitó para este servicio, dejando en diferentes lugares personas encargadas de esta labor (Hch. 18:24-28; 19:21, 22; 20:17-38).

“Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (2 Tim. 2:2). 

“Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros” (Fil.4:9).

Aquí notamos que Pablo recibió de Dios la Palabra para transmitirla a los creyentes y su prioridad fue siempre vivir las enseñanzas de Dios para que sus oyentes fueran inspirados a imitar su fe y a obrar conforme a las Escrituras. Asimismo, en cada iglesia, quienes enseñan la Biblia deben preocuparse por vivir de acuerdo a lo que ella demanda y deben compartir los principios y las doctrinas bíblicas con los miembros de la congregación para que todos honren el nombre de Cristo y que su carácter se refleje en cada uno para la gloria de Dios.

“Esto manda y enseña. Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza. Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza” (1 Tim. 4:11-13). 

“Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Tim. 3:14, 15). 

“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Tim. 2:15).

“Pero tú has seguido mi doctrina, conducta, propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia” (2 Tim. 3:10).

“Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos. Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren” (1 Tim. 4:15, 16).

“Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras. Esto habla, y exhorta y reprende con toda autoridad. Nadie te menosprecie” (Tito 2:11-15). 

Cada iglesia debe estar centrada en la formación integral de la vida espiritual de sus miembros y las personas que predican deben enseñar, animar y reprender con el amor de Dios, con la sabiduría del Espíritu Santo y con la autoridad de una vida que refleja a Cristo y que es ejemplo para los oyentes. La iglesia debe ser muy celosa y cuidadosa con respecto a quiénes enseñan la Biblia porque es una responsabilidad muy importante ante Dios y ante los oyentes; por ende, si alguien viene de otra congregación se le debe instruir en la Biblia, observando sus frutos y su testimonio antes de darle participación en cualquier actividad de la iglesia local porque no se conoce los conceptos y hábitos que trae de otro lugar.

Una iglesia que no asume este propósito de la enseñanza bíblica con seriedad y compromiso, siempre estará buscando actividades de entretenimiento para tratar de ocupar el tiempo del culto o para agradar a los asistentes con toda clase de estrategias humanas; además, invitará todo tipo de predicadores sin evaluar el perfil doctrinal que tienen y esto es muy dañino para la iglesia del Señor; no obstante, cuando una iglesia, un pastor y una congregación asumen este llamado divino, habrá una sana enseñanza y un estudio sistemático de la Biblia, lo cual será un deleite y un motivo de alegría para quienes aman y ponen en alto las Sagradas Escrituras, no como un libro más sino como la fuente de toda sabiduría y de todo conocimiento para el crecimiento espiritual.

Cada iglesia, cada pastor con sus colaboradores y cada creyente en su hogar, deben ocuparse en la lectura, el estudio, la enseñanza, la formación en valores cristianos, la instrucción en doctrina bíblica; este trabajo debe estar enfocado en los niños, los jóvenes y los adultos, comenzando desde cada familia, donde los padres y los adultos toman el tiempo necesario para compartir la Biblia con sus seres queridos (especialmente, con los menores).

En este sentido, se recomienda que cada creyente tenga la meta de leer al menos una porción o un capítulo diario de la Biblia a fin de recibir un alimento continuo para su alma. Por otra parte, es una bendición que en cada hogar se lea la Biblia diariamente y se haga oración (es una actividad que puede tomar unos minutos y es muy productiva cuando se hace de forma constante). Así pues, el padre de familia, la madre o el adulto responsable deben tomar la iniciativa y crear este buen hábito en el horario que sea más conveniente. 

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